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La Cosecha  |  24 mayo de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Mateo Isaza Ramírez, el hombre que conquistó el Everest es hijo de una cuyabra

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Cuando Sebastián Isaza Ramírez se despidió de Mateo Isaza, su hermano menor, en el campamento base del Everest, para que este último se fuera a cumplir su sueño de llegar a la cima de la montaña más alta del mundo, solo le quedó mostrarse valiente y desearle lo mejor en el camino. Un instante que recuerda como algo lleno de emotividad y así se lo contó a El Quindiano:

“Era dejarlo ahí solo, cumpliendo su sueño, pero también sabiendo de los peligros a los que se enfrentaba. No era fácil, pero creo que fue bueno poder sentir que lo acompañé al menos hasta ahí, al comienzo de todo lo que le esperaba”.

Cuatro semanas después de esa emotiva despedida, el pasado 14 de mayo Mateo Isaza Ramírez, un biólogo de 39 años de edad lo logró. Se coronó como el segundo colombiano en llegar a la cima del Everest y de una forma que no todos pueden hacerlo: sin oxígeno.

El último tramo:

Para llegar a la parte más alta del Everest primero se debe ir del campamento base que está ubicado a 5.300 metros sobre el nivel del mar, en un ascenso hasta los 6 mil metros. Ahí los montañistas pasan la noche y bajan de nuevo a los 5.300 metros. Descansan dos o tres días y luego suben a los 6.500 mts. Pasan una noche y de regreso una vez más al campamento base.

Esto lo hacen dos o tres veces mientras el cuerpo se adapta a las alturas y otras condiciones del terreno. Algo que toma más o menos un mes. Mientras tanto en la recta final esperan a que el pronóstico meteorológico les indique que los vientos van a permitirles que lleguen a la última jornada, la definitiva, que es de cinco días. Para el caso de Mateo, esta travesía comenzó el pasado 10 de mayo.

El contacto permanente:

Para comunicarse con su familia, Mateo Isaza, al no tener teléfono satelital, enviaba mensajes de texto por medio de un dispositivo de geolocalización, y todo muy al estilo de los antiguos telegramas, es decir, pocas palabras, pero las suficientes para reportarse bien y sin novedad en el frente.

Igualmente el aparato le permitía a los familiares monitorear la ubicación en tiempo real. De esa forma sabían en qué lugar de la montaña estaba él, e incluso cuánto le faltaba para lograr su sueño de llegar a los más alto. Algo que Sebastián, el hermano mayor, cuenta con detalles:

“El último campamento que es el cuatro, está a 8 mil metros de altura. De ahí Mateo salió a las 8:00 p.m. y llegó a la cumbre del Everest las 12 del medio día, hora de Nepal. Toda la noche escalando sin parar. Iba solo, sin oxígeno y sin la compañía de un sherpa, que es esa persona que le carga el equipaje, lo que le obligaba a llevarlo por sus propios medios. En total el equipo pesaba más o menos unos 20 kílos, pero eso iba reduciéndose a medida que aumentaba la altura".

Cómo comenzó el amor por la aventura:

Mateo Isaza Ramírez nació en Medellín y creció junto con sus dos hermanos, Sebastián y Jacobo, en zona rural de municipio de Caldas, cerca de la capital antioqueña. Desde pequeño, dice Sebastián, Mateo tenía un amor incondicional por la naturaleza, lo que dejaba ver en una curiosidad ilimitada de saberlo y explorarlo todo, y que alimentaba con las caminatas casi interminables por el campo.

Cuando llegó a los 18 años Mateo se inclinó por las carreras atléticas de aventuras, en las que recorrió parte de la geografía colombiana compitiendo, y mientras eso pasaba, hacía su carrera universitaria en biología.

“Finalmente se decidió por el montañismo y la escalada”, dice Sebastián.

“Ahí no compite, es algo más romántico, contemplativo, donde lo acompaña la soledad de las montañas y el silencio, mientras estas se dejan descubrir y conquistar. Fue hace unos 20 años cuando él conoció a Manolo Barrios, el primer colombiano en llegar a la cima del Everest. Mateo estaba de escalada en el nevado del Tolima, y conocer a Manolo fue una de las primeras experiencias importantes que tuvo”.

Como Mateo es tan introvertido, nadie supo en qué momento comenzó a rondarle la idea de subir al Everest, pero hay algunas pistas en el año 2018, cuando le comentó a su hermano mayor que estaba comenzando con un plan de preparación especial para subir a la montaña más alta del mundo en dos años.

“Gracias a que tenía muchos años de experiencia como escalador de las cumbres más importantes de América, fue que se lanzó a la aventura de su vida”, dice Sebastián.

Luego de una preparación ardua y rigurosa de dos años, faltando unos días para abordar el vuelo a su destino con la gran montaña, llegó la pandemia causada por el Covid-19 y nada se pudo hacer. Ese fue el primer intento.

Entonces tuvo que esperar un año, el cual aprovechó para seguirse preparando con toda la disciplina y enfocado en lo que quería, pero por razones del clima o la suerte, no se sabe a ciencia cierta quién podría declararse culpable, en el año 2021 tampoco pudo llegar a la cima más alta. Ahí fue el segundo intento.

Aunque no subió en esa ocasión, la ganancia estuvo en el aprendizaje que adquirió. Una experiencia que le enseñó que cada montaña tiene sus particularidades y formas de ser conquistada hasta el final. Algo que le aportó para que esta vez, la tercera que fue la vencida y definitiva, sí se coronara con su llegada al pico más alto del Everest y sin oxígeno. Algo a lo que Sebastián le encuentra una explicación: 

“Lo logró gracias a la preparación y disciplina que tiene, y también a una condición genética de resistir la falta de oxígeno en esas condiciones tan duras, y en eso Mateo siempre se ha sentido bien. Cuando estuvo en Bolivia, Ecuador por dar solo dos ejemplos. Pero diría que es también una mezcla de muchas otras cosas que estuvieron con él esta vez”.

Las raíces:

Mateo Isaza Ramírez tiene 39 años de edad y es nieto de don José Luis Ramírez Hoyos, un abogado que en el año 1966 aportó con su conocimiento y servicio profesional a la fundación del departamento del Quindío.

La mamá de Mateo es doña Eugenia Esther Ramírez Jiménez, nacida en Armenia y que se fue desde muy joven a estudiar a Medellín, donde se enamoró y se quedó para echar raíces.

Pero esa distancia de kilómetros y montañas entre Antioquia y el Quindío se acortaba, y aún lo hace, cuando la familia Isaza Ramírez visita en Armenia a sus familiares y también a uno que otro amigo que la vida les ha dado:

“Crecimos en Antioquia, pero muchas veces íbamos a pasar vacaciones al Quindío, porque en últimas allá en medio de esas montañas hermosas, verdes y cafeteras, hay una parte de nuestra familia, pero sobre todo de nuestras raíces, el lugar de nuestros antepasados, una parte de dónde venimos”. Finaliza Sebastián Isaza.

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