Hace años adquirí un libro que solo ahora he leído con verdadera sorpresa. Revisando la biblioteca, muchas veces estuve frente a ese tomo taciturno, lo miré, lo consentí y luego lo regresé al estante. Se trata de La noche, novela del español Andrés Bosch (1926-1984), la cual fue Premio Editorial Planeta 1959. Para darme alguna idea de la novela, ingresé a Google y me encontré con excelentes comentarios.
Pero, al saber que versaba sobre el boxeo, el tema me desanimó por cuanto ese deporte nunca me ha despertado interés alguno debido a la violencia que contiene. Siendo así, ¿por qué lo había comprado? Lo ignoro. Esto nos pasa a los amantes de la literatura: que vamos acumulando libro tras libro a la espera de llegar algún día a sus páginas, pero el tiempo nos gana la partida al no permitirnos abarcar tanta lectura aplazada.
Y comencé a leer. A poco andar, ya la novela me había absorbido por el estilo vigoroso, ágil y sensible con que el autor cuenta la historia. En efecto, me sentí atrapado por ese mundo extraño que se convierte en toda una batalla de golpes iracundos, algunos mortales, con que se cumple dicha función bajo el riesgo de sufrir serias lesiones, e incluso perder la vida. Ese es el boxeo. No era que me hubiera ambientado en el ring, donde se lucha con el instinto asesino de aniquilar al enemigo y no perdonarle ni el último aliento de vida.
Y sufría con cada golpe torturador que leía en la novela, con cada arremetida sanguinaria y con toda esa explosión de barbarie y odio que se concentran en dicha acción. Sentía mi propia carne lacerada, y la cara destrozada, y los labios sangrantes, y los ojos en tinieblas, y el cerebro nublado, y el alma sulfurada… Pero sucede que alrededor de ese escenario cruel, el novelista va tejiendo una historia humana y emotiva, que fue la que en verdad me sobrecogió.
Luis Canales, el protagonista de la historia, es un humilde trabajador que no quiere a su mujer, y que para romper la monotonía busca una actividad en la que pueda hacerse notar. Se apasiona por el boxeo bajo la influencia de un amigo que practica esa afición, y con el tiempo se convierte en campeón famoso.
Conforme avanza el tiempo, se entrelazan sucesos de alegría y tormento, los cuales crean una atmósfera en constante suspenso y tensión, factores básicos de la buena novela. No hay deporte sin sufrimiento. El dolor es connatural al ser humano. El cuadrilátero se vuelve el mundo de Luis Canales, y es un mundo a la vez sufrido y vivificante.
Es una historia dura. El novelista, que había sido boxeador antes de ser abogado y escritor (autor de más de una docena de obras), se mete en la piel de su personaje y en él dibuja la lucha por la vida y el deseo de ser “alguien”. Hasta que un día lo consigue, con disciplina y constancia, al conquistar el título de campeón nacional. El cambio de escena llega días después, cuando un puñetazo implacable le deja para siempre averiado el cerebro, en total oscuridad.