martes 17 Jun 2025
Pico y placa: 7 - 8

Charlas con un maestro sammasati. La iluminación, un camino individual

30 mayo 2025 12:17 am
Compartir:

En un mundo que a menudo nos empuja a la conexión constante y a la responsabilidad colectiva, surge una reflexión profunda y, para algunos, controversial: ¿es una trampa la idea de permanecer anclados a la ‘fisicalidad’ hasta que «todos nuestros hermanos alcancen la iluminación»? Este pensamiento nos invita a cuestionar las narrativas dominantes sobre el altruismo y la salvación, sugiriendo que detrás de ellas podría esconderse una agenda de control por parte de ciertas élites.

La ilusión de la salvación colectiva.

La premisa según la cual «nadie puede salvar a nadie» es una verdad contundente y a menudo difícil de aceptar. En un nivel fundamental, el camino hacia el despertar o la iluminación es intrínsecamente personal. Cada individuo transita su propio sendero, enfrenta sus demonios internos y descubre sus verdades a su propio ritmo. La idea que debemos ‘esperar’ a otros o que nuestra propia trascendencia depende de la de los demás, puede ser una carga inmensa y, paradójicamente, un impedimento para el propio crecimiento.

Esta noción de «salvación colectiva» o de «quedarse atrás por el bien de los demás» puede ser astutamente utilizada. Si se nos inculca la creencia de que nuestro propósito es rescatar a otros, se genera una dependencia y una dilución de la responsabilidad individual. Las élites, entendidas como grupos de poder que buscan mantener un statu quo, podrían beneficiarse de una población que se siente moralmente obligada a permanecer en un estado de ‘espera’ o ‘sacrificio’, en lugar de buscar su propia liberación y empoderamiento. Una población que se siente responsable de la iluminación de otros, es menos propensa a cuestionar las estructuras de poder que la mantienen en un estado de ‘fisicalidad’ limitante.

El camino individual, solitario pero poderoso.

El camino hacia la iluminación es, en esencia, individual y a veces solitario. No se trata de egoísmo, sino de una comprensión profunda que la transformación viene de adentro. Cada persona debe encender su propia chispa interna, encontrar su propia guía y caminar con sus propios pies. Intentar ‘salvar’ a alguien sin su voluntad, sin su compromiso activo en su propio proceso, es un esfuerzo fútil y agotador. Es como «sembrar rosas de clima frío en el desierto»: una acción bien intencionada pero desprovista de las condiciones necesarias para florecer.

Las rosas necesitan un ambiente propicio, y el crecimiento personal requiere una voluntad genuina y un esfuerzo consciente por parte del individuo. La verdadera ayuda y el apoyo se manifiestan cuando el otro está dispuesto a recibirlo y a participar activamente en su propio proceso. Forzar la iluminación o arrastrar a alguien hacia un camino que no ha elegido, no sólo es ineficaz, sino que puede generar resentimiento y resistencia.

Liberarse de la trampa.

Reconocer este pensamiento no implica una falta de compasión o de deseo de un mundo mejor. Al contrario, nos invita a una forma de ayuda más auténtica y efectiva. Cuando cada individuo se enfoca en su propio crecimiento, en su propia iluminación, se convierte en un faro de luz por sí mismo. La radiación de esa luz personal es mucho más poderosa y contagiosa que cualquier intento de ‘salvar’ a otro desde una posición de sacrificio o dependencia impuesta.

Liberarse de la idea que somos responsables de la iluminación de otros, nos permite enfocarnos en nuestra propia evolución. Al hacerlo, inspiramos a los demás a tomar las riendas de su propio camino. El verdadero cambio colectivo surge no de una obligación impuesta, sino de la suma de innumerables caminos individuales que, al florecer, iluminan el sendero para todos. ¿Crees que esta perspectiva individualista de la iluminación es más liberadora o, por el contrario, nos aleja de una necesaria interconexión? Lo que creas es correcto.

Tashi delek para todos y todas.

*    Lama sammasati para Latinoamérica.

Te puede interesar

Lo más leído

El Quindiano le recomienda