Samaria Márquez Jaramillo
Etimológicamente la palabra utopía simboliza una circunstancia que no tiene lugar y es una especie de sueño de un mundo mejor, más feliz. Ese mundo no está en algún sitio predeterminado para todos. Cada quién lo ubica donde quede más seguro y lo encuentre rápido.
Utópico es todo lo nuevo que padece dificultad para avanzar, obstaculizado por la lógica retrógrada, parida por los intereses creados que inmovilizan todo lo que pueda probar que ellos ya están obsoletos e interrumpen el parto del mañana.
Gramsci, el pensador italiano dijo que todo aquello viejo que se niega a morir hace lo imposible para colocarle freno a la dinámica de la vida y cuando lo retrogrado inhibe el desarrollo brotan las perversiones que hasta llegan a tildar de esperanzas inútiles a la utopía.
Alejandro Jodorowski cuenta así: “Había un joven cuyo sueño era llegar a ser un día el mejor tirador de arco del mundo. Obsesionado con esta idea averiguó quién era el maestro más célebre de esta disciplina y organizó todo para ir a visitarlo y contarle su deseo:
-Maestro, quisiera ser el mejor arquero del mundo, ¿qué tendría que hacer para conseguirlo?, le dijo cuando, al fin, lo encontró.
A lo que el maestro contestó: -Si quieres hacer realidad tu deseo, debes alcanzar con una de tus flechas la Luna. Si lo lograras, tú serías el primero y nadie te cuestionaría que seas el mejor del mundo.
El muchacho se despidió del maestro dispuesto a seguir su consejo sin que nada ni nadie le desanimase en su empeño. Preparó sus arcos y flechas y, cada noche, se subía a lo más alto de un peñasco cercano al mar. Allí esperaba que la Luna saliera tras el horizonte y disparaba contra ella hasta que agotaba las flechas. Y eso mismo hacía noche tras noche, fuera luna nueva, menguante, creciente o llena. Los vecinos se burlaban de él y ya lo conocían como «el loco de la Luna», pero él, ignorando ofensas y provocaciones, siguió con su empeño. Aunque jamás consiguió hacer diana en el satélite, de tanto intentarlo, este joven se convirtió en el mejor arquero del mundo, como había vaticinado el maestro”.
Yo prefiero optar por el albur de lo soñado y no por lo predecible. Fui una niña espabilada y observadora y a los 11 años leía novelas de las que entendía poco su contexto y en exceso de crueldad me gustaban los personajes que mayor sufrimiento padecían y por mi sensibilidad mis lecturas se convertían en masoquismo como cuando repetí la lectura de los sufrimientos de un personaje infantil, Oliver Twist de Dickens, un huérfano que crece en un hospicio y un poco mayorcito empezó a trabajar en una fábrica de ataúdes y escapa a Londres donde padece engaños y ralladuras en el alma debido a su ingenuidad aldeana. Esa lectura me proporcionaba la ocasión para sentirme conmovida y flagelada… Sin saber su nombre y misión, me dediqué a la protección de lo que luego supe eran mis utopías. Ya había leído a Oscar Wilde y me había apropiado de su frase: “Un mapa del mundo que no incluya utopía no es digno de consultarse porque se debe buscar no lo posible sino lo ideal.
Guardando mis quimeras en el no lugar de las utopías, estoy ahora a los 70 años de edad, en ese esfuerzo permanezco desde que en el año 60 compraba a un señor llamado Álvaro, que era fotógrafo y también reparaba bicicletas, cerca a la tienda de doña Empera Ramírez, allá en mi Tebaida, y este hombre todero recogía, no se en cuáles pueblos del Quindío, libros usados para revender a 35 centavos, en esos libros aprendí, contradiciendo enfáticamente a Vargas Llosa, que la libertad grupal es distópica y la libertad individual ,sentida y soñada y por lo tanto utópica es posible y que por ello escribo para probar que la Utopía y la ficción hacen diferente , más bueno y más real al mundo.
Mario Vargas Llosa y su horizonte de libertad y Utopía

El 26 de abril de 2016, en la Universidad Diego Portales de Chile ,en el marco de la Cátedra de Humanidades UDP, el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, dictó la clase “De la utopía a la libertad” en la Biblioteca Nicanor Parra, donde además se le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa.