Esta columna es la respuesta a un episodio de censura y mordaza política de alfiles del Gobernador del Quindío Juan Miguel Galvis Bedoya.
Todo comenzó en el mes de diciembre del 2024 cuando la genuflexa “periodista” Adriana Ruiz, contratista de la gobernación del Quindío, y actual contratista de Telecafé, publicó en el grupo de WhatsApp una nota benevolente de la gestión de Galvis Bedoya respecto a la construcción de los escenarios deportivos de los juegos nacionales, contrato entregado a la nefasta PROYECTA, otrora Promotora de Vivienda del Quindío.
Publicación a la cual hice críticasfundamentadas en la paupérrima gestión de PROYECTA, recordé los desfalcos que se dieron allí y el conocido escándalo de las MARIONETAS liderados por el hoy difunto Mario Castaño, íntimo del exgobernador Roberto Jairo Jaramillo.
Una vez realizada esta crítica en el grupo de WhatsApp denominado Medios Quindío, por interno y de manera vehemente, Ruíz, la periodista de bolsillo, me exigió retractarme de lo expresado, y cesar la crítica a su amo, exigencia que no acepté, como represalia fui expulsada de la caja de resonancia llamada grupo de difusión.
Que bien se acomodan los intereses a conveniencia, parece que Ruíz, olvida cuando fue periodista de la campaña de María Teresa, por allá en el diciembre del 2022 y principios del 2023 y en esa caja de resonancia sólo difundió propaganda de la que alguna vez fuera la ficha de la casa Jaramillo, parece ser que en aquella época si estaba bien visto hablar de políticos y promoverlos.
Ruíz es el ejercicio demostrado que no existe objetividad y menos imparcialidad en temas de periodismo. El principio de la libertad de prensa es que circule la información sin ser sometida a ningún tipo de censura.
Por ser la creadora de la caja de resonancia y practicante del oficio del periodismo, tiene la obligación y deber moral de fomentar un ejercicio ético, honesto, plural y de libertad de expresión, donde el escrutinio y la fiscalización de lo público es el ejercicio obligado del periodista, pero como está demostrado no hay libertad de expresión, sino un adoctrinamiento maquiavélico y compulsivo en defensa del político de temporada.
Por el bien de la libertad de expresión y de prensa, espero que no hayan más “colegas” con esta práctica tan ofensiva y castrante, donde pensar está prohibido y opinar es un pecado, a Ruíz, le convendría mucho abrir el cerebro ya que en temas de funcionalidad es igual que un paracaídas, no sirve si no se abre.