ANÁLISIS/ Colombia protagonizó la guerra antiimperialista más corta de la historia

31 enero 2025 10:48 pm

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Francisco A. Cifuentes S. 

“Vengo a decirle adiós a los muchachos / aunque pronto me voy para la guerra / y aunque vaya a pelear en otras tierras / voy a salvar mi derecho, mi patria y mi fe” (“Despedida” Pesce, Córdova y Pedro Flórez) 

Ya no es solo propio de la filosofía, sino de toda una realidad que estamos asistiendo a una “crisis de la narración” identificada por cualquiera y no solamente por el gran pensador Byung-Chul, cuando  vemos que la filosofía política se reduce a discursos altisonantes,  atrevidos y ligeros tanto en el norte como en el sur; por eso Trump y Maduro bailan y postean y Petro compara los aplausos entre él y Milei y resuelve la crisis diplomática  más grande de la historia republicana aduciendo que tiene miles de seguidores en sus redes sociales.

En Facebook, Twitter o X se libran las batallas post modernas con pequeñas y fugaces palabras, frases y figuritas que consumen inmediatamente adeptos enceguecidos pero sufrientes de la cruda realidad que aqueja a los ciudadanos de todo el mundo y no solamente a los del tercero.

Entonces, por esta “vía líquida” (Zygmunt Bauman) se desconocen constituciones nacionales, documentos y estilos diplomáticos sobre inmigración y deportaciones, tratados de libre comercio, acuerdos de paz, declaraciones acerca del cuidado ambiental, para la reducción de armas atómicas y para salvaguardar la soberanía territorial de las naciones.

Putin no se ríe como buen oso ruso, Xi Jinping se sonríe siempre con una paciencia milenaria, Netanyahu posa cachaco o de militar entre los cadáveres y los musulmanes de todas las tribus asisten a todos los actos terroristas con el Corán en el corazón. Siempre ha sido así el ciro del poder, mientras los intelectuales se esfuerzan por justificar las posiciones de cada bando. Ya no hay narrativa coherente, las adhesiones sociales y políticas se fraguan con lo elemental, con lo más cósico y simplemente todos replicamos sin análisis crítico de ninguna índole. 

Continuando con el mismo Han, el filósofo aleman-surcorreano, también estamos asistiendo simplemente a “la expulsión de lo distinto” cada que seres humanos de diversos territorios del orbe engrosa la multitud millonaria de desplazados y refugiados y las fronteras se llenan de hambrientos o de ilusos buscando bienestar en otra patria que les es adversa. Pero internamente se sufren las migraciones, las expulsiones y las cancelaciones de aquellos que no comparten las banderas de los gobernantes de turno y sus adeptos.

China todavía tiene pueblos enteros encerrados, dizque con el fin de ser reeducados; en Rusia simplemente se envenenan, mientras los talibanes apalean a las mujeres que miran más allá del burka y los intelectuales críticos igual que los homosexuales fueron proscritos de Rusia y Cuba, sucumbiendo en los gulags o en los paredones de la isla. Estos últimos no disfrutaron ni del bolero ni del son cubano como nosotros. 

Manoseo de conceptos

Para tratar de justificar todo lo anterior, hace rato que escuchamos en los discursos de los políticos a través de las redes un manoseo sistemático de los conceptos y las categorías de pueblo, dignidad, soberanía y últimamente dialéctica. No sabemos si se trata del “pueblo llano”, del “tercer estado”, del populacho, del ciudadano, de un estrato socioeconómico específico, de la simple montonera o de los habitantes de un mismo territorio y los hablantes de una misma lengua.

No atinamos a distinguir la dignidad concebida por el cristianismo de la declaración en los Derechos Humanos, la del ser individual o la de los pueblos, la del ciudadano o la de las naciones, la de cada colectivo identitario o la de la sociedad entera. Hay confusión entre la soberanía divina, la del monarca, la del presidente, la del parlamento, la nacional, la territorial o la erigida en términos democráticos, directos, participativos o representativos. Se trata de la dialéctica grecolatina, la tríada de Schelling, la asumida por Hegel, la dialéctica de la Ilustración, la reinterpretada por Marx, la “Dialéctica Negativa” de Teodoro Adorno o la “Crítica de la Razón Dialéctica” de Sartre. De todos modos, da igual, siempre seguiremos votando y luchando por cualquier embeleco sustentado en memes, con ademanes y palabrejas. 

Los extremos se tocan

La conocida expresión “los extremos se tocan por la cola” es proverbial y de uso común; pero algunos la toman de la geometría, otros la refieren a la Campana de Gauss y en alguna oportunidad el escritor francés André Gide comentó simplemente “los extremos me tocan” posiblemente como una sentencia de pretensión axiomática atribuida a Blas Pascal; pero, en fin; se refería a la situación de la  extrema derecha y la extrema izquierda, representadas en las posiciones y en  los estragos de Hitler y de Stalin, lo  que hoy día ha devenido para contextualizar y calificar las actuaciones tanto de Netanyahu como de Putin.  

En este contexto los populismos toman las anteriores categorías para auto justificarse en el poder en la medida que se erigen como las salvaguardas de sus connacionales. Y cada quien lo asume según su propio carácter, retórica y estilo, hasta el punto de convertirse la política en una lucha de egos en las plataformas donde el ansia de poder y destrucción va involucrando toda la opinión pública en desmedro de los intereses reales de las ciudadanías ideologizadas y dominadas.  

Trump, ¿coherencia o locura?

