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COLOMBIA ENTRE LA SOMBRA DE LA GUERRA Y EL DEBER DE DESPERTAR

18 abril 2025 11:43 pm
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En Colombia estamos viviendo una crisis de orden público que ya no se puede maquillar ni minimizar. Más de la mitad del territorio nacional se encuentra bajo amenaza permanente de grupos terroristas, narcotraficantes y estructuras criminales que han retomado el control de zonas rurales y urbanas con total impunidad. Departamentos como Cauca, Chocó, Nariño, Caquetá, Guaviare, Arauca, Norte de Santander y, de nuevo, Buenaventura, se debaten entre masacres, confinamientos, desplazamientos y atentados, y, aun así, el resto del país parece seguir desconectado de una realidad que, aunque lejana en kilómetros, es cercana en consecuencias.

Lo más grave no es solo la expansión territorial de la violencia, sino la desconexión de quienes deberían estar al frente. Mientras la inseguridad se multiplica en las regiones, los altos representantes del Gobierno Nacional parecen vivir en una realidad paralela, viajan por el mundo, asisten a cumbres internacionales, dan discursos incoherentes y descontextualizados, y se exhiben en otros hemisferios hablando de utopías, todo esto, mientras en Colombia ni siquiera se asoman a los territorios en crisis.

En medio de este caos institucional, hay que reconocer una excepción, la llegada del nuevo ministro de Defensa ha marcado un giro sustancial. A diferencia de su antecesor, cuya gestión fue errática, ideologizada y destructiva para la moral institucional, el actual ministro ha demostrado liderazgo, compromiso y presencia, en las zonas de conflicto, hablando con franqueza, respaldando a nuestras Fuerzas Militares y de Policía, y tratando de recomponer una estructura golpeada por años de deslegitimación, su accionar, aunque en contravía de las señales ambiguas del alto gobierno, es hoy una luz en medio del caos. Esperamos no equivocarnos.

El país, sin embargo, sigue siendo un lugar de contradicciones dolorosas, mientras unas regiones sobreviven entre el fuego cruzado, otras disfrutan de la temporada alta de Semana Santa con festividades religiosas, eventos culturales y turismo de descanso. Esta desconexión social refleja una verdad incómoda, donde solo nos duele el país cuando nos afecta directamente, ya que se ha vuelto habitual ignorar el sufrimiento ajeno, como si esa otra Colombia la que resiste en silencio, no nos perteneciera. Pero sí nos pertenece, y nos necesita.

Ignorar las señales no solo es insensible, es irresponsable, si no asumimos colectivamente que estamos ante una amenaza cercana, llegará el día en que ni las playas, ni las montañas, ni las carreteras serán espacios seguros para nadie, la violencia que hoy creemos ajena se convertirá, más temprano que tarde, en parte de nuestro día a día, la historia ya nos lo demostró, cuando el país pagó con sangre su pasividad institucional y no podemos repetir ese error.

Es momento de dejar atrás la indiferencia, Colombia necesita más Estado en las regiones, más líderes en el terreno, más presencia institucional efectiva y menos retórica vacía en escenarios internacionales. La seguridad no puede seguir siendo una promesa, debe ser una causa nacional. No olvidemos la Colombia que sangra, la que resiste, pero, sobre todo, no olvidemos que aún estamos a tiempo de actuar.

*Máster en Gestión de Riesgos, especialista en Seguridad.

[email protected]

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