Esta raza de morfología molosoide fue desarrollada en Brasil y su primer estándar se escribió en 1946. Presentados en sociedad en las exposiciones caninas de Sao Paulo en las décadas de 1930 y 1940, habían vivido durante siglos en granjas rurales, donde aún ejercían las funciones por las que fueron creados.

Históricamente, sus orígenes no están claros, aunque la hipótesis más sostenida es que procede de los perros europeos, probablemente de los mastines portugueses y españoles que llegaron con los colonizadores, ya que en los estudios de ADN, el fila brasileiro no muestra relación con los perros indígenas precolombinos.

Tradicionalmente, su función fue de perro protector de ganado bovino, donde debía hacer frente a los ataques de jaguares y pumas, y también eran utilizados con frecuencia para rastrear y capturar a los esclavos que se escapaban de las plantaciones de azúcar. Esto nos da una idea del fuerte temperamento y extremadamente protector que poseen y que, pese al paso de los siglos, se ha conservado como señal de identidad en las líneas actuales de los fila brasileiros.

Para ejemplares que compiten en exposiciones de conformidad, se exige que sean animales que acepten la manipulación controlada por parte de los jueces y en asociaciones brasileñas se les realiza un test de temperamento durante las exposiciones, pero es necesario recalcar que es una raza muy desconfiada ante los extraños y que requiere control.

De naturaleza tranquila, lo más importante es señalar que con los niños de la familia u otros perros y animales domésticos, siempre que la sociabilización haya sido adecuada y se críen juntos, los fila brasileiros destacan por ser extremadamente tolerantes y dóciles, pero se desaconseja que queden sin supervisión con adultos o niños que no sean miembros de la familia directa. En su núcleo familiar, sin embargo, los fila muestran una enorme lealtad y dependencia, un “gigante” dulce y muy cariñoso.