Por cerca de dos meses a Alberto lo afectaba un agobiante enrojecimiento en sus pies, se acompañaba de ardor y picor que lo sacaban de quicio, para ser sinceros le había alterado su tranquilidad. Había asistido en tres ocasiones al médico; el diagnóstico había sido concluyente “pie de atleta”. Una afección generalmente producida por hongos y en la mayoría de los casos de fácil resolución; pero en Alberto ni los antibióticos, ni las cremas ni las lociones habían hecho efecto, era una situación desesperante.
Alberto confiaba mucho en la sapiencia de su abuela Lola, tenía todos los créditos de sabiduría en su familia, cuando le contó su angustiosa situación, la abuela Lola enternecida le dijo:
“Mijito no se preocupe, la solución es muy fácil, usted coge un grano de maíz crudo, te haces una cruz que cubra toda la planta del pie, igual en el otro pie. Los dos granos de maíz los echas en una bolsa negra y lo debes llevar a un lugar al que nunca más regreses”.
Alberto no dudó de su abuela Lola, solo reforzó la orden, no haciendo una cruz sino tres cruces en cada pie, en total seis maíces que depositó y sello con una cinta transparente en una bolsa negra, buscó un pequeño rio en el campo con el que suponía no se volvería a cruzar.
Dos semanas después, Alberto estaba completamente sano, sin enrojecimiento, sin prurito sin ardor; cubrió de besos y abrazos a su abuela Lola, jamás volvió a cruzar por aquel sitio ni volvió su enfermedad. En este punto seguramente amigo lector usted habrá dedicado una sonrisa compasiva por Alberto, por su abuela Lola y por este columnista por permitir que la vida nos entrampe tan ingenuamente. Pero no olvides ¡el paciente se curó!
En el campo médico el valor del placebo es tan indiscutido que actualmente en la investigación clínica de cualquier sustancia que se vaya a patentar como un nuevo medicamento tiene que pasar por rigurosas pruebas de efectividad. La sustancia tiene que vencer en eficacia al placebo.
El placebo tiene la misma apariencia externa que la sustancia a investigar, pero está hecha de azúcar si la sustancia es oral, o de agua destilada si es un producto a aplicar subcutáneo o intramuscular, en todo caso ni el paciente ni el investigador saben si el sujeto está tomando la sustancia investigada o el placebo (estudio a doble ciego).
Estudios con neuro imagen han mostrado que el placebo puede activar las mismas regiones cerebrales que un medicamento real: corteza prefrontal, amígdala y núcleo accumbens y se liberan neurotransmisores como endorfinas y dopamina vinculados con el alivio del dolor y el bienestar.
No existe un porcentaje fijo universal sobre los efectos favorables del placebo, diversas revisiones sistemáticas (como las de Cochrane Collaboration) estiman que el efecto placebo puede explicar entre el 15% y el 35% de la mejoría clínica (uno de cada tres pacientes podría experimentar una mejoría significativa por el efecto placebo).
El tamaño del efecto depende de varios factores como: la expectativa del paciente, la forma de administración y el contexto cultural y ritual del médico.
Pero, más allá de si el placebo es una pastilla de azúcar, un grano de maíz o un cálido abrazo de tu médico, hay una realidad irrebatible: ¡La capacidad de tu cuerpo para auto sanarse!
Uno de los científicos que más ha trabajado el poder del cuerpo, reentrenado su mente, logrando miles de sanaciones en todo el mundo es el Gurú espiritual Joe Dispenza, con la venia de nuestro director trataremos el tema el próximo jueves.