Samaria Márquez Jaramillo
En un mundo en el que todo cambia en un momento, el arte y la magia tienen una relación estrecha, ya que ambos son expresiones de la interioridad del ser humano, principal actor y personaje de la vida en el planeta Tierra y surgen del mismo deseo de comprender mejor el mundo que nos rodea.
El arte utiliza símbolos y representaciones y la magia es una idea abstracta y general que se puede aplicar en la vida cotidiana. El arte se ha modificado a lo largo del tiempo, igual acción ha cumplido la humanidad. La magia es vista como una capacidad innata de la humanidad que siempre vuelve a emerger, especialmente tras largos períodos de racionalismo, y que ni la religión, ni la ciencia ni la política consiguen erradicar jamás, igual sucede con el arte.
El arte es mágico y la magia es arte. Para narrar de cualquiera de los dos es necesario el don de una visión coloidal. Nietzsche sostiene que el arte tiene más valor que la verdad por ser afirmador de la vida del ser humano. La búsqueda de la verdad es una ilusión semejante a andar leguas intentando pisar la propia sombra, puesto que la gran verdad humana no existe, existen diferentes perspectivas de la verdad.
Nietzsche estaba convencido de que el mejor camino, tal vez el único, para renovar nuestra vida y volverla a poner en contacto con las fuerzas originales rechazadas por la civilización es el arte. Sólo este puede liberar los poderes originales del espíritu y derribar las barreras que constriñen al hombre occidental desde hace siglos, desde que llegó a una situación espiritualmente decadente que obligó a existir bajo mínimos, en la que el interés en la riqueza y la seguridad son más importantes que la búsqueda y creación de sentido, a través de la lógica.
El arte y la magia tienen de un fondo común: ambas cosas nacen del misterio, provienen de un mundo sutil que muy levemente podemos percibir y perdurarán mientras exista la humanidad, encargada de pervivirlos a través de hitos y eras. ¿Puede meterse en el mismo saco la pintura rupestre, el arte del hombre primitivo, los megalitos, la isla de Pascua, los martirios e infiernos de la fantasía medieval y en general cuanto haya chocado con la idealización renacentista, la pintura académica o el realismo positivista de corte burgués? La respuesta es ¡No!
En cuanto a la defunción del arte no sucederá, aunque ciertas partes de él ya sean difuntas, porque cualquier objeto denominado “arte” en “situación de arte” no es arte.
El origen del arte está ligado al de la propia humanidad. Fue el sistema que nuestros ancestros crearon para exteriorizar sus pensamientos y emociones y, desde la primera pintura rupestre hasta la última pieza contemporánea, el arte ha servido como medio, forma y fuente de expresión humana. Por todo lo anterior vale la pena ver y oír una parte de la historia del arte, la historia de la pintura, que si bien no agota el tema si lo ilustra.

Germán Loedel
Colombiano. Es licenciado en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (2005), donde también cursó un Máster en Estudios de Traducción y un doctorado en Traducción y Ciencias del Lenguaje. Asimismo, obtuvo su Diploma de Acreditación Pedagógica en la Universidad de Barcelona. Ha impartido cursos universitarios de pregrado y posgrado relacionados con las áreas de Humanidades, Lenguaje, Traducción y Estudios Socioculturales en instituciones como la Universitat Pompeu Fabra, la Universidad de Barcelona, la Universidad El Bosque, la Universidad de Los Andes y la Universidad Sergio Arboleda. Actualmente, es profesor en el Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana.