Así viví en Armenia el 9 de abril de 1948

12 abril 2025 11:26 pm
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Javier Gómez Giraldo*

El viernes 9 de abril de 1948, mataron en Bogotá al caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala a sus cuarenta y cinco años de edad. La capital de la república se incendió de inmediato.

Acá en Armenia mi padre, hombre de origen antioqueño y estirpe conservadora, al percatarse de la noticia y previendo certeramente lo que podía ocurrir en nuestra ciudad, salió de inmediato a buscarme al Colegio Granada, situado en ese entonces en la esquina de la calle 22 con carrera 12 diagonal a donde actualmente existe el Edificio Bellavista, en donde yo cursaba mis estudios primarios. Rápidamente nos dirigimos en su carro hasta nuestra casa, situada en esa época en la esquina de la carrera 14 con calle 16 en donde hoy funciona una sucursal de Almacenes ARA. La casa tenía solar y garaje sobre la calle 16 y esta no estaba pavimentada como muchas calles y carreras de Armenia que tan solo cumplía en octubre de 1948 cincuenta y nueve años de fundación.

Mi padre guardó el carro en su sitio y mientras yo entraba a casa por el interior, mi padre, para dar la impresión de que la familia se encontraba afuera, cerró la puerta del garaje y le puso candado por fuera sobre la calle 16. Justo en ese momento apareció en la esquina de la carrera 13 la turba enardecida blandiendo machetes relucientes, recién saqueados de la Ferretería TORRES y TORRES, gritando a todo pulmón “¡¡VIVA EL PARTIDO LIBERAL!! ¡¡GODOS HIJUEPUTAS!!”.

Mi padre emprendió veloz carrera, con la turba persiguiéndolo, hasta la carrera 14, en la esquina torció a la derecha en dirección al Parque Sucre y a los 12 metros aproximadamente logró entrar a la casa cerrando violentamente el portón y en ese preciso instante una piedra de gran tamaño atravesó la parte superior de la puerta de madera y terminó su recorrido en la parte media del contra-portón. En esa época muchas casas tenían portón y contra-portón y entre ellos un pequeño zaguán que servía de entrada.

En seguida mi padre se reunió con mi madre y todos los hermanos y nos alertó sobre la gravedad de la situación y que para salvar nuestras vidas, de alguna forma, deberíamos abandonar nuestra casa esa misma tarde

Yo era el mayor de cuatro hermanos, tenía 8 años de edad y mi padre tuvo la osadía de colocarme un revólver en la cintura y mientras me decía “¡¡defendámonos hijo!!” él mismo se colocaba otro en la pretina de su pantalón. Recuerdo claramente que en medio de semejante confusión no lloré pero lloraron mis piernas. Era tanto el temblor que sentía en ellas que difícilmente podía caminar.

Solicitamos auxilio a la familia que ocupaba la casa vecina situada donde hoy existe un almacén de CALZADO BUCARAMANGA. Como no podíamos salir a la calle porque la turba continuaba pasando por la carrera 14 rastrillando sus machetes contra el piso y sobre las paredes de nuestra casa, para pasar donde los vecinos tendríamos que hacerlo por el solar de la casa a través de una tapia de bahareque de 5 metros de altura. Con mesas, asientos y la afortunada ayuda de una escalera de guadua, logramos ponernos a salvo en casa de los vecinos a eso de las cinco de la tarde.

Pero la tragedia no terminaba. No podíamos pernoctar ahí porque se corría el riesgo de que nuestra casa fuera saqueada o incendiada esa misma noche y nuestras vidas corrían peligro.

Armenia ardía. Era un pueblo sin Dios ni ley. Los saqueadores hacían de las suyas en todo el comercio del centro por falta de autoridad que pudiera controlar la turba. La policía estaba acuartelada y su sede principal había sido atacada a bala. La pequeña ciudad no contaba con la presencia del ejército.

