BITÁCORA CULTURAL/ La belleza contada

8 abril 2025 12:02 am
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Samaria Márquez Jaramillo

Durante milenios la Filosofía intenta definir qué es lo bello y en ese lapso la humanidad adoptó esta búsqueda como un propósito de conocimiento. Creo que la belleza es una percepción personal subjetiva e influenciada por diversos factores, como la cultura, las experiencias, las normas sociales y que existe un criterio casi general que difunde que la belleza reside en la armonía con la naturaleza. Ante tantas disyuntivas la humanidad optó por empezar la definición de qué es la belleza con una aseguración que habla rotundamente de lo que no es: No puede ser únicamente una cuestión de imagen o de cosmética, debe ir mucho más allá, concentrándose la teoría en la siguiente afirmación: La belleza está en los ojos de quien la mira.

Desde tantas dudas y conjeturas salta una pregunta: ¿Cuál es la definición de belleza en el arte? El canon de belleza en el arte contiene al conjunto de normas y representaciones estéticas que se consideran ideales para representar la figura humana, las formas de los objetos, los paisajes, la fauna, la flora y las aves, avizorados desde ese derecho individual que el buen humor ha definido como “tan propio como inclusive” … Apropiación que utilizo para proclamar que, para mí, la más bella ave es el colibrí. Afirmación que demuestra que la belleza es un concepto subjetivo no estático cuyas modificaciones están enumeradas en la historia del arte e incluyen las diferentes corrientes artísticas y los cambios sociales y culturales de cada época, porque no obstante que en el arte la belleza esté reglamentada por cañones, lo exigido por la estética refleja los dictámenes de las diferentes culturas y épocas que modifican las características así:

Antigüedad clásica: Se valoraba la armonía y se hacía énfasis en las proporciones.

Edad Media: Este período histórico fue muy largo y el arte estuvo condicionado por la religión. La belleza física fue reemplazada por la belleza divina.

Renacimiento: El pensamiento científico imperante de la época y la obsesión por las proporciones matemáticas se trasladaron también a la belleza, todo determinado por perspectivas científicas.

Barroco: Los juegos de sombras y colores marcaron la estética y multiplicaron la emoción y el dramatismo.

Siglo XVIII: El neoclasicismo irrumpe y el rococó se centra en la exagerada ornamentación y elegancia.

Siglo XIX: El romanticismo aboga por lo almibarado y el realismo se empecina en representar una realidad que incluya lo feo de la sociedad.

Siglo XX: El vanguardismo desafía todos los cánones e intenta explorar lo absurdo de la sociedad.

Siglo XXI: Estamos en una época diversa marcada por la subjetividad en la que se continúan desafiando las definiciones convencionales de belleza y se le entrega a la tecnología y al uso de la inteligencia artificial la opción de decidir. Toma fuerza el arte digital.

A pesar de que se trata de dos conceptos, estética y belleza están obligadas a convivir y modificarse al mismo tiempo. De este designio puede extraerse una moraleja: El buen artista mira las circunstancias como un estímulo para producir y elige no ser como el demagogo, que busca un aplauso, o como el sastre, la modista y la caja de colores que nos visten y  pintan  nuestras habitaciones y buscan que  el arte les sea  útil, como en esos tiempos cuando se  tenía la firme creencia de que la imagen de un santo contenía realmente al santo, de manera que estar frente a su figura era estar también frente a una deidad y su poder y se pretendía que el espectador tuviera la percepción de estar relacionado con su mismo Dios de manera íntima .

En resumen: En este mundo lleno de crisis, noticias falsas, «la belleza es una defensa, un velo que cada uno de nosotros necesita para mantener una distancia respecto de lo más íntimo y desconocido que habita en nuestro inconsciente», aseguraba Humberto Maturana, biólogo, filósofo, y escritor chileno, agregando que «Si abandonamos los cánones estéticos de lo visible, la belleza resida tal vez en lo que cada uno de nosotros puede hacer con su discurso».

Eduardo Galeano

Nació en 1940 y murió en 2015. A los 14 años dejó la escuela secundaria y a los 19 intentó suicidarse. Se hizo periodista, un oficio que siempre reivindicó y cultivó hasta sus últimos días.

Galeano fue encarcelado en 1973 tras un golpe de Estado que dio paso al gobierno de una junta militar en Uruguay. Se exilió en Argentina, donde fundó Crisis, una revista cultural y política.

Este 13 de abril de 2025 cumple 10 años de muerto. Su ensayo más conocido, Las venas abiertas de América Latina fue publicado en 1971 y traducido a veinte idiomas. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos y combinan documental, ficción, periodismo, análisis de la belleza e historia. La obra de Eduardo Galeano nos llama a establecer un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos, combinando documental, ficción, periodismo, análisis político e sobre los miedos: “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen “.

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