Impulsado por la fuerza espiritual de la dilatada, pero solemne ceremonia que enmarco el sepelio del Santo Padre Francisco testimonio universal del mayor y más grande político humanista del mundo, gracias a su ejemplo y estilo de vida sacerdotal, gracias a su humildad, bondad y consagración a su misión apostólica. Gracias a la amistad que irrigo en favor de los marginados, y despreciados por las sociedades burocráticas orbitales y sus contornos geográficos, incluido nuestro continente sudamericano, con una diferencia estructural: ninguna de estas identidades virtuosas tiene que ver con el asistencialismo crónico de hoy, sino con un sentimiento y vocación de servicio. y virtud santifica. Y ejemplo de solidaridad.
Por este sendero conceptual quiero orientar el presente contenido, dadas las angustias, tragedias sin atención estatal, la inseguridad criminal, los abultados feminicidios e infantilismos, conductas y manifestaciones que brindan la impresión de ser naturalizadas, o que hacen parte del diario vivir.
El reforzamiento sistemático de las desigualdades individuales y colectivas como la materia prima y populista de las diferentes corrientes (o partidos políticos. Aquí, surge la profunda necesidad de un plan social y estratégico por parte del gobierno, con una impronta seria de cumplimiento efectivo, directo y a corto y largo aliento. Divorciado de demagogia populista, o, promesera.
Este viacrucis mundial es la consecuencia de la deshumanización de la sociedad y las políticas oficiales, que desde luego van en contravía de una convivencia social pacífica y contra una verdadera calidad de vida.
Agreguémosle a este cuadro por demás dramático el dominio orbital de los llamados países poderosos. Ellos someten a los subdesarrollados, con reflejos de la esclavitud moderna, o nuevo orden mundial. Emiten amenazas de una guerra nuclear. Solo miran sus intereses financieros. La ayuda mutua, como lo fue la Alianza para el Progreso, por ejemplo, ya no existe. Es una utopía. Una ilusión débil, inestable y simplemente histórica.
Contemplemos e invoquemos ahora la esperanza. La vocación de servir. Asumamos la capacidad humana del Papa Francisco, asistidos por una nueva conciencia dentro de nuestros comportamientos personales y colectivos, donde prime la dignidad humana, las personas como tales, la sociedad y el destino presente y futuro del país, gracias a la dimensión integral de cada hombre y cada mujer.
Gracias, también al estilo de vida del Papa Francisco, quien ha exhortado al mundo entero a la sencillez, para afrontar las falsas riquezas, en las que ponemos todo el corazón. Practicar la alegría que nos recuerda como es de bello ser cristiano. Adelantar nuestros quehaceres diarios, aun, en medio de la pobreza, que hizo mirar a los pobres y descartados de nuestro mundo, con quienes está Jesús.
Asumir con grandeza de corazón la misericordia que nos permite descubrir sentirnos necesitados del amor de Dios. Y desde luego entre hermanos. Es de gran valor actuar con audacia contagiosa y llena de vitalidad, que brinda el pasaporte para la juventud de salir a la calle, para hacer ruido sin violencia. Para que se hagan sentir y sean protagonistas de la nueva cultura ciudadana. Del nuevo destino para todos, con una cálida esperanza renovadora y sanamente agresiva de tal manera que entierre las falsas inclinaciones de la presente sociedad, como el egoísmo. La indiferencia estatal y privada frente a las gentes de la calle, de quienes se identifican como los transexuales, o, transgéneros, la negación inhumana de los medicamentos, las vías rurales, la dicotomía reinante en la educación y la negación de la formación integral de los estudiantes y futuros profesionales.
Simplemente para reflexionar:
Un mundo social sin educación y formación integral está condenado a la desdicha colectiva.
Un mundo social enemigo de la casa común, el planeta en que existimos, nos convierte en minusválidos humanos. y ¿Usted qué piensa…?