Aunque tuvimos otro hermano menor, quien falleció por complicaciones, a los 3 dias de nacido, después fuimos 7 más. Manuel, Luis Eduardo, Luz Helena, William Fernando, María Cristina, Gloría Piedad y Martha Liliana
Hoy es martes 18 de marzo de 2025. Quise escribir, hacer una nota, recordar. Hace 24 años, hoy, que nuestra hermana menor se fue del mundo terrenal para siempre, pero está allá con Dios, nuestros padres y hermanos (Eduardo y Lucho). Es como si la fecha se repitiera. Exactamente iguales momentos.

Hoy, reconstruyo ese sábado. Un sábado en el cual todos los hermanos estábamos reunidos hablando con ella, Luis Eduardo, Luz Helena, William Fernando, María Cristina, Gloría Piedad, Martha Liliana y yo.
Nos reíamos, decíamos chistes. Recuerdo que yo estaba utilizando una sudadera, camiseta y tenis adecuados al día. Era un día caluroso, bonito, festivo.
Luz Helena había llegado de Ibagué con la familia. Nos reunimos a conversar todos,
Hablamos por teléfono con mi familia en Cali. Nana conversó con mi hija y le preguntó que por qué no venía, aprovechando que era festivo el día lunes. Charlaron un rato. Recuerdo que nana le dijo a mi hija que la quería mucho, como siempre.
Por la noche, yo no podía dormir. Me fui a acostar temprano, pero no podía estar quieto, tranquilo, descansado. Eran las 11 de la noche y no sabía si acostarme o ver televisión. Hice café y tomé por un buen rato. Vivía en La Arcadia. Un conjunto cerrado al sur de Armenia. Casas agradables y con un vecindario muy tranquilo y amable.
A las dos de la mañana, apagué el televisor, caminé y quise ir hasta donde mi hermana. No sé por qué, pero estaba ansioso. Quería verla. No entendía por qué. Me acosté a tratar de dormir.
A las tres y diez, timbró el teléfono. A esa hora de la madrugada era extraña esa llamada. Era nena, mi hermana. Tranquila, con voz pausada, me dijo que nana acababa de morir.
Como un loco, me volví a vestir. Llamé a Cali y con mi voz partida por el dolor y un río de lágrimas, les conté que nana había muerto. Salí, tomé un taxi y llegué adonde mi hermana. La toqué. Estaba tibia. No respondía a mi llamado. Grité, supliqué, lloré a su lado. No se movía. Ahí me quedé con ella todo el resto de la noche.
Amaneció y mis lágrimas continuaban fluyendo. Mi tristeza era demasiada. Más tarde, llegaron mis hermanos. No pudieron consolarme. Sí me preguntaron sobre sepelio, duelo, misa, y todo lo requerido.
A las once, llegó mi familia de Cali. Yo no había descansado de llorar. A la una, la misa, el entierro. Yo sentí que se me iba una parte grande de mi vida.
Hoy, han pasado 24 años y mis lágrimas han vuelto. Es una mezcla de sentimientos. Un recuerdo hermoso, de una hermana tierna, adorable y que jamás olvidaremos.
Gracias a Dios por habernosla prestado. Por habernos dado a una hermana menor por un tiempo. El tiempo y la historia no la borrarán jamás de nuestra vida como hermanos.
La vida es bella y me ha dejado escribir esta nota. Una nota con la que quiero rendir un homenaje a la hermana menor.
Han pasado 24 largos años sin ella, pero su recuerdo, su sonrisa, su ternura y su figura, jamás se olvidarán.
«Nunca olvidaremos tu bondad y tu alegría.»