Atender las problemáticas de la llamada Colombia profunda fue una de las banderas más visibles en la campaña de la actual vicepresidenta. Se prometió que una vez en el poder, la capacidad del Estado llegaría por fin a los rincones más olvidados del país, llevando inversión social, salud, educación, seguridad y bienestar a comunidades históricamente excluidas.
Pero la realidad ha sido otra. Esa Colombia olvidada continúa en el abandono, y hoy enfrenta incluso más dificultades que antes, la presencia estatal sigue siendo mínima, y en su ausencia, crecen el miedo, la violencia y las economías ilegales. Se habló de inclusión, de “los nadies y las nadies” que iban a “vivir sabroso”, pero seamos sinceros; nadie está viviendo sabroso en un país donde reina la incertidumbre y la improvisación, donde la inversión se desplomó, el empleo escasea, el desarrollo está detenido y la esperanza parece desvanecerse.
Las zonas más marginadas están atrapadas entre grupos armados en disputa de territorios, mafias y redes delictivas. En aquellos lugares donde deberían construirse escuelas, aumentan los cultivos ilícitos; donde debería haber mayores oportunidades, se imponen la minería ilegal, la deforestación y el reclutamiento forzado de menores. Mientras desde el centro del país, se repiten discursos ideológicos desconectados de la realidad, porque no se está gobernando, se está improvisando.
Esto no es construcción de paz; es una serie de concesiones disfrazadas de acuerdos con delincuentes de toda clase.
Sin embargo, el olvido no tiene por qué ser el destino definitivo, ya que desde las regiones también pueden emerger respuestas concretas. Existen ejemplos inspiradores de alcaldías que fortalecen la seguridad con apoyo ciudadano, gobernaciones que impulsan economías campesinas sostenibles, sistemas comunitarios que garantizan la conservación de los ecosistemas promoviendo entornos seguros y resilientes.
Lo que se necesita es voluntad política genuina: que alcaldes y gobernadores asuman su papel con firmeza, que protejan a los más vulnerables y promuevan iniciativas desde lo territorial, porque es desde allí, desde donde se puede comenzar la verdadera transformación hacia el desarrollo.
Porque mientras el gobierno central titubea entre promesas y retórica, los territorios deben actuar con coraje y determinación, no pueden seguir esperando respuestas y apoyos de respaldo que no llegaran.
Se tiene que velar porque la reconstrucción de Colombia crezca desde lo local, desde las raíces, y es este el momento para aquellos que están más cerca de las bases sociales, para que asuman con firmeza el liderazgo que el país les demanda.
* Especialista en Gestión de riesgos y Seguridad pública.