El Papa Francisco ha muerto. Después de cumplirse la ceremonia de sus exequias, comenzó la cuenta regresiva y ya se dio inicio al cónclave, en el cual será elegido el nuevo Papa, el sucesor de Pedro en la tierra, quien asumirá la conducción de la Iglesia Católica, la piedra angular sobre la cual Dios edificó su iglesia.
El sumo pontífice es el último rey absoluto de Europa; su autoridad y sus decisiones no pueden ser cuestionadas por nadie al interior del Vaticano. A través de sus encíclicas, da las órdenes sobre hacia dónde debe conducirse la iglesia en el mundo. El Papa no solo es la cabeza de la religión católica, sino que también es jefe del Estado más pequeño del mundo, “El Vaticano”. Por ello, las decisiones que toma tienen también efectos políticos, ya que, hasta el último sacerdote del pueblo más alejado del mundo, está subordinado a la autoridad vaticana y a las instrucciones que manda el Papa a través de sus cardenales y obispos en las diferentes arquidiócesis de cada país.
Conclave es una película de suspenso psicológico, dirigida por Edward Berger y escrita por Peter Straughan, basada en la novela homónima de Robert Harris, “Conclave: el poder de Dios. La ambición de los hombres”. El trono de San Pedro está vacío; la Iglesia Católica se ha quedado sin un líder. Y ahora se prepara el cónclave (cerrado con llave), donde en el Vaticano se van a encerrar 130 cardenales (los príncipes de la Iglesia) para decidir quién va a ser electo como el nuevo sumo pontífice de la Santa Madre Iglesia Católica.
En una habitación sencilla, sobre una cama yace sin vida el Papa. El camarlengo se acerca para verificar que esté muerto y, para ello, toma un mazo y le golpea la frente tres veces, diciendo en voz alta “Francisco”. Al no encontrar respuesta, se realiza una oración de parte de los obispos que están en el lugar. Uno de ellos retira el anillo con el sello y lo mete en una máquina que lo deforma; de esta forma se evita que se sellen documentos nuevos con el anillo papal.
En un plano medio se muestra el rostro de un cardenal; se le ve compungido y lágrimas salen de sus ojos. En ese momento, inicia un diálogo entre dos sacerdotes, al frente de un tablero de ajedrez, que se preguntan sobre la causa de la muerte y se revelan datos. ¿Quién encontró el cuerpo? ¿Quién llamó al doctor del Papa? En ese instante, se acerca un cardenal que explica la agenda completa del último día de su santidad.
El Camarlengo empieza a coordinar los aspectos del cónclave; se revisan los equipos que bloquean dispositivos electrónicos de comunicación. Esto se hace para evitar que lo que se discuta en el cónclave sea conocido por gente externa.
En un plano general se muestra cómo empiezan a llegar los cardenales y, al mismo tiempo, la seguridad empieza a trabajar. Al bajar de los vehículos, los cardenales lucen su hábito coral, en sus cabezas llevan el solideo. Al momento de ingresar al conclave, se les decomisan todos sus dispositivos electrónicos y son rotulados por una monja en una oficina, donde son guardados todos en orden en unos estantes.
Llega el padre Bellini, uno de los favoritos, y hace público al camarlengo que su nombre suena para el papado. Luego llega Tedesco, cardenal italiano, representante de la tendencia ultraconservadora que busca destruir todas las reformas que hizo el anterior papa.
El padre Wosniak pide la confesión; en una habitación, hace una revelación sobre el cardenal Trenley. Él dice que el día que el Papa se reunió con este, fue despedido por conducta inapropiada, y no fue hasta hace unos días que escuchó los rumores de que tal vez pudiera ser elegido como Papa, y por eso decidió decirlo antes de que iniciara el cónclave.
Se ha anunciado la llegada de un “cardenal impectore” procedente de Afganistán, cuyo nombre es Vicente Benites. El Santo Padre lo nombró el año pasado y trae consigo una carta de nombramiento del Papa para la arquidiócesis de Kabul. Las eminencias se reúnen en el comedor, donde se presenta al cardenal Benites ante el resto de los cardenales. El camarlengo solicita que bendiga los alimentos, y él acepta con gusto. Su oración sorprende a sus colegas, ya que en ella menciona a los que sufren de sed y hambre, y también bendice a las hermanas que han preparado los platos que están a punto de disfrutar.
