Los nombres de las calles tienen mucho que decir sobre la historia, cultura e identidad de una ciudad. ¿Quién no ha escuchado hablar de El Palo, Junín y Palacé en Medellín o de Caminito, Corrientes y Florida en Buenos Aires? Y es que los nombres de las vías no son caprichosos pues tienen un carácter conmemorativo o evocador, han sido elegidos para recordar personalidades, hechos o momentos importantes para la colectividad.
Por su parte, Armenia también gozó de nombres tradicionales en algunas de sus calles. Pero, con el paso de los años, la decadencia del civismo y la poca enseñanza de la historia local, además del desinterés de las autoridades por conservar el patrimonio, se olvidaron estos nombres que deberían ser como un «manifiesto» sobre nuestros valores culturales, sociales y políticos a lo largo del tiempo.
En medio de este desapego por lo nuestro, quiero evocar algunas calles del centro que nos recuerdan la Armenia que se fue, y cuyos nombres vi en algunos textos de historia de mi ciudad y escuché en conversaciones con mis mayores y en reuniones con integrantes de la Academia de Historia del Quindío durante los años que pertenecí a esta Corporación. Así que espero no cometer imprecisiones ni que la memoria me falle.
Quiero iniciar este recorrido por el corazón de Armenia, la plaza de Bolívar o del Libertador como inicialmente se llamó. La carrera 14 hacia el norte, desde la calle 20 hasta el parque de Sucre, era la Calle Real, designación que se daba a las calles principales de los poblados en honor al rey, costumbre española que se extendió por estas tierras. Hoy, para muchos, simplemente es la peatonal de la 14.
La carrera 13, de la plaza de Bolívar hasta el parque de Sucre, tuvo varios nombres. El más recordado es la calle de Encima; pero también se conoció como la calle de La Amargura en razón a que era la ruta obligada de las celebraciones de Semana Santa, en especial de la tradicional procesión de la Soledad. En sentido contrario, de la Catedral de la Inmaculada Concepción hacia el parque Uribe Uribe, la 13 fue la calle de Sevilla, vía que comunicaba con el puente de Don Nicolás y la salida para Calarcá.
La calle 21, partiendo de la plaza de Bolívar hacia el occidente, entre carreras 14 y 18, se denominaba la calle del Chispero. Hay dos versiones sobre el origen del nombre: unos dicen que fue bautizada así porque las herraduras de los caballos sacaban chispas en el empedrado de la falda que hay entre las carreras 14 y 15 para llegar a la esquina donde hoy está la DIAN, otros aseguran que el nombre se debió a las ventas de fritanga sobre hornillas de carbón de leña que había en la 21, de los cuales salían chispas para todas partes cada que los venteros avivaban el fuego con sus chinas. También se conoció como la Calle del Comercio por los reconocidos almacenes que había.
La calle 19, entre carreras 13 y 15, se conoció como Las Águilas. Pero a la cuadra entre las carreras 13 y 12, luego de su pavimentación en los años treinta, se le llamó la Falda de las Arrugas porque en ella se hicieron rayas o estrías horizontales para facilitar un mejor agarre de las llantas de los carros, labrado que aún se nota sobre su superficie a pesar de los años.
La carrera 17, entre la antigua Plaza de Ferias —que luego albergó a las Galerías Centrales y que posterior al terremoto de 1999 se convirtió en el CAM— y la calle 19, fue llamada Arranca Plumas. La calle 24, entre carreras 15 y 18, se llamó La Pola. Y la calle 13, entre carreras 14 y 15, la Falda del Mocho, en alusión Antonio Jaramillo Hoyos, personaje al que le faltaba una pierna y que oficiaba de comisionista montado en un caballo blanco que tenía tatuados sobre su piel letreros de compraventa de inmuebles. Sobre la mencionada falda estaba la pesebrera de su equino.
Por su parte, la calle 18, entre carreras 17 y 18, se llamó Trompiliso, cuadra donde estaban las meretrices del centro. Y la carrera 18, entre las calles 21 y 27, donde se hallan los puentes de la 26, se llamó La Cejita. Algunos dicen esto se debió a que fue construida sobre una angosta ceja de terreno que comunicaba con la Estación Armenia; sin embargo, a Alfonso López Reina le escuché decir que este nombre se debía a que allí hubo unos corrales operados por arrieros venidos de La Ceja [Antioquia] que prestaban sus servicios transportando mercancías que llegaban en tren.
En el entorno del parque de Sucre, la calle 13 entre carreras 14 y 17, donde existió una zona de tolerancia, recibió el nombre de calle de Junín. Y sobre esa misma calle, pero a partir de la carrera 13 al oriente, se llamó la calle del Zacatín pues la Industria de Licores de Caldas destilaba ron y aguardiente donde hoy funciona una institución educativa. Hacia el norte, por la carrera 14, comenzaba la calle de Anaime en el sector conocido como Bogotacito para llegar donde estuvieron los tanques del acueducto y el Palacio Episcopal, hoy universidad La Gran Colombia. Más al norte tomaba el nombre de calle de Corocito hasta llegar al puente de la segunda donde había un alto del mismo nombre.
Para finalizar este recorrido incompleto por las calles de la ciudad, quiero hacer referencia a la carrera 19 o avenida Guillermo León Valencia, nombrada así en recuerdo del presidente que posesionó al primer gobernador del Quindío, vía que también se conoció como avenida 19 de Enero porque ese día de 1966 el congreso de la República aprobó la ley que creo el departamento. Finalmente, cómo no mencionar a la calle del Puñal, que era la calle 25 entre carreras 18 y 19, y de la que no quiero imaginar la razón de aquella denominación.
Hoy que hablamos de rescatar ese espíritu cívico que alguna vez nos caracterizó, propongo que la alcaldía de Armenia junto con entidades como la SMP de Armenia y la Academia de Historia del Quindío inicien un proyecto de recuperación de los nombres de las calles de Armenia y así recobrar parte de la memoria de la ciudad, labor que serviría a su vez para actualizar la nomenclatura urbana con las denominaciones originales de sus calles. Proyectos sencillos como este contribuirían a crear sentido de pertenencia y a fortalecer la identidad de los armenios.
Armenia, 4 de marzo de 2025
Armando Rodríguez Jaramillo
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