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FILOSOFAR ES PENSAR, CONSTRUIR CULTURA Y VIDA SOCIAL

5 junio 2025 10:32 pm
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Las reflexiones de Kant ¨no se aprende filosofía, si no se aprender a filosofar¨ y ¨no se debe enseñar pensamientos, si no a enseñar a pensar a constituir una fuente de orientación pedagógica para la enseñanza de pensamiento crítico.

Dar respuesta a esta formación al por qué enseñar a filosofar, es un saber que tiene la particularidad de cuestionar no sólo nuestras propias ideas, sus fundamentos, sino su presencia en toda la formación educativa del ser.

   Normalmente no se interroga la importancia de las matemáticas, las ciencias naturales o la educación física, pero si se hace con la filosofía y la pedagogía.

   La presencia en la educación del filosofar, desde el preescolar hasta la superior, permite que los estudiantes puedan desarrollar desde el conocimiento las problemáticas sociales, científicas, humanas, etc., habilidades para el debate, la crítica, el diálogos, la confrontación, la emoción, el asombro, la creatividad y el respeto por las ideas, son el espacio apropiado para que la experiencia del pensar crítico, permita el desarrollo de competencias y desempeños, que, para lograrlo, hay que buscar la empatía y la simpatía con el pensador y su pensar, para pensar desde su pensar y poder pensar desde nuestro pensar.

   Los programas son un instrumento, no un fin. Educar con filosofía y pedagogía, es un aporte para construir sentido de vida y hacer aporte a la cultura, a la sociedad, a la familia y así mismo, es una construcción cultural.

   Profesarla, implica poseer una base de conocimiento y a estar dispuesto a dejarse cuestionar cada día, por las innumerables manifestaciones de la vida y del desarrollo humano que se dan en las instituciones y fuera de ellas.

   Filosofar, es aprender a pensar por sí mismo, conocer a profundidad nuestros propios saberes, tomar conciencia de las etapas de nuestra vida y de nuestra realización personal, para entender y comprender dónde y cómo asumimos nuestros compromisos, nuestras acciones sociales, políticas, religiosas.

   Su aporte, nos ayuda a ordenar nuestra forma de pensar   y tener una actitud reflexiva, que permita diferenciar cuando nos utilizan y cuando nuestras decisiones son el producto de pensar por sí mismo.

   El aprehender a filosofar, nos hace reconocer los defectos de la razón, para corregirlos. Filosofar es el saber que transforma a los hombres, moviéndonos cada día a una mayor superación, a no dejarnos llevar por la inercia y por los problemas resueltos de la ciencia, de las ideologías o posiblemente de la ignorancia.

   Nos abre horizontes pedagógicos, científicos, especialmente en la formación de maestros, ofrece incentivos que motivan al maestro en formación, encontrando en ella herramientas para el ejercicio pedagógico, porque tanto la filosofía como la pedagogía nos exige el ejercicio de aprender a pensar por sí mismo, no hay opción filosófico–pedagógica que no lleve una concepción de mundo, de hombre y de saber desde lo nuestro y para lo nuestro.

   Se trata, no solamente de aprender qué han pensado otros, sino en ejercitar la capacidad de argumentación, para dar sentido a las circunstancias y sobre todo a la forma de actuar.

   Se pretende es el desarrollo del pensar crítico, a la argumentación, la relación y la disertación, entendida como la facultad de comprender y producir diferentes criterios que respondan a las situaciones de lo conocido y su contextualización.

   Para el desarrollo de formar para la vida, supera el de logros o competencias impuestas e interesadas, es necesario buscar que las personas progresen en el dominio de las destrezas básicas: amor, respeto, compromiso, responsabilidad, autodisciplina, voluntad, escuchar, hablar, leer, escribir, ser, hacer, sentir, pensar, crear, transformar.

   El saber filosofar, es asegurar la práctica de las funciones básicas: la reflexión elemental, la reflexión crítica. el asombro, el preguntar y las representaciones como instrumentos universales de comunicación para recibir y crear ideas, saberes.