El decano es invitado a la mesa con Tedesco, el italiano; ahí están los conservadores, tradicionalistas, que buscan a toda costa mantener sus privilegios. Allí se encuentra representada la vieja iglesia, esa que se niega a modernizarse. Justo aquella en contra de quien luchó durante su pontificado el Papa, y ellos, al unísono, tratan de persuadir al camarlengo de que el próximo papa debe ser un italiano y recuperar así las tradiciones que se están destruyendo por la modernización de la iglesia.
Antes de ser encerrados en el cónclave, un grupo (los progresistas) se reúnen y empiezan a mirar cómo pueden ir las votaciones, especulan sobre cuáles pueden ser los favoritos, donde resaltan los nombres de Tedesco y Tremnly. Se habla de que Bellini, el que ellos quieren apoyar, necesita conseguir dos tercios de los votos para tener una opción real de ganar el pontificado. El candidato, después de escuchar, toma la palabra y manifiesta: “Creo en el uso del sentido común en temas como: los gays, el divorcio. Creo que no debemos volver a la liturgia en latín, no podemos regresar a eso de 10 hijos por las políticas anti métodos de concepción. Creo en mejorar el trato a las mujeres en la iglesia, respetar otras creencias, es decir, yo apoyo todo en lo que Tedesco no cree”.
Llego el día, el Camarlengo, da apertura al conclave, comienza con un discurso en latín, se quita las gafas y habla desde el corazón:
“San Pablo decía, siéntase unos a otros por reverencia a Cristo. Para trabajar juntos para crecer juntos, debemos ser tolerantes, ni una facción o persona que intente dominar a los otros, y recuerda que Jesús al hablar a los efesios, los cuales eran una mezcla de judíos (gentiles), Pablo nos recuerda que el regalo de dios para su iglesia es su variedad, la diversidad de personas e ideas, es lo que le da valor a su iglesia, el pecado que ahora temo más que a cualquier otro, es la certeza, porque esta es enemiga de la unidad, nuestra fe es una presencia viva por que camina al lado de la duda, sin la duda no existirían los misterios y entonces no necesitaríamos la fe”.
Empieza la votación, todos están sentados en sus sillas, el lugar ha sido decorado al detalle con los aditamentos necesarios. Se pronuncian las palabras “extra omnes”, se cierra todo y comienza el cónclave. Suenan las campanas y salen de la Capilla Sixtina todos los que no son cardenales. A los minutos, cada uno va levantándose de sus sillas e inicia el escrutinio; cada uno marca una boleta blanca y la lleva a una urna metálica, y así van pasando al frente hasta que vota el último.
En este primer intento no se logra el consenso ni la mayoría cualificada y, después de las votaciones del día, todos se retiran a sus sitios de descanso. En la plaza de San Pedro, los esperan una serie de buses, los cuales son custodiados por dos patrullas motorizadas y un vehículo. La seguridad es extrema y no se permite que los cardenales tengan contacto con ninguna persona durante la votación; por eso, vigilan todos sus movimientos. Al día siguiente, son recogidos por los buses en ese lugar.
El idealismo a menudo se considera una característica de los ingenuos, como si ser práctico y racional fuera siempre la opción más inteligente. Sin embargo, es precisamente lo opuesto: el idealismo no implica ser incauto, sino que representa fortaleza y valentía. Rendirse es fácil cuando las cosas se complican; cualquiera puede decidir ser practico, y abandonar sus principios. Pero mantener las convicciones, incluso cuando todo parece indicar que deberíamos hacer lo contrario, exige coraje y determinación que son pocos comunes.
Al momento de escribir esta reseña, ya inició el cónclave en el Vaticano para elegir al nuevo Papa en reemplazo del recientemente fallecido Francisco. Ahí, la Iglesia tiene un enorme reto, ya que debe decidir si sigue el rumbo que trazó este Papa, que ya se consolido como el más mediático de la historia, y quien, a través de sus diversas encíclicas, provocó movimientos tectónicos al interior de la Iglesia Católica. Ahora, el dilema es: ¿seguirá la línea reformista la Iglesia o volverá al conservatismo que la vino alejando del mundo moderno?