sábado 8 Nov 2025
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No creo que se haga literatura por miedo a la muerte

19 octubre 2025 10:55 pm
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Por Manuel Tiberio Bermúdez

Desde niño le gustaba escribir y por esa razón las letras marcaron su sino de novelista. En Esmeraldas, de joven, entendió que el arte en general, pero en especial la literatura en cada época de la historia ha cambiado la realidad que vivimos.

Se inició escribiendo sin más intención que jugar con las letras. Luego escribió algunos cuentos y después en la Universidad el bichito de escribir persistía en él y decidió enviar alguno de sus cuentos a una revista.

Se llama Javier Eduardo Villacis Mejía y hoy es un escritor ecuatoriano reconocido como uno de los más connotados narradores de su patria.

Hablé con él para conocer sobre su oficio. Para tratar de entender esa soledad del escritor que se vuelve plural cuando el libro empieza su gitanía en las manos de los lectores. Para que me contara sobre ese extraño milagro de crear mundos nuevos que atrapan, de manera sorprendente, a quienes nos llamamos lectores. Así que comencé por donde las cosas empiezan: por el principio.

¿De dónde surge su intención de escribir? ¿Cómo diablos se decidió por ese oficio?

Lo primero es darte las gracias por el trabajo que realizas en pro de este arte tan profundo y tan bonito que es la literatura.

La realidad es que desde pequeño tuve esa inclinación. Primero como una travesura de armar historias con las letras. Luego fui realizando textos más extensos, cuentos —creo que así empiezan todos los escritores—, y cuando estuve en la universidad, fuera de mi país, continuó en mí ese bichito de escribir.

Envié algunos textos a una revista de artes local y de pronto me vi publicado. La emoción me desbordó. Tenía 19 años y verme impreso cambió en mi la perspectiva de que sí se podía escribir algo y ser leído por muchas personas.

Entonces empecé a escribir opinión. Editoriales sobre lo que pasaba en mi país, sobre los diferentes momentos que se estaba viviendo en aquella época difícil en el Ecuador pues del 99 al 2000, hubo un gran éxodo por la crisis bancaria y un colapso social y económico enorme. Eso generó mucho material y muchas ideas que yo escribía desde una mirada externa, porque miraba el país desde afuera.

A partir de ahí vino la necesidad, de escribir con diligencia. Me decidí a hacer mi primera novela. Hice una ficción histórica sobre mi abuelo. Algo muy juvenil. Regresé al Ecuador en el 2003, y una editorial que se llama El Conejo aprobó la publicación, pero su máximo representante, Abdón Ubidia, uno de los escritores de mayor trayectoria del Ecuador, me dijo:  

—No te apresures a publicar. Espera, porque estás bastante joven, y mientras más años pasan, el escritor lo hace mejor.

Esa es la diferencia con otros artes. En el caso de la literatura mientras más años pasan se cocinan mejor las ideas internas. Esto yo no lo entendía en su profundidad en ese momento. Luego entendí. Al pasar el tiempo, 20 años después lo he vivido con algunas de mis publicaciones.  Y fue un acierto no publicar en ese momento, con 20 y pico de años. Aquella novela está publicada, creo que en Amazon, pero nunca fue impresa.

En el 2012 me aventuré con otra novela. Era ficción, pero tenía rigor histórico y científico interesante. Me basé en las características especiales que tiene este país, que es chiquito, pero lleno de particularidades.

La novela se llama Unvral. Es una ficción más madura, pero yo sentía que todavía me faltaba mucho como novelista. Pese a eso, en ese año, esta novela fue la más leída en el Ecuador. Esto obviamente me motivó a seguir trabajando, a seguir investigando, a seguir haciendo cosas.

En la pandemia publiqué un libro sobre el grupo musical Tranzas. Fue un escape a eso que vivimos. Empezamos con la idea de hacer un guión y terminó con una novela muy chévere, muy veloz, muy ágil, que pese a la pandemia también tuvo repercusión. La lanzamos en medio de la epidemia en el Teatro Centro de Arte, uno de los más grandes de Guayaquil. El aforo limitado, todo el mundo con mascarilla. Fue una experiencia bien interesante.

