Albores de una guerra fría en el Siglo XXI

5 abril 2025 12:11 am
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Con la caída del muro de Berlín el mundo entró en una nueva etapa de expansión del principio de derecho y la economía de mercado. Las modificaciones de normas constitucionales en muchos países del mundo lograron que el respeto a los derechos humanos, la dignidad humana y la propiedad privada se volvieran valores casi universales. La hegemonía de Estados Unidos y algunos países europeos no era discutida en la urbe planetaria.

Por ende, la construcción de una economía global y los intercambios culturales fueron más constantes en la última década del Siglo XX, al tiempo que la internet creó nuevos parámetros de conducta, comportamientos sociales, profesiones y formas de hacer negocios. La idea del mundo digital era ciencia ficción en el pasado, pero ahora compele a los ordenamientos jurídicos a crear fuentes normativas para la inteligencia artificial. Nuevas formas de trabajo también surgieron de la invención humana de los tiempos recientes.

La migración era considerada un derecho y era tan constante como el flujo de empresas entre sociedades. Las barreras arancelarias dieron paso al libre comercio y a comunidades sin límites geográficos como la Unión Europea. El multilateralismo y el fortalecimiento del derecho internacional en sus diferentes dimensiones apalancó todo este panorama y sirvió de instrumento para limitar los cimientos de la soberanía del Estado-Nación. Todo el mundo tuvo convergencia en las Naciones Unidas.

Esta descripción, tal vez minúscula de la época prepandemia del Covid 19, ha cambiado sustancialmente en los últimos años. El auge de China como potencia económica y sus relaciones con diferentes países y continentes ha golpeado fuertemente el ajedrez geopolítico. En América Latina, Perú, Chile, Argentina y Brasil ya cuentan con estrechos lazos con el gigante asiático, quienes a la postre, construyeron uno de los puertos más grandes del subcontinente en el Puerto de Chancay en Perú. La ruta de la seda y el Brics, como foro de países emergentes, son otras de las estrategias del impacto mundial del gobierno comunista de Xi Jinping.

Estados Unidos ha reflexionado profundamente sobre esta influencia y en el nuevo mandato del presidente Trump decidió declarar una guerra comercial a título de independencia. Los cuestionamientos sobre el cumplimiento de las reglas de la Organización Mundial del Comercio y las sólidas alianzas trasatlánticas no se hicieron esperar, lo mismo que la pacífica cooperación comercial con México y Canadá. Colombia vivió los primigenios anuncios del ejecutivo republicano por una diferencia diplomática frente al recibo de connacionales irregulares en territorio del Tío sam.

La entrada en vigencia de drásticas medidas proteccionistas a nivel económico de la Casa Blanca ha tenido impactos negativos inmediatos sobre las principales bolsas valores. Los aranceles a productos extranjeros cobijaron equitativamente a amigos y detractores de Norteamérica y tienen a los principales economistas comentando. Nuestro país no se salvó de esta arremetida y vio como se aumentaban los costos de las exportaciones en un 10%. La codependencia histórica a este nivel que ha tenido Colombia de los Estados Unidos conlleva un reto y una oportunidad para la diversificación de mercados y el aumento de la competitividad.

El manejo que tuvo el gobierno nacional de la medida fue el correcto. La prudencia, la diplomacia y la mesura, así como la reunión de funcionarios con empresarios es un ejemplo de lo que se debe hacer en otros ámbitos. Sin embargo, los aranceles impuestos son indicativos de una nueva guerra fría, pero al estilo del siglo XXI. Una verdadera historia está por escribirse luego del día de la independencia, justamente, de la primera economía mundial.       

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