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Cultura  |  07 marzo de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El tocayo de Capablanca

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Un texto de Jorge Orrego Gaviria.

José Raúl se va lanza en ristre contra el ajedrez cada vez que se le presenta la ocasión. Dice que es un juego aburrido, insulso y monótono.

Pero lleva el nombre de un gran ajedrecista cubano: José Raúl Capablanca. Esta figura legendaria fue un ídolo para los hispanoamericanos. Sucesivas generaciones del siglo XX seguían de cerca las andanzas ajedrecistas y mundanas del noble jugador caribeño.

Capablanca fue un niño precoz. La brillantez de su juego no tuvo antecesores ni sucesores. Su talento no fue opacado por nadie. Bonhomía y nobleza sellaron con broche de oro su desempeño en el juego de trebejos y escaques.

Y nuestro José Raúl se precia ahora de que aun acercándose a los 80, conserva su pecho abierto y su espalda bien dispuesta, sin doblegarse. Y tal vez, de manera sutil, por la magia de un buen nombre, ¿no tendríamos que agradecer a su padre la fortuna de haber escogido el nombre de tan genial ajedrecista para bautizar al hijo?

Un buen nombre puede significar un buen destino y una figura erguida en la senectud.

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