Vino a mi memoria los históricos contenidos de la cívica, la urbanidad y el cooperativismo, materias reinas en aquella época de la enseñanza primaria y algunos meses de la secundaria. Fueron posteriormente descalificadas como esenciales e importantes para la preparación integral de los alumnos. Las hicieron a un lado y hoy estamos pagando las consecuencias. Y recuerdo al mismo tiempo como hace unos 40 años atrás, integrar el Concejo de un municipio, la asamblea de un departamento y el senado de la República era un gran honor. hoy es un gran terror, dada la descomposición moral e integral de sus elegidos.
Del Congreso surgen las leyes, las disposiciones, los decretos con presuntas metas de orden social e institucional. Pero a la postre, son enunciados más demagógicos que reales, y han contribuido ostensiblemente al desorden actual. Ni siquiera las Leyes son respetadas por sus gestores y son una incertidumbre y barullo, para los ciudadanos de a pie. Enfrentamos una descomposición escolar, académica y pedagógica sin precedentes. Se irrigan muchos datos y conocimientos tecnológicos (cifras, fechas, cuantificaciones), pero casi nunca los valores que de ese camino académico se desprende, para que la juventud del país esté a tono con el mundo moderno, y protagonice el progreso colectivo de una Nación.
Por esto, las desigualdades sociales, las injusticias, las brechas que en manos de unos pocos reside el poder dominante, mientras que la pobreza y el desequilibrio, dominan a la caudalosa minoría del país. He aquí el viacrucis del sistema de salud, la falta de oportunidades laborales, y de educación, el abandono injusto de los sectores urbanos y rurales. La inseguridad en las calles de las ciudades. El empoderamiento del narcotráfico y los infiltrados en las organizaciones oficiales y privadas.
Y el mayor módulo criminal y social la corrupción estatal y privada.
Todo lo anterior riñe frontalmente con los 380 artículos y los 13 títulos orgánicos de nuestra Constitución Política que nos rige, y que es la norma de normas, que desautoriza cualquier intención de desvío, o, pasar por encima de cada una de las disposiciones que la integran. Era, y es un delito. Tanto como permitir la escasez de medicamentos, las mentiras e ilusiones políticas -perdón politiqueras- aupadas por una justicia politizada, jueces amigos de la delincuencia y presas fáciles para ser sobornadas.
Los hombres y mujeres elegidos por el voto popular, sobre todos los senadores devengan millonarios salarios, y cuentan además con un grupo indeterminado de áulicos (léase asesores de primer orden) que devengan salarios altos. Agregamos el abandono de los pueblos lejanos, víctimas hoy de atroces actos de la insurgencia. Los políticos del Senado de la República, siguen dormidos e indolentes y son la cuna de nuestras desigualdades.
