Las personas impulsivas mantienen el riesgo de perder credibilidad, recordemos el proverbio que reza: “cuando los dioses te quieren destruir, primero te enfurecen¨. Al perder la compostura la persona deja de comportarse coherentemente, se torna proclive a decir y hacer cosas que lo proyectan como alguien débil de carácter, pero peligroso, aunque generalmente termine arrepintiéndose cuando vuelva la calma. A pesar de parecer ser un individuo estructurado y preparado, esta manera de reaccionar siempre será un obstáculo para su buen desempeño en la vida. La palabra dicha no regresa, así como la flecha disparada tampoco. Tener carácter no es equivalente a ser impulsivo y mas bien, la impulsividad, la falta de “filtro”, de control, de manejo de la frustración y las emociones si pueden conformar rasgos de trastorno en la personalidad suficientemente perjudiciales como para complicarle la vida a cualquiera, o pueden ser indicadores de alguna patología orgánica o de origen toxico que amerita estudiarse. En mas de una ocasión somos testigos de comportamientos muy peligrosos por cuenta de personas que “explotan” y por momentos pierden el manejo adecuado de sus emociones. En ese momento se puede dar al traste con una relación, un negocio, una amistad; se puede colocar en riesgo a otras personas que nada tienen que ver con la situación. Y si el caso se presenta en personajes que tengan poder para influir en el futuro, incluyendo la vida de otras personas, podríamos afirmar que este tipo de individuos representan un peligro para esa sociedad y nunca deberían estar en cargos que impliquen poder y decisión. Cuando se piensa en el poder que ostenta un individuo como el presidente ruso, o el de Estados Unidos, o el de Corea del Norte, por ejemplo, no deja de generarse una inquietud pues todos sabemos que una decisión “impulsiva” podría dar al traste con la humanidad como la conocemos. Cuando recordamos los últimos escándalos en la política de nuestro país, como lo sucedido con el señor Armando Benedetti amenazando con “hablar” todo lo que sabe alrededor del financiamiento de la campaña que llevó al actual presidente a su cargo, momento claramente “impulsivo”, por la razón que fuere, no deja de ser muy preocupante el trasfondo de verdad que pudo existir en su amenaza y cuando somos testigos como país, de la inconformidad que algunos se atreven a mostrar en el mismo equipo de gobierno y otros prefieren callar pero manteniendo una actitud incoherente con la lógica y las buenas costumbres, para conservar su puesto o sus aspiraciones personales, el sentimiento común es de desconfianza, vergüenza y repudio hacia las manos que hoy dirigen los hilos de la política. Un momento de impulsividad dejando la sensación de tener a un presidente y a un gobierno maniatado, temeroso. Ser tan complaciente no es, para nada, normal en Petro ¿o sí? [email protected]