Para remplazar el tren elevado de Leticia a Maicao que prometió construir el presidente Gustavo Francisco Petro Urrego, nos trajo el tren de Aragua. Como maquinista del primer viaje contrataron a «Diosdiablo» Cabello.
Después de esa maniobra, el presidente anunció que Irá a consulta interna para que le midan la presión en las vías públicas.
Petro sabe que es mejor una mala derecha que una buena izquierda. Al no tener candidato sobresaliente espera que le saquen otro Rodolfo, y de esos hay varios en carrera. Si los opositores de Petro no ponen una mujer, se vuelven a joder.
En la consulta va a despilfarrar 500 mil millones de pesos. Eso estima la Registraduría que vale el agasajo. El congreso tiene la obligación de quitarle la malla de protección a esa maroma para que el trapecista caiga en la realidad. Absurdo que en el gobierno de la vida no aprovechen esos dineros para comprar las medicinas que no hay en boticas. Eso demuestra que los zurdos tampoco tienen remedio.
Petro ya les ganó y quiere repetir. La izquierda está fracturada y dividida, pero al final vota unida. También conoce que las adhesiones se compran, no llegan por convicción. Son franquicias que se venden en subastas. La experiencia le dice a Petro, que su futuro depende de las alianzas estratégicas que se «con$igan» en el camino.
Las nuevas generaciones que no siguen a Petro, tampoco son uribistas. Los jóvenes buscan sus propias vías de escape y tienen razón. El doctor Álvaro Uribe saturó la plaza y no cautiva el nuevo universo electoral. Hoy la juventud es la que manda y decide. Los mayores de 50 votamos, pero no ponemos presidente.
A Petro es fácil despreciarlo y a Uribe ignorarlo. Uribe cree que tiene herederos y Petro ni herederos tiene. Eso le pasa por no criarlos.
También hay otro fenómeno político interesante, los hijos ya no sufragan por el candidato de sus padres. En los hogares de los pobres no se vota por la derecha. Sería una enorme contradicción, pero son conscientes que Petro resultó otro embuchado. Mientras que en familias de clase media y alta si hay izquierdos. Eso es lo bonito de la política, diría el filósofo del fútbol Gerardo Bedoya.
Todavía hay otro fenómeno bien complejo, y es lo que hace disfuncional este gobierno. Mucha gente vota por el candidato presidencial de la izquierda y para congreso lo hacen por liberales, conservadores y otras pestes. La contramuestra fue la elección de alcaldes y gobernadores, donde el presidente recibió una paliza. Petro ganó la presidencia y no la gobernanza. Esos «alcalduchos» como los llamó, le dieron una lección al irrespetuoso «presidentucho». Por ese motivo todos los días busca romper la Constitución y la ley. Ahora quiere hacer allanamientos. Busca con ansiedad una caleta que contiene un medicamento con 15 mil millones para aliviar dolores de cabeza. Incluso, quiere ser policía o soldado. Lo que tanto odia, desprecia y busca demoler.
Sus pies le hacen cosquillas porque entiende que tiene que comenzar a caminar para irse de la Caja de Nariño. Todo gobierno termina cuando inicia la campaña para su sucesión y el propio presidente se anticipó.
El camino más largo y triste de Colombia es cuando el 7 de agosto de cada cuatro años, el presidente saliente se va para que el siguiente ingrese. La escena del tapete rojo del presidente llegando y el expresidente saliendo por la puerta de atrás, no es una despedida amable, es una cuenta de cobro.
Quienes no pertenecen a la izquierda o la derecha, tampoco quiere decir que sean centro. Si las elecciones fueran entre izquierda y derecha la abstención sería muy alta. Por encima del promedio histórico. El ganador lo ponen las alianzas con los otros partidos que esperan ofertas en los garajes.
Petro se cree candidato y es apenas el jefe de debate. Sus pupilos tienen un mal gobierno para mostrar. Mejor, para esconder. A esta hora Petro no sabe cuál será su seleccionado. Su corazón se inclina por Pizarro y Bolívar, con poco carisma y sin argumentación.
Utilizando su experiencia de hace cuatro años y la nómina oficial, quiere mantenerse en cuerpo ajeno. Solo no es capaz. Le toca salir a las calles a pedir una segunda oportunidad. Ahora si entendemos su insistencia en dar a las personas una segunda oportunidad.
Si miramos el caótico sistema de salud tal vez lo pongan a hacer fila para conseguir cita y darle de su propia medicina. Todas las elecciones tienen su encanto. Las próximas desencantarán a muchos.