Por German Estrada Mariño
Psicólogo y Terapeuta Humanista
Hoy es mi cumpleaños. Mientras reflexiono sobre el camino recorrido, decido no tomar el día libre, sino escribir sobre lo que considero el corazón de nuestra existencia: dar más de lo que recibimos. En un mundo fracturado por guerras, desigualdades y egos heridos, esta no es una idea romántica, sino un imperativo ético. Como terapeuta, he visto cómo el dolor humano se alivia no con posesiones, sino con conexiones auténticas. Hoy, invito a todos a preguntarse: ¿Qué huella queremos dejar antes de que la muerte, inevitable, nos alcance?
El mundo que soñaron los grandes líderes
Jesús de Nazaret enseñó: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). No es un mandato religioso, sino universal. Siglos después, Mahatma Gandhi añadió: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Ambos entendieron que la compasión es el antídoto contra la indiferencia. Nelson Mandela, tras 27 años en prisión, eligió perdonar: “El perdón libera el alma, elimina el miedo”. Martin Luther King Jr. soñó con una sociedad donde no se juzgara por el color de piel, sino por el carácter.
A ellos se unen voces como las de Madre Teresa, quien dedicó su vida a los pobres de Calcuta: “Lo que hacemos es solo una gota en el océano, pero el océano sería menos sin esa gota”. Y Malala Yousafzai, quien sobrevivió a un ataque talibán para defender la educación: “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”. Estos líderes no hablaron desde el poder, sino desde la vulnerabilidad.

Como terapeuta y ser humano, veo a diario cómo el ego —con sus máscaras de odio, envidia, intolerancia y división— nos aleja de nuestra verdadera esencia. Como dijo Buda, “el ego es la fuente de todo sufrimiento”. Hemos venido a ser mejores que nuestras circunstancias, no a replicarlas.
Gandhi enseñó que “la no violencia es la fuerza más poderosa a disposición de la humanidad”. Mandela nos recordó que “nadie nace odiando… se aprende a odiar, y si se puede aprender a odiar, también se puede aprender a amar”. Y Martin Luther King soñó con un mundo donde el amor venza al odio.
A ellos, sumemos a San Francisco de Asís, quien rogaba ser “instrumento de paz donde haya odio”, y a Carl Jung, que nos llamó a “integrar la sombra para convertirnos en luz para otros”. Todos convergen en un mismo punto: la transformación personal como semilla del cambio colectivo.
Como dijo John Lennon en Imagine: “Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz”. Ese mundo no es una utopía si comenzamos por abrir el corazón y cerrar el juicio. Si en vez de mirar con desprecio al vulnerable, nos ponemos en su lugar. Si somos más pacientes, más compasivos, más humanos.
Las trampas del ego: odio, envidia y miedo
Buda advirtió: “El ego es la ilusión que nos separa de los demás”. Cuando permitimos que el odio, la envidia o la intolerancia nos gobiernen, nos convertimos en prisioneros de nuestra propia mente. Jung, el psicoanalista suizo, nos retó a “integrar la sombra en luz”: reconocer nuestras oscuridades para transformarlas en acciones nobles.
Hoy, muchos líderes políticos y sociales priorizan el interés propio sobre el colectivo. Pero nosotros no vinimos a repetir sus errores ni a odiar como ellos . Vinimos a trascender, como dijo Viktor Frankl, neurólogo psicoterapeuta y sobreviviente del Holocausto: “La vida nunca deja de tener sentido, incluso en el sufrimiento”.
Dar en un mundo que nos pide tomar
En mi práctica terapéutica, he acompañado a personas que lo tenían “todo”, pero se sentían vacías. También a quienes habían perdido todo, pero conservaban la esperanza. ¿La diferencia? Aquellos que daban, incluso en la escasez, encontraban propósito. Jesús lo resumió: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Dar no se limita a lo material. Es escuchar al que sufre en silencio. Es mirar a los ojos al mendigo al que muchos evitan. Es cuestionar nuestros prejuicios: ¿Por qué sentimos asco hacia el que huele mal? ¿Por qué miramos por encima del hombro al que no tiene hogar? San Francisco de Asís, quien abrazó a los leprosos, nos recordó: “Es dando que recibimos”.
Más allá de las religiones: ser humanos primero
Jesús, Buda, el profeta Muhammad, los sabios judíos… Todos hablaron de amor, pero sus enseñanzas han sido distorsionadas por fanatismos. Como bien dijo el Dalái Lama: “No necesitamos religión para ser buenos seres humanos. Ya llevamos la bondad en nuestro interior”.
Ser “buen cristiano”, “buen musulmán” o “buen ateo” es secundario. Lo esencial es ser buen humano: aquel que no pregunta “¿en qué crees?” sino “¿cómo puedo aliviar tu dolor?”.
Imagine: un himno para la esperanza
John Lennon imaginó un mundo sin fronteras, donde “todos vivan el presente”. Su canción no es utopía, sino una invitación a actuar. Cada vez que donamos tiempo, abrazamos al excluido o callamos para escuchar, estamos construyendo ese mundo.
Preguntas que dan sentido
Al final, todo se reduce a esto:
- ¿Cómo quieres ser recordado? ¿Como alguien que acumuló riquezas, o como quien sembró amor?
- El presente es un regalo. ¿Qué haces hoy para que tu legado sea luz, no sombra?
- ¿Te acercas al vulnerable, o te justificas con el “no es mi problema”?
- ¿Cómo luchas contra tu ego? ¿Priorizas ser compasivo o tener la razón?
El tiempo es ahora

En mi cumpleaños, y le invito hacer lo mismo, en una fecha en que se nos enseño desde chicos a esperar mucho y a dar poco, a liberaros del ego. Hoy renuevo mi compromiso de servir. Los invito a hacer lo mismo y enseñar esto a los niños y a compartir en sus cumpleaños y dar algo al necesitado que jamás celebra estas fechas porque carece del pan de cada día . Como dijo Mandela: “Siempre parece imposible, hasta que se hace”. No esperemos a que otros actúen. Seamos instrumentos de paz en medio del odio, como San Francisco. Integremos nuestras sombras, como Jung. Y recordemos las palabras de Jesús: “En la medida en que lo hicisteis a uno de estos, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).
La muerte nos llegará a todos. Pero el amor, como escribió Pablo Neruda, “es tan corto, y el olvido tan largo”. Que nuestro olvido tarde en llegar, porque nuestras huellas de bondad permanezcan.
Vinimos a dar más que recibir, y el verdadero sentido de la vida se revela cuando estamos con los pobres, los olvidados, los que sufren. No importa si somos cristianos, judíos, musulmanes o ateos; lo esencial es ser buenos seres humanos que dejan huellas de amor.
Hoy te invito, lector, a amar más y odiar menos, escuchar más y juzgar menos, esperar más y exigir menos. Porque solo dando sentido a nuestro presente, construiremos un legado. El pasado ya pasó. ¿Qué haces hoy para que tu presente sea un regalo?
Reflexiona y trasciende al egoísmo de la sociedad del individualismo y la intolerancia:
¿Cómo estás luchando con tu ego?
¿Estás listo para ser el cambio?
GERMAN ESTRADA MARIÑO
SOÑADOR DE UN MUNDO MÁS HUMANO
PSICOLOGO CLINICO
PSICOTERAPEUTA INDIVUDUAL DE PAREJA Y FAMILIAR BILINGÜE ONLINE
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
PERITO FORENSE
LIDER CAMPAÑA PREVENCION DE SUICIDIIO JUVENIL
316 4502080
