El labrador retriever como raza se creó en Inglaterra, pero si nos remontamos a sus orígenes auténticos hay que desplazarse hasta Terranova, Canadá, donde los colonos ingleses se llevaron ejemplares de la extinta raza del perro de aguas de San Juan, esta sí, nativa de la península del Labrador.

El labrador le debe su existencia al enorme interés y patrocinio que recibió de la nobleza inglesa, tan aficionada a la caza, que vieron en este perro excelente nadador un potencial compañero para sus cacerías. Tras la importación y el programa de cría al que sometieron al perro de aguas canadiense cruzándolos con razas inglesas durante la segunda mitad del siglo XIX, la raza del labrador retriever que conocemos nacería, oficialmente, en 1903.

Hay dos líneas de labradores retriever: inglesa y americana. La inglesa, son de aspecto más pesado, pelo ligeramente más espeso y grueso, con una cabeza muy poderosa y patas más cortas. La línea americana, especialmente criada como perros de asistencia y de trabajo, y donde han buscado aligerar la anatomía canina, son labradores más esbeltos, con pelo más corto e incluso muestran un hocico más largo que los ingleses.

Quien adquiere un labrador retriever de línea americana, apreciará que es más activo y energético que el inglés, que, por el contrario, se asocia con perros más relajados y menos atléticos.

En cuanto a su color, se admiten los labradores negros, amarillos e hígados, también llamado color chocolate. Lo idóneo es que no posean nada de blanco, pero, no obstante, se permite una pequeña mancha en el pecho. El peculiar rabo del labrador, corto y muy ancho en la base, se conoce como “cola de nutria”, ya que les ayuda a mantener la dirección y la flotabilidad en el entorno acuático.

Hay razas como el american pit bull terrier cuya imagen se explota, tenga o no relación, con noticias acerca de agresiones caninas o animales peligrosos, y en el lado opuesto, la imagen del labrador y el Golden retriever se asocian a razas de asistencia y de terapia. Sin embargo, la compañía aseguradora Animal Friends, ubicada en Reino Unido, revelaba en 2020 que la mayoría de reclamos de clientes por lesiones personales por ataques, implicaban a un labrador retriever.

Esto no quiere decir que el labrador sea potencialmente peligroso, pero conviene tomar perspectiva del riesgo de ensalzar ilógicamente algunas razas y transmitir el erróneo mensaje a futuros propietarios de que hay razas de perros con las que no hay que trabajar aspectos como la sociabilización, la educación básica o asegurarles un entorno sano y equilibrado, cuando es algo que necesitan absolutamente todas.

Dicho esto, y asumiendo que el labrador se ha criado en un ambiente apropiado, es una raza intrínsecamente amigable, sociable con personas y otros perros y un carácter bastante tranquilo en casa. Se considera una raza de alto nivel de energía, que no es incompatible con ser apacible en casa, sino que exige ejercicio y estimulación mental tanto para su bienestar psicológico como físico.

Los labradores han mostrado una enorme predisposición a la obesidad, que está asociada a trastornos graves y dolorosos como la osteoartritis, la diabetes y problemas respiratorios o urinarios. Las causas de esta obesidad en esta raza en particular son, además de ser glotones por naturaleza y comer más de lo que queman en el ejercicio, lo que es responsabilidad del propietario controlar.

Hay investigaciones científicas en marcha sobre la obesidad canina, y el reflejo que supone de la epidemia de obesidad humana en el mundo rico y desarrollado, con sus puntos en común como un estilo de vida sedentario y el consumo de alimentos demasiado ricos en calorías. Según un estudio de Purina, uno de cada tres propietarios no reconoce cuando su perro tiene sobrepeso.