LA ESTÉTICA DE LO GROTESCO
Juan Manuel Acevedo
Ensayos
Favila Editorial
Colección Brechas 5
Prólogo de Alberto Rodríguez
Bogotá, diciembre de 2024
142 págs.
“Lo grotesco moderno puso de manifiesto su condición histórico-espiritual, y esto le permitió el predominio hasta nuestros días”. No es afirmación pasajera. Ni que se encuentre, de manera fortuita, en este nuevo libro del escritor y profesor universitario Juan Manuel Acevedo. Es una sólida constante crítica en sus lecturas y estudios: La estética de lo grotesco, la poco frecuente valoración narrativa de la fealdad en los personajes -física, social, espiritual, moral o sexual- rigurosa constante literaria que en la literatura de los siglos XX y XXI, para no ir más atrás, examinando autores como Arlt, Sabato, Cortázar, Covadlo, Saer, Giardinelli y Piglia; y ahora en este libro de breves ensayos que pueden fusionarse con su obra Siete locos de la narrativa argentina contemporánea (Armenia, 2010), Juan Manuel, con meticulosa complacencia de lector apasionado, pero adaptando a sus complacencias algunos patrones exclusivos del ensayo académico, vuelve para continuar ahondando, ahora desde su reciente libro, con descriptiva y bien informada prosa, tipologías de lo grotesco y la locura en Arlt, Piglia y Covadlo, ampliando su radio de observación y crítica con la obra de Pablo Palacio y Virgilio Piñera.
La enajenación y estrafalario en la literatura, sobre todo en novela y cuento, son complejos fondos del ser humano que siempre han inquietado a Juan Manuel. ¿Ampliaría sus búsquedas de monstruos, en la poesía? ¿Cuáles poetas y poemas seleccionaría, para un compendio de la fealdad y lo grotesco? Su sentido crítico y su sed lectora por evidenciar nuevos tipos demenciales en protagonistas de la literatura universal, latinoamericana o colombiana, buscando quien los ilumine entre los sombríos sótanos de la personalidad y las desviaciones de toda clase donde perviven, tienen y mantendrán por mucho tiempo en Acevedo Carvajal un perspicaz estudioso de dichos atributos malsanos de la conducta y el comportamiento de personajes desequilibrados en la novela y el cuento. Los lleva tatuados en su alma. Es su psiquiatra, su vocero y su médium.
“La modernidad literaria de lo grotesco liberó al hombre de las ideas estéticas convencionales y derribó la necesidad de lo bello. Tras la aparición de una nueva crítica del gusto, que no excluía lo feo ni lo disonante, la categoría de lo grotesco recuperó su perfil dinámico y se impuso con violencia y destrucción”, afirma Acevedo. No sé si por algunas obras de la narrativa quindiana y sus más genuinos representantes, circulen en la novela y el cuento personajes que tengan cabida dentro del concepto de lo grotesco que aplica Juan Manuel y cuya vocación seguirá desplegándola a lo largo de su vida como lector y escritor. Durante varios lustros, según puede verificarse en numerosos ensayos suyos no incluidos en los libros aludidos, la suya en recintos universitarios y como escritor, es una teoría congruente con nociones del mal, que despliega y reafirma con ensayos sueltos publicados en diferentes revistas. O con libros cuya unidad temática contribuye a ratificar sus ideas sobre el tema de la demencia y lo grotesco. Es inteligible su estilo para aproximarse y aproximarnos a este tipo de literatura facilitándonos, como lectores o como autores para quienes se entusiasman con estos personajes anómalos, entender y soportar, tolerar y convivir con dichas manifestaciones de la perturbación humana. Reconocer tales falencias sin discriminarlas puesto que “la lengua delirante está en constante devenir, y es por ello por lo que su forma es más un balbuceo o una silaba rota”. Estas demencias con toda la fealdad física y moral que desarrollan sus personajes.
Juan Manuel, entre actuales generaciones de ensayistas quindianos, es el escritor y profesor cuyas investigaciones tienen un itinerario preciso desde lustros atrás: la radiografía pormenorizada, como lo prueba la nutrida bibliografía que confirma y sustenta sus hipótesis y criterios en torno a deformidades físicas y de personalidad, de aquellos personajes que, con su prosa reveladora Acevedo hostiga hasta profundidades psicológicas muchas veces inadvertidas para los lectores: lo escabroso, la locura, lo grotesco y monstruoso. Lo delirante en sus diversas facetas narrativas. Del libro compuesto por diez ensayos orientando a cualquier lector que asimile dentro de sus particulares parafilias y tendencias intelectuales las premisas estéticas que enfatizan lo grotesco sobre conceptos tradicionales de lo bello, destaco dos: Estética del desvarío en la narrativa latinoamericana contemporánea; y el ensayo final, El delirio literario y su relación con la lengua y la escritura. Ambos pudieron encabezar el libro para orientar, desde la introducción en el tema de lo grotesco, a lectores no familiarizados con tal discurso. Subraya Acevedo: “Cuando la literatura deviene lengua delirante, no alcanza una forma estable, porque puede devenir casi cualquier cosa traída del inconsciente”. En tal territorio crítico de inestabilidad e inconsciencia, exaltadas fealdades humanas y psicológicas de los personajes que escruta y nos destaca, discurren los planteamientos distintivos del libro y del autor, apoyados por apropiada bibliografía que sirve de punto de partida para quienes amplíen contextos analizados por el ensayista quindiano.
En esta época donde lo asqueroso y crudo, lo demencial y perverso son paradigmas transgresores del individuo y la sociedad contemporáneas, transformándose en estándares literarios que cautivan la atención de numerosos lectores para quienes el sentido clásico de belleza se deslustra día tras día, gracias al efecto brain rot, podredumbre cerebral, deterioro contemporáneo del estado mental e intelectual de las personas, como secuela del consumo excesivo de ingredientes digitales frívolos y grotescos. Cualquiera que se solace por escribir una novela; que tenga varias inéditas que solo él conoce, o que haya publicado algunas, inadvertidas para lectores y crítica dentro y fuera de la región, debe leer estos ensayos para conocer por dónde, y de qué maneras, un escritor penetra en el alma y las escabrosidades de sus personajes. Para Platón la belleza, el sustancial impulso de vivirla con dignidad, era uno de los fundamentos de la vida. Su comprensión de la belleza no es la que, hoy por hoy, entendemos como tal. El filósofo la complementaba con el bien y la verdad en un triángulo donde, para que uno de los tres elementos se dé en una persona u obra de arte, deben estar presentes también los otros dos. Nada que ver, entonces, con la estética de lo grotesco. Y si para Aristóteles lo bello implicaba otra íntegra triada: orden, simetría y precisión, entonces la estética de lo grotesco rompe dichos cánones permitiéndonos comprender y asimilar la literatura y sus personajes, desde otros puntos de vista.