Teníamos que buscar otro refugio y mis padres de inmediato pensaron en mi tío político Luis Alfredo Toro Claros quien con sus hermanos Narciso y Víctor conformaban una reconocida familia liberal de la ciudad y eran dueños de la entonces famosa Farmacia Popular situada en la esquina de la calle 22 con carrera 18, en donde hoy existe el edificio Cantillana.

De inmediato se pusieron en contacto telefónico y a las siete de la noche, aprovechando que la horda de saqueadores se encontraba desocupando los principales negocios comerciales del centro de la ciudad, el tío Luis Alfredo enarboló una bandera roja en su vehículo y arribó hasta el portón de la casa que estábamos ocupando para trasladar primero a mi madre con los cuatro hermanos y posteriormente a mi padre a quien instalaron acostado en el piso de la parte posterior del automóvil.

Ahora nuestro nuevo destino fue la casa de los tíos, situada en el segundo piso de la calle 22 # 18 – 25. Esa noche desde las ventanas de la casa veíamos pasar a los saqueadores con toda clase de bultos, costales, maletas, electrodomésticos y diversos artículos que habían sido todos robados en los almacenes saqueados del centro de la ciudad. En nuestro nuevo refugio permanecimos durante cuatro días.

Esa tarde los ALMACENES EL LOBO establecidos en la ciudad en el año 1925, dedicados al comercio de ferretería, artículos de construcción y abarrotes en general y propiedad de mi padre Luis Tito Gómez Gómez y sus hermanos Francisco Luis y Ramón, situados en seguida a la esquina de la carrera 17 con calle 21 justo enfrente del entonces HOTRL EMBAJADOR y donde hoy existe el HOTEL MAITAMA, fueron violentamente atacados por los integrantes de la chusma revolucionaria, quienes sin misericordia destruyeron a machete todo lo que encontraron a su paso incluidos sanitarios y lavamanos que fueron destrozados a golpes de martillo junto con las tuberías del acueducto con lo cual las instalaciones del almacén en poco tiempo quedaron completamente inundadas. El esfuerzo denodado y el trabajo honesto de 23 años quedó reducido a escombros en pocas horas.

Para terminar su faena despojadora la horda de saqueadores sacó a rastras por las calles de la ciudad la enorme caja fuerte del almacén hasta conducirla a la esquina de la calle 21 con carrera 19 donde existía un lote desocupado que se encontraba 5 metros por debajo del nivel de la avenida. Allí fue lanzada la caja fuerte para después ser violentada y saqueada. En esa esquina existe actualmente una construcción donde funciona en el primer piso un local comercial con el nombre de PANADERIA RICO PAN.

La noche trágica del 9 de abril se apaciguó al amanecer del día 10 con la llegada del Ejército Nacional traído desde el batallón San Mateo de Pereira por el capitán retirado del ejército Pedro González Londoño, quien fue acribillado miserablemente a sus 38 años de edad por los insurgentes en la falda de COLILLAS, cuando regresaba de Pereira antecediendo la llegada del Ejército Nacional para salvar del caos y la desesperación a toda la población de nuestra ciudad.

Armenia nunca ha sabido reconocer en forma adecuada la actuación del Capitán Pedro González Londoño quien con su gallardo gesto de entrega y valentía salvó a Armenia de la anarquía y la destrucción.

Retornada la calma y restablecido el orden, las autoridades municipales y todas las gentes de la ciudad clamaban por el establecimiento del Ejercito Nacional en forma permanente en la ciudad de Armenia.

El pueblo en general liderado por empresarios, industriales, comerciantes y lideres cívicos, se empeñó en una colecta pública que terminó exitosamente con la compra de los terrenos aledaños al viejo Estadio San José, los cuales fueron donados al ministerio de defensa para que posteriormente el gobierno nacional construyera en ellos las instalaciones del Batallón Cisneros.

El estallido social que produjo en Armenia la muerte violenta de Jorge Eliecer Gaitán trajo como consecuencia inmediata el establecimiento del Ejército Nacional en forma definitiva en la capital del Quindío.

*Ingeniero Civil

Exgerente Sena Quindío

Empresa de Desarrollo Urbano y Prominex S.A.

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