Manuel Gómez Sabogal
Esta red social acerca y aleja al mismo tiempo. No soy adicto al celular y menos al whatsapp. Sé que lunes (luiscastellanos.org) y martes (elquindiano.com), envío mis artículos a algunos de mis contactos, no a todos. Así mismo, en otras oportunidades escribo para “revistadigitalarrierí[email protected]” y hago lo mismo.
En ocasiones, pongo canciones y las envío también, pero trato de no hacerlo a diario para no molestar a mis contactos.
En whatsapp no solamente hay chats individuales, sino que también existen los grupos que se forman para facilitar el contacto y la comunicación: hermanos, familia, periodistas, pensionados, compañeros de bachillerato, universidad, docentes, notables, no notables y muchos más.
Es dificil pertenecer a todos. Es más, no me gusta, porque hay quienes postean textos, imágenes y otros elementos en dos, tres y más grupos. El mismo tema inunda y aburre.
Es la razón por la cual desaparezco de algunos grupos. No aguanto. Y menos cuando de política se trata. Me envían imágenes llenas de odio contra una u otra persona. Eso no es de interés alguno. No me importa.
Así mismo, algunos remiten oraciones, salmos y otros elementos relacionados con la religión. Acepto, recibo, leo, aprendo, esperando que quien me envía oraciones, salmos y demás, lo haga una sola vez y eso está bien. Cuando se convierte en algo contínuo, me desespera.
Se tergiversa el uso de esta red social. Contacto y comunicación son importantes, pero eso, ya no se interpreta así.
En los grupos se pierde la comunicación, pues cuando alguien postea una nota interesante, quien sigue, no mira o revisa, sino que pone lo suyo. Y luego, otro cambia de tercio y pone algo totalmente diferente. Ahí ya no hay comunicación, pues se perdió en el camino.
En los chats individuales pueden ocurrir varios sucesos: 1. Te dejan en visto. 2. No te leen y te ponen un sticker. 3. No te leen y te dicen “buenos días”, “buenas tardes”, “buenas noches. 4. Te leen y te comentan.
Cuando me llega un saludo, lo respondo, cuando estoy en whatsapp. Si no estoy sino al día siguiente, se me pasan los mensajes y ni me entero. Repito, no todos los días ni todo el tiempo estoy revisando el celular. No quiero ser dependiente de ese aparato.
Leo, escribo, escucho música, camino, salgo, entro. Me distraigo, disfruto momentos, porque cada día es uno menos y por eso, no debo desperdiciarlo.
No soy adicto al whatsapp ni al celular. ¡Prefiero vivir!