El Ecuador, los nazis y la Segunda Guerra Mundial

Mientras todo eso sucedía yo seguía investigando algo que me había seducido desde muy joven: la Segunda Guerra Mundial y los nazis. En realidad, no llegué a saber por qué realmente esa atracción. Tal vez por morbo, o porque vemos que en ese momento el mundo casi que cambia definitivamente de rumbo hacia un apocalipsis.

Desde muy joven reuní información sobre nazis. Leía historias sobre la Segunda Guerra Mundial. Pero, como una epifanía, todo para mi explota cuando en el 2011 se sube a las plataformas de internet los archivos desclasificados del FBI y de la CIA.  

Encuentro muchos documentos valiosos y uno en específico, como de casi 200 páginas sobre las actividades totalitarias en el Ecuador y el FBI, firmado por J. Edgar Hoover. En él se hace un análisis completo de cómo los nazis estaban acá en el Ecuador, —en ese momento un archivo clasificado—. La historia nunca cuenta esto, la historia formal nunca cuenta estos sucesos. 

Eso sucede en todos los países latinoamericanos. La historia que leemos es matizada a la narrativa norteamericana que mantiene un hilo de supremacía estadounidense. Hay detalles importantes que sucedieron: nosotros fuimos un país alineado al régimen nazi; en su momento, estuvimos invadidos por Perú. Los peruanos estaban apoyados por Norteamérica, se firmó un protocolo ignominioso, terrible, en enero de 1941, y Ecuador perdió la mitad de su territorio. 

La profecía de Darwin

Siempre ha habido preguntas de la gente sobre ¿por qué sucedió esto?   En esta novela creé una ficción histórica muy fuerte en el Ecuador, basada en archivos clasificados que no se había hecho.

Hay una mezcla de cosas. Mezclo la narración con una experiencia de investigación, y esta mixtura da luz a La profecía de Darwin, como se llama la novela.  La primera edición se agotó en un mes y medio en Ecuador.

Es una saga en la que estoy trabajando la segunda parte. Empieza en 1875 con el asesinato de un presidente ecuatoriano: Gabriel García Moreno, y termina en 1945 con el cierre de la Segunda Guerra Mundial. Ese periodo histórico lo narro, pero desde una perspectiva diferente a la tradicional.

Explíqueme por favor sobre el particular

Lo narro desde la luz de los archivos, y otros libros que han salido y de investigaciones a nivel mundial sobre la presencia nazi en Latinoamérica y de la cual Colombia también fue parte.

Colombia aparece en muchos episodios del libro porque también estaba en todo este vía crucis de la Segunda Guerra Mundial. Esto es lo que puedo resumir rápido de la obra y del trabajo.

Javier, ya me ha contado cómo llega al profesionalismo, pero ¿había tradición en su casa de escritura o es el primero que se abandera de este oficio?

No en mi casa precisamente, pero nací en una provincia, que se llama Esmeraldas, fronteriza con Colombia, en la Costa Norte, fronteriza con el departamento de Nariño. En esta provincia, si hay una tradición literaria importante. Ha habido grandes exponentes, como Nelson Estupiñán Bass, que fue candidato a nobel de literatura cuando ganó Saramago. Está Adalberto Ortiz, quien escribió Juyungo, que está entre las siete obras más importantes de la lengua española de toda la historia.

Y bueno, hay una lista de escritores importantes, y de algún modo, por ahí, me fue naciendo esto de escribir.

¿Qué piensa de la literatura y las redes sociales?

El tema de la inmediatez, de la información y las redes sociales. Al final, cuando te preguntan si son buenas o malas, es como cuando te preguntan si un cuchillo es bueno o malo. Depende de cómo lo uses. Si lo usas para cocinar, bien; si lo usas para otras cosas está complicado.

Lo mismo pasa con las redes sociales.  Ha ido en detrimento por el mal uso, en la profundización de las ideas y del análisis.  Digamos, que ha faltado el análisis que sirva más para el desarrollo de nuestra conciencia y de nuestra sociedad. Se ha banalizado el análisis y consumimos ahora información muy breve, muy sesgada, muy programada en cuanto a las grandes alineaciones que se dan en el mundo.

