Vivimos tiempos de agitación y desconcierto. La humanidad atraviesa un momento difícil, sacudida por movimientos pendulares que oscilan entre la izquierda y la derecha sin encontrar un punto de equilibrio. Los nacionalismos extremos resurgen con fuerza, fracturando la convivencia y exaltando la diferencia como una amenaza, en lugar de una riqueza. El egoísmo, disfrazado de pragmatismo, se convierte en bandera de quienes buscan justificar la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Y en medio de todo esto, nos aislamos en burbujas de supuesto bienestar, ignorando que nuestra esencia más profunda es ser una especie social, dependiente del otro para sobrevivir y prosperar.
Nunca antes habíamos contado con tanta información sobre nuestra historia común como humanidad. Sabemos que, desde los albores de la civilización, nuestra grandeza no ha estado en la conquista o en la acumulación de riqueza, sino en la capacidad de aprender, entender y actuar con un propósito mayor. Los hitos más luminosos de la historia no han surgido del individualismo ciego, sino de la colaboración y la compasión.
Ahí está el ejemplo de Sócrates, quien nos enseñó que la búsqueda de la verdad solo es posible a través del diálogo. Confucio, que en tiempos de caos político insistió en que la armonía social se construye con base en la virtud, la justicia y la empatía. Jesucristo, que revolucionó el pensamiento humano con un mensaje de amor radical, proponiendo la compasión incluso por el enemigo. Gandhi, que demostró que la resistencia pacífica es la mayor muestra de valentía. Mandela, que, tras casi tres décadas en prisión, no buscó venganza, sino reconciliación.
Todos ellos, en distintos momentos de la historia, nos recordaron lo esencial: nacemos puros, buenos, afectuosos y honestos. Es el mundo el que nos moldea con prejuicios y miedos. Y, sin embargo, aún en la peor de las crisis, siempre hay quienes se alzan para recordarnos que la humanidad es más que sus sombras.
Pero en la actualidad, parece que hemos olvidado estos principios. Nos hemos convertido en sociedades fragmentadas, cada vez más polarizadas, donde el adversario ya no es un interlocutor, sino un enemigo a derrotar. Los discursos de odio se han normalizado, las redes sociales han fomentado la indignación como mecanismo de reacción inmediata, y los medios de comunicación, en su afán de captar audiencia, han contribuido a una narrativa de confrontación permanente. ¿Dónde quedó la capacidad de escuchar? ¿Dónde quedó el sentido de comunidad?
No podemos seguir permitiendo que el miedo nos gobierne. No podemos seguir reduciendo nuestra existencia a una batalla constante entre “ellos” y “nosotros”. Es imperativo hacer al humano grande otra vez. No con eslóganes vacíos o promesas políticas oportunistas, sino con un verdadero esfuerzo por recuperar lo mejor de nuestra esencia.
Hacer al humano grande otra vez significa volver a educar con valores, no solo con información. Significa promover la cultura del debate respetuoso, donde las ideas se confrontan sin que ello implique descalificar al otro. Significa fomentar el pensamiento crítico, para que no caigamos en dogmatismos ciegos. Significa, sobre todo, entender que el otro no es un obstáculo, sino un complemento.
Es necesario reconstruir el sentido de comunidad, rescatar la empatía como principio rector de nuestra existencia y recordar que la solidaridad es la base de cualquier sociedad sana. La humanidad no avanzó gracias a quienes se encerraron en sus propios intereses, sino gracias a quienes entendieron que la cooperación es el mayor motor del progreso.
El futuro no está escrito. Nos corresponde decidir si seguimos cayendo en el ciclo de confrontaciones estériles o si, por el contrario, damos un paso al frente y elegimos el camino de la grandeza. No la grandeza del poder o la riqueza, sino la de la comprensión, la solidaridad y la paz. Porque solo así podremos demostrar que hemos aprendido de nuestra historia, y que, a pesar de nuestros errores, aún hay esperanza para la humanidad.
Hacer al humano grande otra vez no es una opción, es una necesidad.