El perro Beagle, es otra raza canina de la que desconocemos sus orígenes. Hay relatos que se remontan al siglo XI y a los perros sabuesos que introdujo Guillermo el Conquistador, o Guillermo I de Inglaterra, y que se cree que fueron los antecesores de varias razas inglesas de caza.

El beagle se creó para la caza a pie, especialmente de liebres y conejos, formando jaurías.

La raza moderna que conocemos se desarrolló a mediados de 1800, pero el beagle no lo tuvo fácil y para 1887, tan solo había 18 jaurías en Inglaterra. Ante esta situación, los aficionados a la raza decididos a preservar su linaje crearon el Club Beagle, elaborando al mismo tiempo el primer estándar. Los esfuerzos para promover la raza que realizó el club fueron muy positivos y en quince años el número de jaurías había aumentado a 44, lo que salvó al beagle de una posible extinción.

Quien convive con un beagle sabe que no son perros de demostraciones efusivas, sino que su personalidad base podría definirse mejor como amable y dulce con su entorno familiar más cercano. Reconocido por su tolerancia y adaptación en la convivencia, es un perro paciente con niños y que evita confrontaciones con otros perros, por lo que suele considerarse muy apto como compañero. Es una de las razas con mejor sentido olfativo del mundo canino, los juegos de olfato son especialmente recomendados para potenciar sus capacidades y focalizar la gran energía de esta raza, que necesita una actividad física y mental a la altura.

Aunque inicialmente se trate de una raza de caza, el beagle ha demostrado ser un perro muy versátil y son utilizados con frecuencia en terapias con animales, como perros de asistencia y, por supuesto, aprovechándose de su gran olfato, como perros de búsqueda, detección y rescate.

No se puede ignorar que el beagle, precisamente por ser perros de naturaleza afable y dócil, vigorosos de salud y manejables por su tamaño, es la raza canina más utilizada en los procedimientos de investigación científica. En enero de este año, más de treinta perros beagle iban a ser sacrificados en España tras su uso en el laboratorio Vivotecnia, ya inmerso en un caso previo de supuesto maltrato animal, lo que provocó una fuerte repercusión mediática por el futuro de estos animales.

En Europa, la experimentación con fines cosméticos está rotundamente prohibida desde 2013, pero no así las pruebas aplicadas para fines médicos o sustancias destinadas al uso alimenticio.