El puente helicoidal que señala el final de la vía La Línea en el sentido Cajamarca-Calarcá, se ha convertido, desde su inauguración, en un símbolo de tragedia y de muerte. Se nos olvidó ya el número de los accidentes que se han provocado en este sitio desde que se puso al servicio, lo cierto es que ha generado muchos muertos, heridos y carros destruidos.
Lo que no se nos olvida son los reclamos de la comunidad y de los expertos, que han solicitado una intervención real por parte de INVÍAS para contener esta cantidad de accidentes que se presentan en este tramo de la vía llegando al casco urbano de Calarcá en el descenso de La Línea.
Frente a esos reclamos, INVÍAS ha actuado, acentuando la señalización, haciendo campañas de disminución de la velocidad, recomendando bajar con freno de caja de cambios, y ubicando algunos controladores viales. Pero nada de eso ha servido en forma general. Los accidentes continúan.
La muerte de diez personas, estudiantes, profesores, administrativos de la Universidad Alexander von Humboldt en un accidente de un bus donde viajaban 26 personas, el pasado sábado, debe de ser el campanazo final para que se halle una solución definitiva a esta tremenda accidentalidad, que nos deja siempre tristes, acongojados y apesadumbrados.
Es cierto que las condiciones del bus donde viajaban los estudiantes y profesores pudieron contribuir con el accidente, pues una falla de frenos debería de ser controlada antes del viaje con una minuciosa revisión técnico mecánica. Pero los viajes traen improvistos, y este tipo de accidentes se pueden registrar, más en una zona de la vía donde se tiene que hacer uso de forma regular de este elemento: los frenos.
Sin embargo, más allá de las fallas humanas y mecánicas, el Estado tiene la responsabilidad de presentar una vía en condiciones mucho más segura. Y, así nos expliquen que la vía lo es, los accidentes con tanta frecuencia nos están indicando lo contrario. Es el momento de la reflexión, de los análisis técnicos y científicos por parte de expertos de INVÍAS, para valorar la verdadera condición de seguridad de este tramo de la carretera.
En el Quindío el puente helicoidal en Calarcá se convirtió en sinónimo de muerte. Muchos viajeros ya tienen una narrativa del descenso cuando llegan al sitio en su viaje desde Cajamarca o desde los lugares circundantes. Y en esas narrativas, se incluye el miedo, el terror de encontrarse con un bus o con un tractocamión desbocado, sin frenos, que los pueda arrasar.
Hay propuesta, que no sabemos sí son lo suficientemente técnicas, como dejar este tramo subiendo, en el sentido Calarcá-Cajamarca, y habilitar el tramo contrario, el que ahora es de subida, para dejarlo como de descenso, Cajamarca-Calarcá, que durante muchos años funcionó sin accidentalidad, o por lo menos casi no conocida.
Lo que el Quindío reclama es una solución de fondo, no paños de agua tibia, porque no queremos seguir viendo morir allí a nuestros seres queridos y a los de muchos colombianos, por la imperfección de una vía que la dirección de INVÍAS no quiere reconocer.
Helicoidal no puede seguir siendo sinónimo de muerte.