Uno de los motivos por el cual la gente no quiere tener un gato en casa es por el miedo a que éste arañe el mobiliario. Lo que hay que entender es que el rascado en gatos es algo natural y necesario para ellos.

Un gato araña determinadas superficies porque necesita hacerlo por diferentes razones, entre ellas, el mantenimiento de sus garras, pues necesitan afilarse las uñas y retirar las vainas muertas de la misma para poder cazar eficazmente y para estirar sus músculos, sobre todo cuando se despiertan o después de descansar.

También lo hace para ejercitar el sistema retráctil de sus uñas y para marcar el territorio, ya que dejan feromonas de sus glándulas plantares y además marcas visuales.

Como propietarios, no debemos prohibirles que arañen si no lo contrario, debemos favorecer que lo hagan en un lugar apropiado.

Una de las herramientas más útiles a la hora de dirigir el rascado de nuestro gato son los rascadores. Estos deben cumplir una serie de características físicas y de localización para que el gato pueda y quiera arañar en ellos.

Debemos colocar uno en el lugar donde mayormente descansa y otro en la periferia de su territorio, que generalmente coincide con entradas y salidas de la casa o pasillos. Además, el rascador debe ser suficientemente alto como para que el gato pueda ponerse de pie u horizontal con las patas estiradas para rascar, además de ser estable como para que no sienta que se va a vencer con su peso.

Si el rascado indeseado se sigue produciendo, hay algunas técnicas que podemos utilizar para redirigirlo. Lo primero será analizar porqué rasca donde rasca, es decir, dónde está el rascador, cómo es y por qué no lo quiere.

Podemos adquirir otro tipo de rascador, colocarlo al lado de la zona que rasca habitualmente y, muy progresivamente y despacio, moverlo al lugar donde va a ser colocado definitivamente.

Bloquear la zona donde está rascando es también un paso importante, ya sea colocando papel o cinta de doble cara para que le sea desagradable, pero no perjudicial.