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Kilosofías / Un bel morir y un político pobre

14 junio 2025 9:21 pm
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Pedro Elías Martínez

Para los estoicos la vida es una preparación para la muerte, no existe la una sin la otra y no se puede entender la muerte sin entender la vida.
Todo el tiempo luchando
para que la vida y la muerte no se junten.
Y ellas viven en complicidad: Ambas nos matan.
La humanidad acostumbra hablar en broma de la muerte, pero toma la vida demasiado en serio, como si fuéramos a salir vivos de aquí. Cuando a Sócrates le contaron que había sido condenado a muerte, dijo: «La naturaleza ha condenado a mis jueces a la misma pena». Hablando de la partida final, François Mauriac escribió: «La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y los inmortaliza en el recuerdo».
Después de la partida de alguien, adquieren relevancia sus escritos, sus silencios, sus ideas y actitudes ante la vida, hasta sus errores. «Aceptar la muerte —que llega tarde o temprano— alivia el camino, pues lo único que nos aleja de ella es el tiempo». (Borges).
Las primeras palabras motivan alegría y las últimas generan reflexión. Hablando de últimas palabras, hay coleccionistas de frases de cierre de la vida de escritores, artistas y personajes de un bel morir, como decía León de Greiff.
El profesor Google trae memorables despedidas:
La de Beethoven: «Aplaudan, amigos, la comedia ha terminado».
Goethe: «¡Luz! ¡Más luz!».
Bolívar: «¡Vámonos, vámonos! ¡Esta gente no nos quiere!».
Nerón: «¡Qué artista pierde el mundo!».
Lord Byron, autor de «Las peregrinaciones de Childe Harold» murió en Grecia en 1824: Su último verso: «Ahora me iré a dormir».
El Jetón Ferro (Antonio María Ferro Bermúdez), fundador de la Gruta Simbólica, tuvo oportunidad de redactar su epitafio antes de morir en 1952. Fue enterrado en la isla del Santuario, en la laguna de Fúquene, donde vivía. En su tumba aparece lo siguiente:
«Aquí yace el calavera
que ordenó y dejó dispuestos
los bienes a su manera,
y a la gruta verdadera
tiró sus últimos restos».
Descartes escribió al término de su existencia: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron».
Antón Chéjov, autor de cuentos inmortales, le dijo a los que estaban cerca: «Hace tanto tiempo que no bebo champán…»
Cuando Alejandro Magno estaba muriendo, sus generales lo rodearon para preguntarle a cuál de ellos le dejaba su imperio: «¡Al más digno!», fue su indicación final.
El gran Leonardo Da Vinci, dijo al partir: «He ofendido a Dios y a la humanidad, porque mi trabajo no ha alcanzado la calidad que debería».
Franz Kafka, autor de «La metamorfosis», moría de tisis y el médico no quería darle la dosis de morfina que pedía. Kafka le dijo con voz tenue: «¡Mátame! ¡O serás un asesino!».
El pintor Salvador Dalí se despidió preocupado: «¿Dónde está mi reloj?».
El sacerdote que confesó a Charlie Chaplin en su lecho de muerte, le dijo: «Que el señor se apiade de su alma». Y Chaplin contestó: «¿Por qué no? Después de todo, le pertenece».
Y la última exclamación de la princesa Diana de Gales: «Dios mío, ¿qué ha pasado?».
En contraste, el adiós de nuestro héroe de la Independencia, el general Hermógenes Maza, tuvo una ligera untada de realismo mágico. Se volteó contra la pared diciendo: «¡Ahí les dejo su mundo de mierda!».
*
Audio con música de doña IA:
ÚLTIMO DISCURSO DE UN POLÍTICO POBRE

https://drive.google.com/file/d/1VgakLChPM8jeG46rnC90p6PYQRsc-wsb/view?usp=sharing

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