   El lenguaje está vinculado al pensamiento y al conocimiento para comprender que es el mundo, el hombre y el conocimiento, creando historia y no repitiendo historia. Su aprendizaje debe promover la praxis consciente, la experiencia, en su desempeño en la vida social, familiar e institucional.

   El sentido, de aprender a filosofar, es encontrar otras dimensiones para vincular el pensamiento con la vida, con nuestras capacidades, con las emociones y acciones cotidianas, con el pasado, el presente y el camino para buscar su transformación.

   La misión es la de volver con todo nuestro ser, como espíritu encarnado, a la realidad concreta, para vivirla describiéndola, entender o interpretar su sentido, el sentido de su existencia para asumirla y sentirnos más humanos.

   Un hombre culto comprende mejor el mundo, su mundo, que al comprenderlo actúa mejor y su vida será feliz. Si este es el resultado del filosofar y del pensar por sí mismo, es parte obligada de la cultura de un ser humano, sin tener que llegar a especializarse.

   Si, el hombre o la mujer, no pueden llegar a ser expertos, pero, si logran tener las ideas claras de las cosas importantes del mundo, de su mundo, del hombre, de la ciencia, de la tecnología, la sociedad, les permite realizarse y avanzar en su medio social, familiar, institucional, político, científico, profesional e irse formando hacia el ser, el sentir, el saber, el hacer y el transformar.

   Enseñar a filosofar es más que trasmitir conocimientos, es inducir a reflexionar sobre ellos mismos para saber: ¿qué es el conocimiento? ¿para qué sirve? y cómo actuar, para darle una bofetada al dogmatismo, a los paradigmas establecidos y abrirle las puertas a la dialéctica, al desequilibrio en concordancia con el ser. Ni siquiera en filosofía puede el pedagogo ofrecer su método. El alumno debe encontrar el suyo, no importa si más adelante tiene que cambiar de opinión, así sea doloroso. Se corren riesgos, sí, pero ningún pensador puede eludirlo.

   ¿Se puede, entonces, filosofar, pensar por sí mismo y ser crítico?

   La respuesta es positiva y para ello el maestro debe pensar por sí mismo también, para inducir al estudiante a que forme su propio criterio, e invitarlo a repensarlo, cuestionarlo permanentemente, pero nunca debe imponer su propio criterio. El auténtico pedagogo es el que respeta al otro, lo trata como igual. Es lo que le da un verdadero sentido democrático a la pedagogía y el que abre caminos y posibilidades para una renovación profunda del sistema educativo.

   Se puede decir que es tan íntima la relación entre el filosofar y el proceso pedagógico, que, sin ella, nos lleva a formar autómatas, títeres de la ciencia o de la técnica, pero nunca personas que puedan dirigirse a sí mismas, mucho menos dirigir a otros, ser pedagogos.

   Hacer una educación, no es otra cosa que una pedagogía que enseña a pensar críticamente lo que otros dicen, por profundo que pueda ser su pensamiento. No es rechazar lo que otros dicen por profundo que sea el pensar de los grandes sabios, los grandes filósofos de la humanidad, ni de los pequeños tampoco. Pero si solo repetimos lo que ellos dicen, nos deja frustración, nos lleva al abismo del fracaso sin comprometernos como seres humanos como verdaderos pedagogos.

    La transformación requiere un esfuerzo colectivo donde estudiantes, docentes, sociedad y autoridades se comprometan a innovar. Solo así, las instituciones podrán cumplir su doble función: formar profesionales de excelencia y ciudadanos responsables capaces de liderar el cambio social en un mundo interconectado

   Para que este desempeño del filosofar y del pensamiento crítico se logre, no hay que iniciarlo desde el grado diez, sino, desde el preescolar, como lo dice M Lipman, “Si queremos ciudadanos que piensen por sí mismo, tenemos que enseñar a tener niños y niñas, que piensen por sí mismo”.

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