sábado 15 Nov 2025
-

LA NOCHE DE BODAS MÁS LARGA DEL HILTON

19 octubre 2025 10:18 pm
Compartir:

Iván Restrepo R.

Bogotá anochecía envuelta en esa neblina que todo lo perdona, incluso los errores de calendario. Para esas calendas, año 1980 o 1981, era yo para entonces el Gerente Nocturno del Flamante Hotel Bogotá Hilton (el de la Séptima con calle 32); una especie de vigía de los sueños ajenos, encargado de que las historias no se desbordaran más allá del minibar.

Aquella noche, justo antes de que las campanadas anunciaran el nacimiento de un nuevo día, llegó una pareja que parecía salida de un cuento mal contado por Cupido. Él, un estudiante de medicina de la Universidad Nacional, haitiano de sonrisa ancha como una mazorca de maíz y con un español tambaleante; ella, una muchacha de Boyacá con trenzas de misa y mirada de milagro. Se habían casado en lamisma mañana de ese sábado en una notaría que olía a papel carbón y arroz lanzado antes de tiempo.

Los acompañaban sus compañeros de universidad, una delegación alegre y famélica que entre todos habían reunido lo suficiente para pagarles una noche de bodas en el hotel. Una noche. No dos, ni una y media. Una, porque en la contabilidad estudiantil el amor y el dinero se miden por horas, no por tarifas.

Subieron a la habitación tomados de la mano como quien entra al paraíso, sin saber que en la hotelería la regla universal es: Check Out o salida es antes de las 12 del día o a más tardar la 1pm, mientras que el check In es después de las 3 pm. Una vez registrados, dejaron en la recepción una sonrisa, una esperanza y un mundo de ingenuidad. 

Pasó el sábado. Pasó el domingo. Y cuando el reloj del lobby marcaba las once y media de la noche del segundo día, se aparecieron por la Recepción otra vez, radiantes y agradecidos, con sus maletas llenas de sueños y sus promesas aún sin estrenar. “Venimos a entregar la habitación“dijo él con solemnidad de médico a punto de graduarse—. Llegamos ayer a las once de la noche y hoy son las once. Veinticuatro horas, ¿no?

El recepcionista de turno me miró buscando auxilio, como si el manual del Hilton tuviera un capítulo sobre el amor con cronómetro. Según el sistema, la habitación debía cobrarse por dos noches: una aritmética tan cruel como inevitable; pero frente a mí tenía a estos dos recién casados que creían que el tiempo del amor se contaba distinto, que una noche duraba lo que dura la ilusión.

Yo, que a la fecha he visto más de mil check-outs y ningún milagro, decidí que aquella sería la excepción. Firmé el check out o salida por una sola noche, y en la casilla de observaciones escribí: Se cobra solamente una noche, la segunda noche cortesía del Hilton, en aras del amor”.

Salieron abrazados, convencidos de que todo en el Hilton era tan amable, tan grandioso como su luna de miel. Los vimosperderse en la niebla bogotana, él con su maleta remendada, ella con su ramo ya marchito, y pensé para mis adentros: Tal vez el amor verdadero no dura toda la vida, pero a veces basta con que dure una noche… aunque cueste dos.

hasta la próxima,

[email protected]

Te puede interesar

Lo más leído

El Quindiano le recomienda