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BITÁCORA CULTURAL/ Cuando los homenajes tienen características de funeral

Judith Márquez, Autorretrato, 1955. Fuente: Wikipedia.
11 mayo 2025 9:44 pm
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Samaria Márquez Jaramillo

Los homenajes tienen características de cortesía a fallecidos cuando son ceremonias solemnes  diseñadas para honrar tardíamente la vida y obra de una persona que ya está cansada de las agresiones a su nombre , el maltrato a su obra y criticas totalmente fuera de lugar, tales como al olor o color de sus vestidos, sistema con el que se agrede a quien por ser mujer, tener ochenta años y haber dedicado su vida al buen desarrollo del arte y la Literatura en este departamento no deberían  ser ocasión  para el hazmerreír y si razones para ser respetada y rescatada de la regional infravaloración que aumenta su sinsentido de la existencia.

Durante siglos, se consideró que el arte era una actividad masculina y que las mujeres no eran aptas para ser artistas de renombre. Este prejuicio se tradujo en la negación del acceso a la educación artística, a los talleres y a los espacios de exposición. El olvido infringido a las mujeres artistas en la historia del arte se debe a una combinación de factores, incluyendo prejuicios sociales, falta de acceso a la educación, entre otros. Además, incluso cuando lograban crear obras de arte, a menudo se les negaba la posibilidad de exponerlas en los museos y galerías. Para la muestra sirve un botón: Débora Arango (1907-2005), Judith Márquez (1929-1994), Feliza Bursztyn, Bogotá, 8 de septiembre de 1933 – París, 8 de enero de 1982.

A pesar de su importante contribución a la literatura nacional, autoras como Sofía Ospina de Navarro, Albalucía Ángel y escritoras de teatro como Amira de la Rosa, fueron olvidadas por el canon literario. La historia del arte tradicional minimiza la importancia de las mujeres artistas, lo que acelera al olvido y disminuye la permanencia de su obra, aunque en las últimas décadas hubo un esfuerzo por recuperar la historia de las mujeres artistas y visibilizar su trabajo. Sin embargo, el prejuicio y la invisibilización siguen siendo pan nuestro de cada día a pesar de los esfuerzos por revisar las obras de las artistas que la historia condenó al olvido. Pero, escarbar en el pasado no restituye o alivia lo padecido por aquellas mujeres que hoy habitan el reino de la muerte y que en vida contribuyeron a mejorar la calidad del arte y colocarlo por la vía adecuada. Nada, ni protestas, ni rasgaduras de camisas borran la historia de escarnios que sufrieron quienes vivieron para probar que el arte enaltece a un país, ellas son   Débora Arango (1907-2005) Judith Márquez (1929-1994), Feliza Bursztyn (1933- 1982), todas ellas mujeres destacadas en el arte colombiano y a quienes se les debe un homenaje diferente .

Por ejemplo, la coterránea Judith Márquez, nacida en 1929, muerta en 1994, oriunda del Viejo Caldas, Chinchiná, caldense como éramos todos los nacidos antes de 1966, año de la fundación del departamento del Quindío. Esta investigación se propone rescatar la importancia que Márquez tuvo para el campo artístico colombiano al ser la primera mujer que incursionó en el campo de la abstracción en Colombia y una visionaria gestora cultural, a quien se le debe rescatar su obra y reconocerle cuánto cerca estuvo de los quindianos y que, sin embargo, jamás ha sido reconocida y ahora 31 años después de su muerte se debe rescatar del olvido cruel y desagradecido y recordar la frase de Simone de Beauvoir: “El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa la situación de discriminación en la que vive el resto: los desfavorecidos».

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