domingo 18 May 2025
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HISTORIAS DE SALENTO/ El conde Gabriac en Ibagué y su paso por el Camino del Quindío

27 abril 2025 11:04 pm
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Álvaro Hernando Camargo Bonilla

“Pero fue el Conde Gabriac, ciudadano Galo, quien, por su alto grado de sensibilidad artística y su agudo sentido de observación, quien corroboró la especial calidad connatural de los ibaguereños en cuestión de música y la bautizó como “Ciudad Musical”.
Viajero, explorador, diplomático, y agregado de la delegación francesa, conocido como el Conde de Gabriac, autor del libro Promenade à travers l’Amérique du sud: Nouvelle-Grenade, Équateur, Pérou, Bresil (CAMINATA A TRAVÉS SUDAMERICA, NUEVA GRANADA, ECUADOR, PERÚ Y BRASIL) , texto ilustrado con mapas, y gráficos de paisajes de la época y la cotidianidad vivida en su viaje; publicado en 1868 en París por Michel Lévy et Frères.

En su largo viaje por América del Sur, Gabriac atravesó el territorio de la Nueva Granada del siglo, XIX (1866-1867), iniciando su periplo en Barranquilla, el 1° de agosto de 1866, en donde se embarcó y navegó por el rio Magdalena hasta Honda.
Partió de Honda rumbo a Bogotá acompañado por nueve viajeros bogotanos, que se enrolaron a su caravana compuesta arrieros expertos conduciendo las mulas, quienes, al momento de la partida, lanzaron el el grito de los arrieros ¡Vamos! Vamos ¡Adelante!, exclamación que anunciaba la partida. De Honda a Bogotá caminó treinta y cinco leguas, recorrido en el que empleo cuatro días, llegando a Bogotá el 13 de agosto de 1866.
En la Bogotá se entrevistó con el general Tomas Cipriano de Mosquera, quien lo recibió, e indagó del objetivo de su viaje; acto seguido, Mosquera redactó y le suministró cartas de recomendación para los alcaldes y otros personajes que pudieran servir de referencia y apoyo en el viaje. Inmediatamente dispuso los preparativos y suministros necesarios para un mes de viaje, tiempo presupuestado para recorrer de Bogotá a Cartago, a donde tenían calculado llegar el 30 de agosto de 1866.

De Bogotá emprendió camino rumbo a Ibagué el 21 de agosto de 1866. Previo a su partida, adquirió y se equipó de los suministros necesarios (tiendas de campaña, abrigos, ponchos de goma, sombrillas colchones, mantas, fósforos, velas, cigarros, chocolates, vasos utensilios de cocina, baúles, ropa, bolsos, sábanas, mosquiteros, esteras de junco, hamacas, fusiles, municiones), provisiones y equipos cargados y transportados en dos mulas, conducidas por un arriero, junto al conde Gabriac, y Blin su asistente, quienes montaban tres mulas de silla, más otras de reemplazo. Colgaban de su montura un calabazo con aguardiente, y en alforjas un diccionario de la gramática española, cuaderno de notas, mapas, dinero, revólver con sus municiones, cuchillos, y su rifle que llevaba terciado en bandolera.

Por un bonito camino paralelo al curso del río Bogotá, cubierto de bosque, enredaderas y orquídeas, que semejaban un túnel vegetal, inicio su marcha a las 8 A.M., en su transitó anduvo por estancias situadas en las orillas de la ruta, lugares que aprovechaba para descansar, y en donde los moradores le brindaban guarapo, licor derivado del jugo de caña de azúcar semifermentado, que le servían en totumas. Esta bebida le parecía poco agradable, a diferencia de la chicha de maíz que es mucho más buena. Notó que todos bebían en la misma totuma, porque, en caso contrario se consideraba un agravio al oferente.

Así transcurrió su recorrido atravesando ríos por puentes sujetados con bejucos a árboles corpulentos; también, en un artefacto denominado tarabita, consistente de una cuerda tendida entre dos grandes árboles situados en las dos orillas del río, cuerda de la que pendía un canasto construido de palos soportado con una polea que se deslizaba por la cuerda de una orilla a la otra.

Recorrió campos y pueblos, pernoctó en pequeñas cabañas, donde descasaba, se alimentaba y dormían en hamacas. Su descripción de viaje en algunos casos fue displicente con relación a la semblanza y cotidianidad de las gentes y lugares por donde transitó. Sus apreciaciones se supeditaban a los contextos y apariencia de su condición y proceder como persona inmigrante de tipo cortesano considerado a un contexto superior, de refinadas y elegantes maneras, distintas de las de un pueblo, que consideraba simplón, mal vestido, y de salvajes costumbres.

Gabriac llegó a Ibagué en horas de la noche, situación que le dificultó localizar el sitio de su hospedaje, que luego de un tiempo de búsqueda la encontró. Tocó en la casa de una señora que describe como octogenaria, de contextura obesa, quien habitaba con gallinas, perros, cerdos, tortugas, monos, y hasta una vaca con su ternero, además, la presencia de ratas, mosquitos, y jejenes; quien atónita, al sentir perturbando su sueño, se presentó ante Gabriac, y puso a disposición el sitio de hospedaje, en donde todos los integrantes de la comitiva (arrieros y sirvientes), colgaron sus hamacas y reposaron el resto de la noche,
Al otro día, se dedicó a recorrer las calles de Ibagué, a la que se refirió como un pequeño y atractivo poblado, ubicado en las postrimerías de la Cordillera que llama Quindiù (Quinndiou), lugar casi intransitable; y el comienzo de las sabanas del río Magdalena.