La literatura lo que hace es devolvernos a ese análisis más serio. Nos ancla. Y pese a todo este auge que ha tenido las redes sociales, uno piensa y siente que el libro estaba perdiendo.

Pero déjame decirte, Manuel, que yo tuve en estos últimos meses una gran emoción y una gran experiencia porque yo publiqué La profecía de Darwin con esta duda.

Pensaba: ¿será que después de cinco años que publiqué, las redes sociales ya nos han inundado más, las redes sociales ya nos han tirado abajo los índices de lectura como se supone?

Y me digo, estoy publicando tal vez algo en que me voy a quedar con 900 libros en mi bodega, porque la publicación la hice independiente.

Entonces, con ese miedo lo hice, y tuve una emoción enorme porque en las redes sociales yo empecé a lanzar el booktrailer y a los diferentes temas publicitarios. Inclusive puse mi correo electrónico, esperando que me escriban unas 50 o 60 personas, y de pronto me escribieron 1.200 personas interesadas en el libro.

Esto me llenó de emoción y me cambió nuevamente el panorama de lo que realmente vivimos.

Sobre tu pregunta. ¿En qué contribuye? Mi respuesta es en que nos ancla a una humanidad más profunda, más real y menos consumista, como lo que está pasando ahora en las redes sociales. Las redes sociales tal vez sí hayan hecho algún cambio en la dinámica de venta, en la dinámica comercial, como lo hace Amazon a nivel mundial.

Pero en realidad el libro es vital para nuestra sociedad, no solo en el género mío como ficción histórica para el análisis de lo que hemos sido como continente, como país, sino también en esa sensibilidad nueva que necesita el mundo para no sucumbir en todo este huracán, en toda esta tormenta que vivimos.

El libro es como una boya de rescate. Lo veo como algo también que nos reconstruye. Y veo que hasta los jóvenes sienten eso, y se agarran de nuevo a los libros.

Entonces el libro es incólume, el libro no va a caer, porque termina siendo, como decía Unamuno, «el espejo en el que el mundo se ve reflejado realmente». Las redes sociales tendrán sus ciclos, tendrán sus cambios, cambian la dinámica comercial, pero no cambian esta esencia.

A propósito, hay una gran inquietud entre algunas profesiones y entre ellas los escritores. Le está produciendo mucho temor eso que llaman la Inteligencia Artificial.  Porque se está produciendo literatura desde la IA  por personas que ni siquiera tienen el aprestamiento necesario para producir un texto o un libro.  ¿Qué piensa de la IA frente al oficio de escribir, de producir mundos nuevos?

Yo creo que es una herramienta positiva. Siempre, en cada etapa de la humanidad este tipo de cambios tan drásticos de herramientas o de tecnologías han provocado miedo desde que salió la calculadora.

¿La usa?

El uso bastante. En una novela Gabriel García Márquez, comenta cuando hay las primeras fotografías de Melquiades, que pensaban que se salía una parte del alma y tenían miedo de la foto. Lo mismo se pensó con el cine, la gente temía, inclusive se molestaba cuando había un actor que moría en una película, y salía nuevamente en otra.

La IA que es un salto enorme tecnológico, yo creo que del mismo nivel como la creación del internet. Nos da miedo y ha generado muchos debates a los grupos literarios aquí en Ecuador. Pero la inteligencia artificial necesita una inteligencia humana detrás.

Cuando se produce un libro mediante IA, creo que al lector le va a quedar el sabor amargo y el vacío de esa narración si no hay la inteligencia natural detrás. Yo hasta ahora no he leído ningún libro de IA porque al final lo que hace esta IA es responder a las reglas que le pone la inteligencia natural.

Yo la uso, por ejemplo, para algún tipo de corrección o búsqueda de un término o separación de ideas o como motor de búsqueda también porque funciona mucho mejor que el Google.

Repito, la IA como tal actual no puede suplantar al ser humano, porque la IA va a seguir reglas, la IA no te va a hacer un cambio, un giro narrativo ni te va a generar una sorpresa como las grandes obras. Es imposible, imagínense ustedes un Cien años de soledad hecho por una IA. Es imposible, jamás en la vida te vas a inventar la saga familiar que nos representa a todos y que nos hace emocionar a todos.

