A finales de 2014, cuando Carlos Alberto Castrillón coordinaba con Zahyra Camargo y Graciela Uribe, profesoras de la Universidad del Quindío, mi antología de cuentos para su publicación en la Biblioteca de Autores Quindianos, me comuniqué con el académico para preguntarle si podía dedicarle mi libro a Yaneth Cárdenas, mi amiga y propietaria de la librería El Quijote quien había fallecido en julio de ese año. Carlos apoyó la idea y de ese modo pude rendirle un mínimo, pero sentido homenaje a ese gran ser humano que ayudó a promover la cultura en nuestra ciudad.
Su esposo y sus dos hijas asistieron a la presentación del libro, quizás el único homenaje público que se le rindió a Yaneth, quien merecía muchísimos más. En vida había sido muy popular y su hermosa librería en el centro de Armenia, era frecuentada por todo aquel que apreciaba los libros, el carisma y sabiduría de su dueña.
El próximo 15 de julio se cumplirán 11 años de su ausencia. Con su partida, la librería de Yaneth desapareció y sus parientes, que heredaron los libros, manejan actualmente dos más pequeñas, con nombres alusivos, pero no con la misión que se había impuesto Yaneth.
Conocí a Yaneth Cárdenas en la década de los 90s a través de profesores y maestros con quienes ella colaboraba asiduamente. Se había ganado el respeto de la docencia tanto en escuelas públicas y privadas como en instituciones educativas y universitarias. Con la creatividad y generosidad que no se encontraba en otros libreros, exhibía mis libros y los de otros autores locales, y los promovía desinteresadamente en actos culturales, en los cuales tuve el privilegio de participar en varias ocasiones y en donde se congregaba la crema y nata de la intelectualidad quindiana.
Yaneth luchó como una campeona contra la escabrosa enfermedad que es el cáncer. La última vez que nos vimos cargaba cajas de libros con destino a su pequeña sucursal en el aeropuerto El Edén. “Yo tengo la enfermedad, la enfermedad no me tiene a mí”, me dijo.
Vivió plenamente sus últimos días, dando ejemplo de valentía e inspirando admiración en sus conocidos. Buscó la paz y el equilibrio en la medicina holística, la meditación y la oración, preparando su espíritu para el viaje final.
¿Cuánta gente conoció a la guardiana de los libros o pasó por ese templo situado en la 14 que era El Quijote? ¿Cuántos recibieron su calor humano? ¿Cuántos tuvieron el privilegio de su amistad? Porque es la calidad y no la cantidad lo que decide el número de amigos. Una sola persona que beneficie a otra, justifica ambas existencias en el acto. Y Yaneth lo hizo en grande. Su actividad era una fuente de educación y fortaleza espiritual en medio una comunidad que debe aprender a reconocer su potencial y recursos intelectuales. La nuestra es una sociedad capaz de sobrevivir un terremoto y una pandemia, pero su memoria es frágil.
Mientras en la ciudad algunos miden el éxito en número de goles, en pesos, dólares, belleza superficial, temporal y pasajera, las personas como Yaneth lo miden por el amor a su familia, a los libros, al arte, a la música, a sus congéneres y el talento para embellecer la vida y el mundo. Son aquellos que de verdad construyen la paz, como ella lo hacía.
Recuerdo a Yaneth especialmente porque su instinto, su capacidad para dar y apreciar la vida inspiraba a muchos. Y esto es lo que la hace un personaje inolvidable.
Yaneth Cárdenas (1963-2014)
Fundadora de la librería El Quijote y por mucho tiempo pilar indispensable d la literatura quindiana.
Por su generosa dedicación a promover la cultura y en el camino dar una necesaria voz de aliento a autores y artistas regionales.
Con gratitud eterna
Gloria Chávez Vasquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos