CADA VEZ MÁS INDIVIDUOS, CADA VEZ MENOS COMUNIDAD

4 abril 2025 12:05 am
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Existe un proverbio, muy famoso y muy citado, que dice que “Hace falta una aldea para criar un niño”. Con este proverbio, algunos pueblos de Nigeria querían dar a entender que el proceso de crianza y educación de un niño no es responsabilidad de sus padres exclusivamente, sino que requiere el apoyo y la colaboración de todo el grupo social en el que se desarrolle la vida del pequeño, resaltando así la importancia de la colaboración y el apoyo colectivo en la crianza.

En cualquier comunidad indígena en las selvas de nuestro país, se puede ver como niños y niñas juegan unos con otros indistintamente de quienes son sus padres. Oleadas de chiquitos corren de un lado al otro inventando juegos con los elementos que encuentran a su alrededor, mientras los adultos los vigilan mientras realizan sus labores cotidianas, todos cuidando de todos.

Así como es aún en muchas comunidades indígenas, en tiempos pasados (y no tan pasados) nuestros procesos de socialización y entrada a la sociedad eran similares, determinados por la comunidad a la que pertenecíamos, llámese esta el pueblo, vereda, cuadra o hasta el conjunto residencial en el que habitábamos. Así mismo, la preeminencia de la educación formal, que aún sigue siendo importante (aunque también entrando en crisis), se complementaba con todo un conjunto de espacios de encuentro en el que se iban forjando las identidades individuales, estas en armonía con lo que la sociedad esperaba de ellos.

En estos tiempos que corren, en los que las interacciones virtuales van ganando espacio por encima de las físicas, llevándonos a recluirnos cada vez más detrás de pantallas y en nuestras casas, cada vez son menos los referentes reales que vamos convirtiendo en nuestras identidades. En estos procesos de digitalización de nuestras interacciones cada vez somos menos los “hijos” de un barrio o de un pueblo y mas los participantes de un chat de whatsapp. A lo sumo los jóvenes se integran en comunidades virtuales de consumidores de algún producto cultural, o en el caso mas “físico” a ser hinchas de un equipo de futbol, pero no mucho más que eso.

Las naciones modernas desde su concepción buscaron ser, en una escala mucho mas grande, nuestras “comunidades”; son las naciones los colectivos “imaginados” en los que, a través de la valorización, o incluso invención, de una identidad colectiva, se supone se iban a crear ciudadanos activos y partícipes de la vida colectiva nacional. Esta concepción, que ya de entrada considero problemática a causa de su magnitud y lo difícil de su aprehensión, está también entrando en crisis por cuenta de estas nuevas dinámicas sociales e incluso me atrevería a decir, por una crisis misma del concepto de ciudadano.

Estamos en tiempos en los que la individualización de la vida cotidiana va tomándose cada vez mas esferas de la misma; cada vez es mayor la desconfianza o directamente el hartazgo hacia la participación colectiva; crecen en aceptación las posturas políticas y filosóficas que enaltecen la construcción individual por encima de lo colectivo y se ve con cada vez mayor desconfianza apelar al fortalecimiento comunitario o a la defensa de espacios de socialización y de creación de ciudadanía tal como estaba establecido en el pasado.

Ejemplos como el del crecimiento exponencial del llamado homeschooling (la educación formal impartida en casa por los padres y no en colegios) dan muestra de como la socialización cada vez es mas dejada de lado en relación con la construcción de individuos por fuera de las lógicas comunitarias o directamente del “aprender entre todos”. El principio africano que citaba al principio se aplica cada vez menos entre nosotros, y hasta desconfiamos de este.

La individualización y la consecuente desaparición de ese sentido de comunidad está sucediendo en todas partes; incluso en las comunidades indígenas que mencionaba al principio, donde aún los niños juegan entre todos y son criados por la comunidad en su conjunto, son cada vez más los adolescentes abstraídos en sus pantallas, sentados cerca de la antena de internet satelital, participando en grupos de redes sociales antes que construyendo sentidos comunitarios con sus vecinos.

El proceso parece imparable, y el futuro con este panorama es incierto. Por milenios los seres humanos hemos sido comunitarios, y gracias a ese sentido gregario es que hemos desarrollado civilizaciones enteras, por lo que este camino puede ser un paso al vacío si no encontramos de nuevo caminos para entendernos como comunidad. Quien sabe el día de mañana, cuando este modelo de civilización colapse, la misma necesidad de supervivencia nos obligue a recordar que solos no podemos, aunque siempre será mejor que lo tengamos claro antes de llegar a ese punto e, incluso, empezar a reconstruirnos desde ahora.

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