José A. Soto
“se hizo cada vez más evidente que el obstáculo real para la innovación es que la gente tiene miedo a fracasar” Samuel West, creador del museo del Fracaso.
“El borrador es para la gente que se equivoca, yo no tengo borrador porque yo no me equivoco nunca” decía alguien cierta vez que buscaba quien tuviera una gomita mágica que servía para hacer desaparecer los errores cometidos al escribir o al dibujar.
Otro de los presentes en aquel momento completó la frase diciendo que “efectivamente quienes se equivocaban eran los demás” y así solemos pensar, que nosotros no nos equivocamos, que son los demás quienes lo hacen.
En algunas ocasiones no bastaba con el borrador, había que repetir la página porque el borrador dejaba huella si no estaba bien limpio o si se le agregaba saliva parta intentar borrar lo que se escribía con tinta de lapicero.
Es muy común evitar dejar huellas de nuestras equivocaciones, lo recomendado es parecer que somos infalibles y que no hemos errado. Tal es el afán de que nos vean sin fallos que llegamos al extremo de no intentar cosas por miedo a fallar. Ese es el escenario perfecto para no cometer errores, si no intentamos no fallamos, más fácil, difícil.
El borrador como metáfora nos permite volver a hacer, rectificar, volver a empezar. El error, a su vez, nos muestra lo que no hemos hecho bien para dejarnos la enseñanza que el éxito no muestra.
En la actualidad, sobre todo en la práctica de la escritura a mano, muy escasa, por cierto, no se borra, se tacha, se reniega del error y se sobrescribe en gesto más de rechazo que de aceptación.
Una de las muchas razones por la que el éxito es tan escaso (recordemos que el triunfo es una excepción, que en la vida son más la veces que perdemos que las que ganamos) tiene que ver con ignorar las razones del fracaso, pues como dice Cristoph Seckeler, catedrático de Estrategias de Emprendimiento de la Escuela de Negocios ESCP, de Berlín, “la gente humilde ve el valor que tienen los errores y la información que proporcionan de cara a aprender”
El discurso aquel de la Mente Ganadora, no depende de que cada mañana nos levantemos pensando en ganar, depende de transformar los errores que una vez reconocidos se convierten en oportunidades, es decir, aprender de los fracasos para no tener que volver a empezar de cero, sino como parte de la lección aprendida, la de las cosas que no debemos repetir.
Volviendo a las metáforas, no estaría mal llevar el borrador amarrado al pantalón, como en la infancia de los que ahora somos mayores, como alerta para enmendar errores y con la certeza de no perderlo nunca.