Por poner un ejemplo, igual todos los libros de García Márquez, los libros de Vargas Llosa, las grandes obras de la historia jamás pudieron haber sido hechas por una creación artificial, sino esta infinita capacidad del cerebro humano de crear con ideas diferentes universos.

Usted es un hombre joven. Lo bonito del escritor es que no tiene escuelas y que nadie le da título. ¿Cuándo se descubre escritor y cómo siente cuando le dicen escritor?

Yo creo que recién este año. A mis 44 años, me siento escritor. Yo sentía que era un aprendiz de escritor y con mis amigos siempre estaba pidiéndoles consejos, ayudas y aprendiendo de sus textos. Me sentí escritor este año porque tuve una avalancha de comentarios de los lectores.

Cuando recibes cientos o miles de textos y comentarios y opiniones de esa lectura, pues ahí dices, ok, sí lo estoy logrando, sí lo estoy haciendo. Yo, como les dije, en el 2012 mi libro fue el más leído en Ecuador, pero yo sentía que me faltaba algo. Bueno, sucedieron cosas muy bonitas, pero yo no me sentía escritor todavía.

El escritor siempre va a tener miedo, así como cualquier creador. Por más que digan, cualquiera de los consagrados, saca un libro y tiene una expectativa de qué va a pasar, si lo van a aceptar bien o no. En este año, cuando recibí La Profecía de Darwin, y tuve esa acogida importante, ahí realmente sentí que sí, que lo estoy logrando a mis 44 años.

Javier, ¿qué es lo mejor para usted de su oficio de escritor y qué es lo más difícil?

¿Lo mejor? Es la emoción de conectarme con cientos de ecuatorianos. Es la relación humana y ese conocimiento de gente, como te estoy conociendo a ti y así mismo a muchos ecuatorianos.

Estuve en España, en países de Europa del Este y conocí gente que quería leerme, y esa relación humana es la que me emociona. Ahí encontré un poco el sentido a por qué escribo. Lo hago para conectarme con seres humanos que sienten y piensan y quieren lo mismo que yo. Y lo más bonito, respondiendo a tu pregunta, es la experiencia humana.

Lo más difícil, me decías fuera de grabación, de la editorial mi bolsillo. Lo más difícil es cuando publicas independiente es el financiamiento. Tener esa incertidumbre de que, perdí plata por una emoción. Hacer algo que me gusta, y pierdo plata.

Pero luego ya cuando empiezas a ver el retorno y no pierdes dinero, pasa esa parte dura.  Eso, creo yo, es lo más duro para un escritor, más allá de que implica horas y horas de sacrificio. Yo no lo pongo como sacrificio, porque un escritor verdadero es el que disfruta esa quijotada. Para mí siempre ha sido un escape, una terapia permanente el tema literario, y la investigación.

La disciplina del oficio no lo veo duro. Es algo que se disfruta si uno es verdaderamente apasionado en esto. Otra cosa difícil puede ser la incertidumbre, de que te avientas a un vacío, de mostrar lo que tienes adentro, porque todo el mundo sabe que los personajes tienen mucho de ti. Uno termina exponiéndose, y esa exposición también da mucho miedo, y es difícil al inicio.

Bueno, Javier, hablaba hace un momento sobre ficción histórica. ¿Cuál es la diferencia, entre la ficción histórica y la ficción ficción? ¿La ficción histórica es más exigente que la ficción ficción?

La ficción histórica yo creo que tiene un mal nombre, porque se confunde con ficción. La ficción como tal tiene dos tipos, la ficción dura y la ficción blanda, dependiendo a dónde te quieras ir. Si quieres hablar de elefantes espaciales, si quieres hablar de otras galaxias, o si quieres hablar de ficción sobre una base real científica, que es la que yo escribí.

Es la que hace Isaac Asimov, por ejemplo, o Bradbury. Una ficción sobre una base científica real de algo que, inclusive ellos son profetas, como Julio Verne. Terminan siendo profetas de lo que viene adelante, porque son hechos que pueden pasar, pero en su momento son cosas imposibles de que sucedan. Esa es la ficción netamente, esa creación abierta, que tiene límites bien amplios, porque puedes ir de hacer historias extraterrestres en otras galaxias a hacer, como digo, lo de Isaac Asimov.

