El pan nuestro de cada día antes de Internet y después de WhatsApp

10 febrero 2025 11:36 pm

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 Samaria Márquez Jaramillo

Del linotipo al ordenador, luego llegó la sociedad del conocimiento

Poco después de que -supuestamente – el hombre puso sus pies sobre la luna, en agosto de 1969 empecé a ser periodista. El periódico El País funcionaba en la carrera 4º con calle 10 en Cali. “Pajarito” Acevedo era el jefe de redacción. Llegué con mi página escrita en una máquina que tenía sus teclas filudas y perforaba el papel. Más que una cuartilla parecía una plantilla para reproducir en mimeógrafo. El tema era sobre una juventud Pepe Grillo, que se hacía oír en los finales de los sesentas, y una Universidad del Valle con estructura administrativa, dialógica e ideológica estilo Pinocho con una buena dosis de sentido común, pero por sus claustros las ideas rebotaban contra un estudiantado que no tenía miedo de cuestionar, pero carecía de licencia para disentir y por ello, entonces, sus cuestionamientos eran ladridos a la luna. “Pajarito” se entusiasmó con mi texto, lo publicó al siguiente día y me asignó unos días de la semana para publicar mis colaboraciones. ¿Hasta dónde podría llegar yo con mi profesión de periodista?

En la época de mi inicio el periódico era de linotipos, matrices, lingotes de plomo y galeras.

Luego llegó el Offset. Ahora el sistema es digital. Durante el siglo XX los medios de comunicación escrita han sido a la vez testigo y objeto de las transformaciones sociales, económicas, y tecnológicas, así como de los procesos democratizadores destacándose la Cultura digital como elemento transformador de la gestión periodística.

Llovieron los detractores de mis teorías. Tuve que blindarme como un armadillo, por dos corazas, y aferrándome a la convicción de que el que tiene como única herramienta un martillo a todos tratará como a clavos, empecé a hablar de Cultura y eran tiempos del inicio del periodismo cultural.

 Era inevitable que los cambios más significativos en la prensa llegaron por las transformaciones sociales: disminución del analfabetismo, irrupción de la mujer en el ámbito laboral. La política deja de ser quehacer de unos pocos para convertirse en preocupación de toda la población, sobre todo en los barrios del sur de Armenia donde derrotaron el caciquismo y surgió, ya generalizada, la compra de votos, la concesión de favores o el ejercicio de coacciones, basadas en el dominio de la máquina administrativa o de los medios de producción e incluso la violencia física. Los partidos pasaron de ser partidos de «notables» a transformarse en partidos de masas y para efectuar su propaganda tuvieron que contar con los periódicos, con la radio y con la televisión. Se aceleró el proceso urbanizador, se extendió la enseñanza, se desarrolló la Cultura en general y es el periodismo el encargado de los cambios económicos y tecnológicos.

Todas estas transformaciones trajeron consigo un nuevo planteamiento del quehacer periodístico. Si hasta entonces había una relación directa entre partido político y periódico y no había partido que se preciara por no tener su órgano de expresión, pero esto cambió: Surgieron periódicos promocionados por empresarios, de distintos matices, empeñados en levantar una barrera frente a los aires socialistas. El de periodista, salvo en las grandes empresas de Bogotá, Medellín y Cali, había sido un oficio de condición precaria, bohemia en ocasiones y mísera las más. En general estaba, pues, mal retribuido. No existían contratos de trabajo y el despido era libre y la mayoría de las veces cumplido bajo la denominación de colaboración gratuita. Y llegó Internet.

 El miedo al cambio es una emoción natural que se experimenta cuando se enfrenta una situación desconocida, que esta vez podría ponérsele el nombre de Repercusiones del cambio tecnológico en los medios de comunicación escrita. Todos los cambios que sucintamente he enumerado sucedieron con relación al periodismo escrito donde hasta al lenguaje se vio obligado a sumar otros términos, no del idioma español que antes pudieron ser prescritos y que yo, testigo y participante de ese cambio, no he parado de analizarlos y que sin embargo un día me sorprendí porque   las nuevas generaciones que acceden a los medios de trabajo nos miran a los viejos periodistas con actitud extraña cuando nos oyen pronunciar algunas palabras. Es entonces cuando tomé conciencia de que el acervo de palabras acumuladas durante siglos estaba siendo arrumado, amontonado, por una nueva jerga que engendra a un nuevo vocabulario, común a los que tienen acceso al mundo de los ordenadores: «hardware», «software», «bit», «URL», «JPG», «SMTP», servidor «NNTP». Ya los periodistas escribimos nuestros textos frente a pantallas y agregamos en ellas las fotografías, gráficos y enlaces. La llegada del ordenador a partir de los años 1990, multiplicó todas esas posibilidades.

 Atemorizada o esperanzada saludo a la nueva Cultura digital con la que trabajo en el periódico El Quindiano y publico Bitácora Cultural, bajo la modalidad de Transmedia, sistema que utiliza varios medios para narrar: Texto, fotografía, podcast y video.  La «nueva cultura», la cultura digital, como un contexto cultural en el que adquiere una importancia creciente el uso de las nuevas tecnologías, hará que en el futuro muchas de las tareas y trabajos que hoy realizo sean automatizados y llevados a cabo por máquinas. Entonces, si estoy viva, seré una desempleada más. De hecho, de las ocupaciones de ahora un 30% son susceptibles de automatización mediante robótica e inteligencia artificial. El abanico de posibilidades que se ha abierto es inmenso.

La tecnología ha cambiado profundamente el mundo en el que vivo. Ha transformado la forma como pienso, mis patrones de comportamiento, el modelo como me relaciono y mis hábitos de consumo, esto necesariamente influye en mi vida cotidiana, en mi creatividad e innovación y por reflejo en el ámbito cultural.

Se dice y se repite, como un mantra, que los consumidores de cultura digital ya no leen. Pero en internet las leyes son tan efímeras como un gif. Ahora una tendencia está obligando a regresar al arte de escribir bien y a los textos de largo formato, esos que desde hace mucho ya no cabían en las páginas de los periódicos y muy poco en las revistas. Los que necesitan más de 30 segundos para leerse.  ¿Eso quiere decir que hay un resurgir del periodismo narrativo en las que autores y lectores coinciden en la necesidad de dedicar tiempo para explicar y comprender los asuntos complejos que no caben en un tuit? Esto es cierto: Hay un auge de medios de periodismo de largo aliento que apuesta por los temas de profundidad y que combina texto con un gran despliegue multimedia.

Ahora eso es muy común, pero hace cuatro años era una gran novedad. Desde ese día contar una historia larga en internet dejó de tener una receta única. Ahora los periodistas somos multinarradores y uniasalariados. Precario destino que amo, como ama el soñador a quienes disponen de   su vida, porque siendo periodista aprendí a conocer, aprendí a hacer, aprendí a vivir juntos y aprendí a ser.

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