Quisiera hacer caso omiso de los discursos violentos de Gustavo Petro, MamertosO, Vicky Dávila, Miguel Uribe Turbay, Segundos la verdad, Adriana Veterin, María Fernanda Cabal, Álvaro Uribe, Paloma Valencia, La Fiscalía, etc. Voy a hacerlos a un lado y voy a soñar con un mundo mejor; no importa que me tilden de romántico o iluso.
Soñar un mundo ideal es una forma de reflexionar sobre los valores y objetivos que deseamos para la humanidad; me atrevo, sin miedo, a presentar algunos elementos que podrían caracterizar un mundo con el cual soñar y, de paso, dejar descansar nuestras almas:
Un mundo donde la paz y la seguridad sean una realidad para todos, sin conflictos armados ni violencia.
Un mundo donde todos tengan igualdad de oportunidades y sean tratados con justicia y respeto, sin discriminación ni opresión.
Un mundo donde se proteja y conserve el medio ambiente para las generaciones futuras, con un desarrollo sostenible y responsable.
Un mundo donde la educación y el conocimiento sean accesibles para todos, sin barreras económicas ni sociales
Un mundo donde todos tengan acceso a la atención médica y a una vida saludable, sin sufrimiento ni dolor innecesario.
Un mundo donde se celebre y se respete la diversidad en todas sus formas, con inclusión y aceptación de las diferencias.
Un mundo donde la cooperación y la solidaridad sean valores fundamentales, con países y comunidades trabajando juntos para abordar los desafíos globales.
Lo expresado es solo un ejemplo, el cual puede ser enriquecido por cualquier lector optimista que piense que es posible soñar con un mundo mejor y hacer algo o contribuir, de alguna manera, a alcanzarlo. Lograr un mundo ideal requiere esfuerzos individuales y colectivos; sin embargo, deben llevarse a cabo acciones que apunten a este fin, como: educación y conciencia, cooperación y colaboración, desarrollo sostenible, justicia y derechos humanos, innovación y tecnología, cultura de paz, liderazgo y ejemplo, aprendizaje continuo, unión y solidaridad.
Cada acción cuenta y el cambio puede comenzar en nuestra comunidad o en nuestra vida particular; no queda mucho tiempo para dejar de lamentarnos.