GABRIAC SORPRENDIDO POR EL AMBIENTE MUSICAL EN IBAGUÉ

En su correría se percató que en Ibagué la gente sentía pasión por la música y se practicaba por afectos y probos artistas. En una oportunidad reunió una docena de estos músicos en su casa de hospedaje, en donde tocaron bastante bien melodías sencillas que interpretaron bien, así que lo deleitaron en una improvisada tertulia, acompasada con instrumentos como un clarinete desafinado, el cual se vio obligado a afinarlo él mismo, instrumento con el que un joven interpretaba melodías nacionales al ritmo de una guitarra de una manera encantadora.

Después de este concierto, se dirigió rumbo a su hospedaje, y escuchó la interpretación de melodías melancólicas que provenían de una choza en donde unos sesenta negros e indígenas reunidos en un baile. La cabaña estaba iluminada por una antorcha en forma de caparazón de tortuga. En el centro una mesa con calabazas llenas de bebidas embriagantes de chicha y aguardiente. Gabriac y sus acompañantes fueron invitados, y tomaron asiento, y a una señal, con la majestuosidad de un obispo que da la bendición, los anfitriones Iniciaron la festividad. La orquesta estaba formada por seis o siete Individuos casi desnudos que estaban animados por la presencia de los extranjeros.

Un pionero del desarrollo musical de Ibagué, apellidado Sicard, se entrevistó con Gabriac, y le enseño las instalaciones de una escuela muy bien cuidada y bajo su dirección, en donde unos treinta estudiantes estudiaban francés, latín, caligrafía y guitarra.

Durante sus andanzas vespertinas Gabriac advirtió una agradable experiencia, lo sorprendió escuchar serenatas al son de guitarras y flautas; acontecimiento que le indicó Sicard, que en Ibagué amaban la música. El profesor Sicard, reunió en su casa varios músicos, en donde improvisadamente interpretaron algunas melodías sencillas, consideradas por Gabriac como un pavoroso concierto de bullicio, encabezado por un clarinete que producía unas notas muy agudas en la interpretación de melodías locales. Luego, se escucharon nuevos sonidos melancólicos, molestos, confusos y estrepitosos de los criollos; guiados por el ruido, caminaron una media hora en dirección de dónde provenía el bullicio y llegaron a una choza construida con guaduas y cubierta de hojas de palmeras, iluminada por una antorcha en forma de caparazón de tortuga, en este lugar, se encontraban unos sesenta indios, negros y criollos tocando instrumentos musicales y bailando.

Al arribo, les ofrecieron asiento en un espacioso lugar en el salón del baile, y les brindaron totumas llenas de chicha y aguardiente. Gabriac se sentó, y con la majestad de un obispo que da la bendición, e hizo una seña para que continuara el festejo.
La orquesta estaba formada por seis o siete Individuos casi desnudos que parecen estar animados por un fuego sagrado El primero golpeaba una caja larga hecha de la rama del árbol; otro golpeaba con dos palos el maderaje en forma de caja, y un tercero repetía los acordes en un tiple, pequeña guitarra hecha de madera con adornada con dibujos.
Otros cantaban con fuerza y melancolía los canticos indefinidos y salvajes que a veces también respondían todos los asistentes gritando.

El crédito en la interpretación de esa música, lo constituían dos instrumentos fabulosos y de un efecto muy extraño, la carrasca y el alfandoque. La carrasca era un trozo de bambú de un metro o dos largos, una de cuyas superficies está rota y ranurada de un extremo al otro, y el que se raspa un hueso de oveja. Esto produce un ruido continuo. El alfandoque, un trozo de bambú,

pero muy ancho y bien ahuecado, y en el interior de él, provisto de semillas muy duras, de diferente tamaño y que lo hacen sonar agitándolo alternativamente, lo que produce un sonido que se puede comparar como el de la lluvia. Todos estos instrumentos se tocaban juntos produciendo sonidos que acompañaban a los de los demás instrumentos.
Para Gabriac todos estos ritmos contradictorios y sinfónicos, terminan produciendo una cosa extraña, completamente desconocida en Europa, y sin encanto alguno.

Gabriac escuchaba todas estas melodías, para tratar de transcribirlos, y con dificultad los comprendió, y distinguió entre sí, y poder componer una partitura. De todos modos, se interesó tan original forma de interpretación que se quedaron en aquel lugar hasta las dos. o tres de la mañana.

Alvaro Hernando Tibuchino Camargo Bonilla
Fuentes: Alexis de Gabriac Imagen: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
GACETA DEL CONGRESO 318 viernes 11 de agosto de 2000 Página 7-
PARÍS. VALLE DE LA IMPRENTA, 15, RUE BREDA, llave DESDE GABRICA. LIBRO DECORADO CON VEINTE Y UNO GRABADOS EN MADERA Y DOS MAPAS GEOGRÁFICOS. PARÍS MICHEL LEVY HERMANOS, LIBREROS EDITORES CALLE VIVIENNE, 2 BIS Y EN LA NUEVA LIBRERÍA, 15, BOULEVARD DES ITALIENS. 1868

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