EL SOLO DEL SAXOFÓN

8 abril 2025 9:54 pm
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Viniendo de norte a sur por la ciudad, primero está el Parque de la Vida, pulmón incontrovertible. Y unos ciento noventaisiete metros después, está el de los Fundadores, que pronto será el Parque de la Salud.  Salud y vida por los alrededores, donde el Tinto, nombre del transporte urbano mueve una considerable afluencia de hombres y mujeres que van y vienen de las empresas prestadoras de servicios médicos allí agrupadas, la mayoría coronados por la nieve de los años o con brillantes cabezas de pensamiento lento pero cierto.

Sin ninguna prisa y entendiendo que cada día trae su afán, en una banca del lugar, frente a la avenida, se instala el saxofonista del repertorio intimista. Un solo de saxofón y un saxofón solitario. Con un beso largo acaricia el cuerpo dorado a manos llenas, libres de argolla. Exhala notas precisas y sosegadas que se van colando entre el barullo de los motores, la algarabía de la informalidad, las voces convalecientes o quejumbrosas que atraviesan el lugar, y todos parecemos entrar en un estado de armonía en movimiento durante contados minutos de melodía bacana.

Maduro, su tez imberbe surcada por avatares arcanos no lucía tan vieja como debía ser teniendo en cuenta la temporalidad de su repertorio. Vestido con decoro -la guayabera limpia descubría sus brazos mestizos sin tatuaje alguno a la vista, el bluyín Leváis  no muy usado y mocasines de cuero- el saxofonista hacía gala humilde de su maestría. Sonido impecable y profunda concentración… pero parecía que interpretara solo para sí aquellas canciones hondas, de esas que se quedaron para siempre. Soplaba inmutable su instrumento aun cuando no poco público le lanzara dinero al estuche que yacía boquiabierto sobre el pavimento, como algunos de nosotros. Pero parecía que, entre tanta perfección, sonora hiciera falta otro ademán, otro gesto, pero nada… Tal vez porque las notas que tocaba no tenían eco en quien amó o en quién amaba.

Escuchándole, me pasó por la mente que posiblemente yo, por las vueltas que suele dar la vida, pude ser él y creo que sí. Lo creo porque no olvido que la única vez que mi padre me preguntó qué me gustaría ser cuando grande -debía tener yo por ahí unos ocho años- dije muy seguro: «Saxofonista»

Supe que bien pude ser él, si de pronto mi papá me hubiere cogido la caña, patrocinándome los estudios en el conservatorio o en una universidad. Entonces hubiese aplicado a un lugar en la sinfónica o en la filarmónica y formado un cuarteto de jazz tocando en bares y eventos exclusivos los fines de semana para pagar la maestría, hasta que en un festival me contactara un productor internacional y me llevara a grabar en Los Ángeles, Nueva York y Londres con otras bandas y como instrumentista de estudio para cantantes de todas las categorías.

…Y a los cincuenta, cansado de rodar y rodar, con suficientes dólares en los bolsillos iría a Cartagena para abrir un bar en el centro histórico que me bebería con los amigotes de temporada hasta volver quebrado a buscar trabajo en los estudios de grabación de Miami, donde interpretaría para el que fuera, hasta aburrirme por la escasez de trabajo ya que las notas del saxo tenor las puede tocar, aunque sin alma, cualquier programa sonoro de computación o un software sordo de alta tecnología que baja sustancialmente el costo de hacer música. Desencantado, regresaría a traer mi arte al pueblo y de paso sobrevivir sin morir en el intento. Tocaría en serie, pero no en serio, y comería callado porque mi padre, aunque ya muerto, nunca debería saberlo.

También supe que podría ser él cuando el saxofón, igualito al de El Perseguidor de Cortázar, comenzó a preguntar qué será de ti, a confesar que esta sed de amarte me hace bien. Lo supe cuando la melodía que fluía sola y suave del saxo, estremeció algo visceral que se escapó líquido por mis ojos y rodó de ahí hasta el corazón, o hasta el despecho. Y cuando sollocé al escucharlo allí en mitad del parque muy cerca al paradero del bus urbano, como probablemente lo hacen muchos supervivientes en su público transeúnte.

ALBERTO DE LA ESPRIELLA

Armenia, abril de 2025

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