La ficción histórica es muy diferente. Por eso digo que tiene un mal nombre y se confunde. La ficción histórica, yo lo llamo en Ecuador, «historia novelada», porque la historia es la materia prima de este género.

En La profecía de Darwin, el 100% de los personajes y el 90% de los hechos son reales y la historia es la materia prima y mientras más rigurosa es, pues le da más calidad al libro.

La ficción se basa netamente en el lado humano, porque yo novelo a un personaje ilustre y muy conocido a nivel mundial de nuestra historia, que es el doctor José María Velázquez Ibarra, quien fue cinco veces presidente ecuatoriano, estuvo exiliado en Colombia un par de veces. Digamos que es el personaje más relevante en el Ecuador en el siglo XX y él es un personaje de la novela.

Uno infiere eso que pudo suceder, entonces termina siendo para mí una historia novelada más que ficción histórica. Una cosa importante, Manuel, es que este género termina siendo también un género muy didáctico para las generaciones actuales sobre las diferentes perspectivas de lo que pasó antes y eso es mucho más cálido y mucho más atrayente que hacer un libro de historia fría.

Los textos de historia están ahí, en los colegios, en las facultades de historia y tal vez se consumen para dar un examen, pero no para aprender o para entender quiénes somos.  Me encantó este género y creo que por eso me inclinó por la ficción histórica.

¿Dónde se consigue su libro y por qué leer la profecía de Darwin?

Bueno, para todo el mundo está disponible en Amazon, en versión impresa y en versión digital. Planifico hacer una publicación en Bogotá el próximo año.

¿Por qué leerlo? Porque es una mirada diferente que no se ha contado hacia el pasado de Ecuador y de Latinoamérica. 

En Latinoamérica hubo una operación que se llamó la Operación Bolívar, que fue el plan nazi de ocupación de toda Latinoamérica, con una estructura programática muy clara, con unos ejes y un equipo que desarrolló un nacionalsocialismo en cada uno de nuestros países, muy estructurado. Mientras Estados Unidos atravesaba la gran depresión, Alemania ocupó casi todos los sitios de nuestra sociedad: militar, comercial, económico, políticos, culturales, fundando inclusive medios de comunicación, varios semanarios. Fue una alienación cultural, económica, que tenía un plan y una idea siniestra detrás: generar un frente nuevo para los Estados Unidos desde acá, y estuvo a punto de lograrlo.

El Ecuador tuvo la base beta en Galápagos. Fue ocupada, al día siguiente a Pearl Harbor. Ese día empezaron a llegar los norteamericanos a Galápagos. Ahí hubo el conflicto interno, porque nuestro canciller era nazi, condecorado por Hitler, y tuvimos un conflicto interno que se dio en Ecuador, pero era de toda América.

Los japoneses atacan Pearl Harbor, se desata la guerra del pacífico, estaba en peligro el Canal de Panamá. Si los japoneses tomaban el Canal de Panamá, le daban una ventaja inusitada al eje, en la Segunda Guerra Mundial. Era una ventaja que pudo haber sido determinante. Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil, Chile, todos nuestros países, vivieron la Segunda Guerra Mundial desde ese lado, muy rápidamente, y esto no ha sido contado, o no ha sido contado en toda su dimensión. Por eso, les invito a los lectores colombianos, que son lectores muy apasionados, a interesarse por esta historia, que no solo es ecuatoriana, sino de todos nuestros pueblos.

¿Qué pone triste a Javier Eduardo?

Lo que está pasando en el mundo ahora: que los consumidores de la información fría somos víctimas de programas comerciales de propaganda, no hacemos un análisis profundo de lo que somos. Latinoamérica termina siendo uno de los lugares con más inequidad y con mayor conflictividad social por el narcotráfico, y nosotros no estamos viendo hacia adentro de lo que somos, sino que estamos consumiendo todo lo que nos dicen desde afuera, hacia qué lado y qué bando debemos estar.  No hacemos una reflexión profunda de todo esto tan grande que somos como continente. Y sí, estoy muy triste y preocupado, más que triste, por qué va a pasar con el futuro.

