Dos mujeres valientes entrelazan dos momentos históricos, el año 31 a.C. y el año 2055. En esos tiempos tan distantes entre sí, ambas transitan por una misma geografía, que hoy se conoce como el Camino de Santiago, en España.
Es el futuro y las autoridades globales controlan las vidas de las personas. Como parte de un plan sistemático, ya no se ven adultos mayores en las calles: desaparecieron tras las últimas pandemias que azotaron el planeta. Eme perdió a sus padres y está sola, agobiada y sin trabajo. Todo cambia cuando se cruza con Hache, miembro de una organización rebelde que planea un sabotaje en Santiago de Compostela.
A fin de infiltrarse sin levantar sospechas, Eme asume la identidad de una peregrina. Mientras avanza por las rutas ancestrales, se ve inmersa en un mundo nuevo, que la conecta con la naturaleza y la espiritualidad. Allí conoce a Orión, con quien vivirá un gran amor, y se adentra en una antiquísima historia vinculada con Las Médulas, mítica mina de oro del Imperio romano, y con Cazue, una mujer perteneciente
a la tribu de los astures que libró una dura batalla para recuperar a su hijo robado.
La escritora argentina Viviana Rivero vuelve con una novela adictiva y vibrante, que se aventura a la vez en el futuro y en el pasado. Más allá de su cautivadora trama, Los soles de Santiago plantea cuestiones fundamentales acerca del destino peligroso que se cierne sobre el ser humano cuando violenta la armonía del universo.
Algunos fragmentos de la novela
“Estoy recostada sobre el camastro de paja en la vivienda de mi padre y escucho el ruido de
los insectos de la noche que me llega desde el exterior. Desde donde estoy, veo por la abertura del cuarto la punta de los pinos y me imagino cuánta vida habrá allí. Me doy cuenta de que a pesar de lo agotada que me siento, no podré conciliar el sueño. Mi cuerpo es joven pero mis pensamientos que lo atormentan lo mantienen tenso.
Aprieto fuerte los ojos. «Debo dormir», me digo, y lo intento. Sé que mañana me espera una ardua
jornada y que por varios días caminaré de sol a sol, pues planeo detenerme recién cuando las fuerzas me abandonen. Caminaré y caminaré, avanzaré por entre el verde agreste de la naturaleza, en medio de peligros, con hambre y cansancio. Estaré sola, muy sola, pero no me importa, perseveraré hasta llegar al sitio a donde me dirijo.
Únicamente la muerte podría detenerme. Me han quitado a mi hijo, me lo han robado y ahora iré yo a hurtárselo a esos malvados. Cruzo las manos sobre mi pecho, busco quitarme este dolor que me quema por dentro, y digo en voz baja: «Como que me llamo Cazue, moradora de la montaña verde, que
no me detendré hasta encontrarte, mi niño. Lo prometo por mis dioses». Conforme a las costumbres de mi pueblo, con el dedo índice me toco el labio tres veces en señal de que cumpliré mi promesa. Pronuncio las palabras y los acelerados latidos de mi corazón se van calmando poco a poco“.
Página 13
“Durante su caminata, Eme se dio cuenta de que su vida carecía de placeres y satisfacciones y que muchas veces la atacaba el mismo hastío que a Bur. En la existencia moderna no se daban bien las relaciones, ni las de pareja ni las de amistad, ni siquiera las familiares. Por estos tiempos no había persona que viviera en una gran ciudad y que no sufriera la soledad. Además, a la creciente tendencia a aislarse se le sumaba una pérdida gradual de las emociones.
De hecho, quienes las experimentaban sólo lo hacían a través de las pantallas de sus casas, o como consecuencia de lo que veían gracias al chip que cada uno llevaba en la muñeca o detrás de la oreja. La vida tecnológica había venido a hacerse cargo de los sentimientos, pues el compromiso era menor al que se establecía a través de las pantallas; y ni hablar de lo fácil que resultaba hacerlo con seres de inteligencia artificial. Se sufría menos pero también se sentía menos. Eme tenía amigas que elegían como amigos —o algo más— a individuos de la ia.
Se trataba de voces e imágenes creadas a gusto de cada uno, seres que estaban siempre disponibles para lo que se quisiese: desde una conversación profunda hasta un encuentro sexual de índole virtual. Aun así, todavía prevalecía la búsqueda de relaciones reales; sin embargo, cuando se las alcanzaba, pocos estaban dispuestos a dar lo que estas requerían. Exactamente eso les había pasado a ella y a Bur”.
Página 37
Sobre la escritora Viviana Rivero
Nació en Córdoba, Argentina. Se recibió de abogada en la Universidad Nacional de Córdoba y se desempeñó como asesora legal de empresas y abogada litigante. Fue productora y conductora de programas televisivos, así como fundadora de grupos para el crecimiento y el desarrollo de la mujer. Es Directora de Trabajos Fin de Máster en el Máster de Creación Literaria de la Universidad Internacional de Valencia. Publicó más de diez novelas, todas con gran éxito de público y ventas. Sus libros se han traducido al italiano y se publican también en España, Colombia, México, Ecuador, Panamá, Uruguay, Chile, Paraguay y Perú, entre otros países.
El libro Zafiros en la piel formó parte de una experiencia única de escritura online realizada en colaboración con Google. En 2017, Los colores de la felicidad recibió el premio de los lectores otorgado por la Feria del Libro de Buenos Aires. En 2019, El alma de las flores resultó finalista del Premio Planeta y en 2020 fue publicado en España. Su libro para niños El nogal de Joaquín, ilustrado por Victoria Altamirano, su hija, narra una bella historia sobre el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente.
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