150 VAGONES

5 abril 2025 10:30 pm
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Guillermo Salazar Jiménez

A la pregunta sobre en qué consistía el presagio del tren amarillo, consultó Juanita Lectora, Gabriel García Márquez había contestado, “Consiste, sencillamente, en aprovechar los momentos de ocio para pensar en el tren amarillo, que es algo así como un tren de juguete construido mentalmente con todas las cosas inútiles. Un tren que, tarde o temprano, ha de llevarnos al país de la buena suerte.” Desde entonces agregó Juanita, Gabo imaginó su deseo de convertir el tren de Santa Marta – Aracataca en un desfile de gente que disfrutara el paisaje, además de transportar bananos como antes y carbón ahora.

El 4 de febrero pasado el catequero Carlos Nelson Noches,mencionó la estación del tren como otro lugar importante de apreciar en Aracataca. Rusbel Caminante animó la charla cuando afirmó que García Márquez en Cien años de Soledad describe el asombro de los habitantes de Macondo ante la llegada del tren. Creo, dijo Rusbel, aquel tren cargado de promesas y esperanzas, simboliza el arribo de lo nuevo al pueblo olvidado por los avances tecnológicos. No solo ello, comentó el señor Noches, además del progreso nos llegó la incertidumbre unida a la llamada modernidad. 

Juanita Lectora adicionó que, en Vivir para contarla, Gabo refiere aquel momento mágico cuando el tren paró en una estación sin pueblo. Iba al lado de su mamá como compañía para vender la casa de Aracataca, y al paso por una finca bananera del camino leyó en el portal: Macondo. Le sonó tan dulce que se convirtió en el nombre del pueblo que le dio gloria a su mundo. Cierto, señorita, expuso el señor Noches, sin el tren Macondo no podría existir; Gabito cuenta genialmente la fascinación por lo nuevo, por la necesidad de cambiar y aceptar, aunque con miedo, los avances de la ciencia y la tecnología. Con el tren, según mi amigo Gabito, Aracataca se transformó de la noche a la mañana. 

El tren llegaba de Santa Marta y recorría la zona bananera, agregó el señor Noches, pasaba por Rio Frío, Sevilla, Reten y otros pueblos, desde 1910 se utilizó todos los días del año, sin interrupción, directo al puerto de Santa Marta,día y noche, con sus 150 vagones repletos de banano. ¡Vayan, conózcanla, vale la pena! Camino a la estación, Juanita le recordó a Rusbel que había leído en la pared del estudio del abuelo Nicolás Márquez de la Casa Museo en Aracataca la referencia a la masacre de las bananeras, “La única discrepancia entre los recuerdos de todos fue sobre el número de muertos, que de todos modos no será la única incógnita de nuestra historia.”

Rusbel Caminante comentó la increíble historia de los osados jóvenes para desafiar la muerte, según el señor Noches acostados sobre la carrilera esperaban los minutos que duraba el paso del tren, a pesar de los ininterrumpidospitazos del maquinista. Porque Rusbel aceptó la habitual experiencia de hoy la colocó sobre el riel, después recogió la moneda aplastada por el tren cargado con carbón sus 150 vagones.

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