 Tengo dos hijos, ¿cómo van a vivir en estos países, en nuestros países, si todo sigue el camino que lleva en este momento?

Creo que el libro, —conectándome con lo anterior—, el libro, la literatura y todo esto son ladrillos que sostienen un poco todo este descalabro que estamos viviendo.

 ¿Qué le da alegría?

Cuando alguien me dice, leí tu libro y viví algo parecido y tengo una historia que contarte. Siento que vale la pena dedicarse a esto, y se construye algo en conjunto, no solo es un arte individual.

¿Una canción con la que disfrute un buen vino?

Cristales de bohemia de Sabina, recién estuve en Praga y me dio ganas de sentarme a tomar un vino.

¿Qué piensas de la muerte?

Yo soy muy religioso, Manuel, yo desde hace tres años, cuatro años, tuve un proceso de consagración católica, y recién acabo de perder a mi mejor amigo Edgar Allan García, que es uno de los más grandes escritores del Ecuador.

Acaba de recibir el premio Cervantes Chico, pos morten la semana que murió. Un tipo enorme. Sufrió un cáncer durante tres años, estuve cerca de él cada momento hasta el último, y hablamos mucho y profundizamos mucho sobre esto. Y realmente ahora mismo no tengo mucho miedo, hace poco tenía mucho miedo, pero desde que estoy en este camino religioso, tuve esta experiencia muy cercana con mi amigo, la veo diferente. La muerte, como ese paso, más allá de la retórica, yo estuve con él en el momento en que él ya se estaba enfrentando al salto, en ese momento del miedo, y visto, no del miedo, del pánico en el momento que daba el salto. Y en ese momento me di cuenta que el miedo no tenía una base sólida. Claro, uno lo ve desde afuera, es una cosa de estar ahí, pero me dio muchos argumentos para no tener miedo en ese momento.

¿La literatura como el amor es una forma de evadir la muerte?

Sí lo han escrito mucho. Decía García Márquez, escribo para que mis amigos me quieran más, otros han dicho que, para sobrevivir, para tener otras vidas, para quedar en el legado. Yo no lo veo así, no creo, porque yo estoy seguro que en la trascendencia la literatura va a ser lo menos importante de lo que pasa en ese otro plano.

Yo creo que una literatura vista como una herramienta de servicio, de conexión humana, sí, pero no creo que realmente sea algo en lo que uno hace por miedo a la muerte o por quedar en la memoria, no lo siento yo desde ese lado.

 Una reflexión para quienes coqueteamos con la literatura, ¿qué nos dice?

Que vale la pena, que es importante en este momento más que nunca, porque estamos librando una guerra de desinformación, y una información fatua, como he dicho varias veces en la entrevista, nos lleva hacia un terreno que no es el nuestro, sino que está programado por ciertos intereses mundiales.

Entonces la literatura es esa boya y esos ladrillos que se requieren para que la sociedad se siga construyendo y nuestros países sigan abarcando lo que somos. Pienso que vale la pena, si pelean diez personas, si pelean cien personas, vale la pena luchar.

Yo no me creo una persona con talento, yo me creo una persona muy perseverante, y después de más de veinte años de perseverar, he desarrollado técnicas y he desarrollado textos que son fácilmente digeribles y motivan a leer.

Lo que les invito a todos es a perseverar. El cerebro se va formando solo en esa capacidad narrativa y uno no se va dando cuenta. No se es consciente de eso hasta que publica y luego te empiezan a leer miles.

Eso va pasando solo si perseveras, leyendo, escribiendo, leyendo, escribiendo, leyendo, escribiendo, lo que sea, y lo que sea sirve al final.

¿Qué le hubiera gustado que yo le hubiera preguntado?

La verdad todas las preguntas han sido bien precisas y me han ayudado a contar lo que tengo dentro: Me encanta hablar de esto.

Javier, muchas gracias por sus palabras, por su contar, por su decir, y espero que venga muy pronto a Colombia para que lo conozcan más fuera de la capital, y esté en otros territorios colombianos para que puedan saber de usted, de su oficio y de lo que hace.

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