Álvaro Ayala

En este desnortado gobierno alguien tendría que entrar a mandar y la exjefa de Gabinete, Laura Sarabia, se adueñó del chuzo. Fue ella quien inició el culebrón judicial porque la noticia criminal nació con su denuncia. En lenguaje callejero, ella misma se chuzó. Rompieron un principio universal del derecho: no tapes un delito con otro delito.

Cayó en su propio entrampamiento y de paso arruinó su candidatura presidencial como lo había anunciado. Estaba buscando jefe de campaña porque su examigo Benedetti, no le servía. Anónima, famosa y desprestigiada en nueve meses.

Hicieron pasar por cocineras de la mafia a dos inocentes mujeres y se les vinagró el sancocho. Su menú puede ser extralimitación de funciones, retención indebida, constreñimiento, fraude procesal, lavado de activos, enriquecimiento ilícito, concierto para delinquir y posible pérdida de visa para ingresar a EE. UU. De postre le pueden dar un pastel de imputadísima, sin mermelada.

La historia judicial dice que los policías involucrados en las chuzadas ilegales no se convertirán en gargantas profundas. No serán soplones. Alegarán que actuaron por razones de seguridad presidencial o nacional. Se defenderán sin atacar los altos mandos ni a la jefa de gabinete.

La línea investigativa busca el eslabón que una a los policías con la revivida y siniestra casa de nari.

A la doctora Sarabia la tumbaron sus amigas soberbia, arrogancia, codicia, torpeza y traidora. Todos las tenemos en nuestro ADN, pero a algunas se les desarrolla más. En la mafia se anticipa que rodará sangre en las calles cuando los capos dan órdenes de sicariar a quienes se tumban el billete.

En este caso hubo polígrafos, sótanos, interrogatorios, chuzadas, torturas sicológicas, afectación al buen nombre, seguimientos y algo muy grave. Señalar a dos humildes mujeres, honestas y rebuscadoras de pertenecer a organizaciones criminales internacionales. Para meterle hielo a la calentura, el presidente Petro dijo que la señora Marelbys es amiga. La Ley dice que no se pueden chuzar enemigos ni amigas.

También prepararon una receta para engañar a un fiscal y un juez. Las consecuencias de ese crimen de Estado las pagaremos nosotros.

Es normal que las dos mujeres otorguen poderes a abogados para demandar al Estado colombiano. Luego, habrá juicio y condena. Seguidamente, indemnizaciones millonarias. Ese dinero saldrá del erario nacional. Es decir, de los impuestos que pagamos todos. Esa platica también se perderá.

En el bajo mundo afirman que desaparecieron un sobre con 4 mil dólares, otro con 7.000 y la maleta con 150 millones de pesos. Ya lo aclararán los sabuesos del CTI. Si necesitan una “sirvienta“ para lavar los platos, Clara Eugenia López Obregón, tiene puesto el delantal.