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Cultura  |  26 enero de 2023  |  12:01 AM |  Escrito por: Administrador web

Hotel Chile, libro del fallecido escritor Luis Sepúlveda y el fotógrafo Daniel Mordzinsky, este último invitado al Hay Festival

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Apenas dos años después de la muerte del escritor chileno Luis Sepúlveda, este volumen nos sumerge en su vida más íntima, presidida por la familia y los amigos. También permite que nos asomemos a su perfil más viajero y comprometido, sobre todo con la política y el medio ambiente. Acompañados por las extraordinarias fotografías de Daniel Mordzinski, compañero en muchas de sus aventuras, los textos de este libro también nos conducen a lugares recónditos de la Tierra de Fuego y a otros parajes donde Sepúlveda no solo encontró historias inolvidables, sino donde también trabó amistades que el tiempo nunca apagó.

A lo largo de su incansable periplo, desde el pequeño Hotel Chile en que nació o las cárceles de Pinochet, pasando por Brasil o Ecuador, hasta Hamburgo, los mares de todo el mundo y, finalmente, Gijón, ¿qué perseguía Luis Sepúlveda? Tal vez un mundo mejor, ese lugar donde uno se siente en casa.

«Hotel Chile nace de mi necesidad de ponerle punto final a este duelo, y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una «foto-biografía» que incluye textos de Luis, que dialogan con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida del escritor, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última en la que residió hasta su muerte, descubrir las anotaciones de sus sueños y la evocación íntima de sus afectos familiares, acompañarlo en su pasión por el viaje y por la historia de los perdedores. Muchas de estas imágenes sirvieron de marco a algunos de sus relatos más famosos y nos acercan a un Lucho que es muchos «Luchos»: el narrador, el cineasta, el poeta, el combatiente, el padre, el compañero, el amigo.

Es también un doble homenaje: el del amigo y compañero de ruta, y el del fotógrafo que tuvo el privilegio y la oportunidad de documentar, con total libertad creativa, la crónica subjetiva, personal y necesariamente sentimental de aquellos años felices. Es también, sobre todo, la
necesidad de transformar el dolor y el desasosiego en creación. Volver a adentrarme en los senderos de un nuevo libro junto a Lucho —aunque él ya no esté aquí conmigo— es decirle en mi lenguaje de imágenes lo mucho que le quiero. Es también mi manera de seguir dando noticias de su vida de hombre con alma del Sur nacido accidentalmente en el norte de Chile.

Ahora, mientras él navega infatigable por los mares más allá del fin del mundo, pienso en cuánto lo extraño, y recuerdo su generosidad, sus continuos gestos de consideración por el prójimo, y me siento orgulloso de haber sido amigo, compañero de tantos viajes y hermano de
una de las voces más dignas y firmes de la literatura.»

«Una tarde de 1996, tomando unos mates en París, nació la idea de este libro. Con Daniel Mordzinski, mi «socio» en todo lo que sigue, teníamos ganas de superar la relación de eterno concubinato texto-fotografía que nos había llevado por el ancho mundo haciendo reportajes
para revistas y periódicos, porque siempre se trató de encargos limitados en extensión, cantidad de fotos y, muchas veces a la hora de publicarlos, sujetos a voluntades que oscilan entre lo políticamente correcto y el miedo a perder el empleo. La moderna censura ejercida
no por temerosos del desempleo sino de ser «desincorporados del mercado», no prohíbe, sino que tacha, corta, «edita» en nombre de una mesura cobarde, de una prudencia pusilánime.

Así que un día nos largamos al sur del mundo a ver qué encontrábamos por esos pagos. Nuestro itinerario era muy simple: el viaje empezaba en San Carlos de Bariloche por razones logísticas, a partir del paralelo 42o Sur, siempre en territorio argentino, bajábamos hasta el cabo de Hornos, y regresábamos por la Patagonia chilena hasta la Isla Grande de Chiloé. Unos tres mil quinientos kilómetros, más o menos, y a pesar de la simpleza de ese itinerario no dejaba de tener el sello de los viajeros ingleses, que siempre viajan a confirmar una hipótesis, y si esta no coincide con la realidad que encuentran, pues mala suerte para la realidad. La nuestra sostenía que íbamos a ser capaces de recorrer esa distancia en aquel viaje, pero todo lo que vimos, oímos, olimos, comimos, bebimos apenas echamos a andar, nos dijo que al cabo de un mes apenas haríamos unos cientos de kilómetros, y como no somos ingleses olvidamos la condenada hipótesis.»

Algunos fragmentos:

Ese Daniel...«Al escribir sobre un fotógrafo como Daniel Mordzinski se termina invariablemente hablando de uno mismo, y no por un afán de protagonismo, de no quedar fuera de la foto, sino por una simple y sencilla razón: Daniel, el Rusito, como lo llamamos los amigos, se mete
bajo la piel, ocupa un lugar de honor en la casa, parte el pan en la mesa y prueba el vino que beberemos. Está en todas partes, aunque se encuentre lejos en el mapa del presente, siempre se las arregla para estar cerca de uno. Es así por ejemplo que, un par de semanas antes de escribir estas líneas, frente al golfo de Reloncaví, por el sur del mundo, pasé frente a un circo cuya carpa llena de remiendos era
sacudida violentamente por ráfagas procedentes del mar y (¿se dan cuenta?, ya estoy hablando de mí mismo) de inmediato a mi memoria acudió la historia que me narró alguna vez en Saint-Malo, o tal vez fue en la Patagonia, o en Puerto Rico, o en un extraño viaje por la Via
Cassia entre Roma y Siena, o en Moscú ateridos de frío y evitando que nos secuestraran, no importa dónde, lo que importa es que Daniel me contó su primer no acercamiento a una cámara fotográfica.»

Página 33

«Claro que es cierto. Nadie puede decir que usted tuvo otro amigo mejor que este que ahora le habla chupándose las lágrimas,
y aunque fueron pocas las personas que nos conocieron, yo creo que todos se percataron de este cariño inmenso que se dejaba notar así, despacio, como se expresa el verdadero cariño de los hombres, que a veces no precisa de mayores palabras, y basta con llenar el vaso sin derramar el vino.»

Página 43

Sobre el escritor Luis Sepúlveda:
(Ovalle, Chile, 1949-Oviedo, 2020) empezó la publicación de su obra en Tusquets Editores en 1993, con la célebre novela Un viejo que leía novelas de amor, a la que siguieron reconocidas novelas como Mundo del fin del mundo y el libro de viajes Patagonia Express, así como
algunos volúmenes de relatos. Con Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar y otros libros ilustrados, Sepúlveda se convirtió en un clásico contemporáneo para muchos jóvenes y escolares

Sobre el fotógrafo Daniel Mordzinsky:
(Buenos Aires, 1960) estudió fotografía en Buenos Aires, cine en París y Letras en Tel-Aviv, y reside entre París, Lisboa y Madrid. Durante más de cuatro décadas ha retratado a los escritores más reconocidos de las letras hispanas. Autor de numerosos libros, Mord zinski
expone con frecuencia en los museos más importantes de América Latina y sus obras están presentes en las mejores colecciones de fotografía contemporánea.

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