Es cierto o eso creemos los antiimperialistas, que los EE. UU. siguen siendo un Estado invasivo y bárbaro, desconocedor de todos los derechos de los pueblos empezando por los latinoamericanos, violador de tratados internacionales que se han suscrito para menguar la inseguridad de la humanidad y tratar de alcanzar algún día los postulados kantianos de “paz perpetua” y “ciudadanía universal y cosmopolita”. Y que, además, en este momento del péndulo político le ha tocado el turno a los partidos y las alianzas más representativas de la derecha para socavar las conquistas del estado de bienestar y la protección a los más débiles. Pero esto no quiere decir simplemente que Donald Trump esté loco. No, es la coherencia de unos postulados económicos y políticos adoptados en forma desmesurada para cumplirle a sus electores y diseñados con cuidado desde los tanques de pensamiento de los norteamericanos y otras sedes europeas, que enarbolan la revancha contra los estragos de las izquierdas. 

El imperialismo, ¿un tigre de papel?

Algún día, siguiendo las frases sentenciosas de Mao Zedon se creyó que “el imperialismo era un tigre de papel” y que en consecuencia estábamos ad portas de su derrumbe. Esta ilusión lleva siete décadas sin cumplirse, más bien se han copiado sus esquemas de gobierno, industrialización, mercados y un expansionismo difícil de detener. Se le califica multipolarismo, pero es todo un eufemismo para nombrar los imperialismos de todo cuño que luchan a muerte por repartirse los territorios de todo el planeta y sus riquezas a costa de la naturaleza y sus habitantes.

En estas condiciones el imperialismo yanqui no está derrotado, sigue siendo la primera potencia mundial, aunque son deslumbrantes los avances de China en todos los aspectos tecnológicos y comerciales y Rusia albergue miles de ojivas nucleares. En este panorama se debe incluir la riqueza y la potencia de los musulmanes, el sobresaliente poderío de la India, la posición de Turquía, la amenaza norcoreana y el desgaste europeo más allá de la OTAN y la Unión Europea. Todos a su manera siguen viviendo de Asia, África y Latinoamérica. 

¿Podemos desafiar la economía global?

Cualquier movimiento en el tablero de la geopolítica mundial y para nuestro caso regional, debe sopesar la real dimensión de los EE.UU. Pues así avancen los BRICS es un desconocimiento ligero y emocional creer que ya Colombia puede desafiar la economía global. Para  este reto no tenemos la estatura de México ni la de Brasil bien inmersos en ese globalismo. Pero, aunque podríamos dar beneficio a las razones económicas y políticas que se aducen desde una perspectiva emancipadora, bueno es preguntarnos desde el campo diverso y contradictorio de las culturas en los siguientes términos. ¿Será que todos los ciudadanos colombianos o su mayoría están dispuestos a desconocer y enfrentar a los norteamericanos cuando existen unas conexiones sustanciales así seamos sus súbditos en muchos aspectos? No se puede dejar de lado esta realidad: consumo masivo de Coca-Cola, chicles, bluyines, internet, You tube, Straeming, uso satelital, turistas de ida y vuelta, remesas que alivian la economía familiar y nacional, comercio exterior binacional, estudios y convenios académicos, el inglés como segunda lengua y cada vez más empoderado el bilingüismo en el sistema educativo; el rock, el jazz, el reguetón y la música electrónica y un largo etcétera. 

La guerra antiimperialista más corta de la historia

El Doctor Gustavo Petro Urrego se merece todo el respeto por su dignidad como ser humano, ciudadano y presidente de la República, así represente una corriente ideológica mundial bastante ya cuestionada por sus resultados históricos desastrosos, por encima de sus veleidades y debilidades personales; pero así mismo esta dignidad y este respeto se lo merecen todos sus críticos nacionales y extranjeros y en consecuencia no se pueden simplemente descalificar como nazistas y  fascistas a quienes osen reparar sus discursos y sus acciones.

Estamos frente a un cancelacionismo que no permite sino lo blanco o lo negro en medio de una realidad política y cultural tan compleja, contradictoria y variopinta. Lo binario en filosofía, sociología y politología ya está mandado a recoger y ha sido superado por un sinnúmero de teorías incluso más allá del pensamiento complejo y las teorías del caos.

Estamos muy lejos de los tiempos y los estilos de vida disolutos de gobernantes de mala recordación histórica como Nerón, Calígula o Heliogábalo y Sir Winston Churchill con su tabaco y su wiski permanentes solo prometió “sangre, sudor y lágrimas” y así contribuyó a ganar guerras mundiales, se escribió 43 libros que ocuparon 72 volúmenes y se ganó el Premio Nobel de Literatura. Es decir, “acontece que no es poco” como reza el eslogan del postcast de historia de la española Nieves Concostrina.  

Es en estas condiciones que realmente el círculo inmediato del presidente le dio “el golpe blando”, así haya sido tras bambalinas; para tomarse el poder por menos de veinte horas y acabar con la guerra antiimperialista más corta de la historia. A Belisario Betancourt se lo propinaron los militares para la retoma violenta del Palacio de Justicia, porque este poeta bonachón y romántico no podía sostener el poder con palomitas de la paz pintadas por toda Colombia.

Así van quedando para la historia la Guerra de los Mil Días (17 de octubre de 1899 a 21 de noviembre de 1902) con la leyenda macondiana del coronel Aureliano Buendía y en otras épocas y otros lares la “Guerra de las dos rosas” (1455-1487), la “Guerra de los seis días” (5 a 10 de junio de1967) y una muy nuestra; la guerra que el Estado Soberano de Boyacá le declaró al Reino de Bélgica el 24 de octubre de 1824 en los tiempos de los Estados Unidos de Colombia; conflicto que “duró más de cien años” por fallas en las comunicaciones, pues no existía Twitter, hasta  que el 28 de mayo de 1988 simbólicamente cesó con la anuencia de los embajadores de Bolivia, Uruguay, Holanda, Marruecos, Líbano y China, ya que aún el innombrable Álvaro Uribe no fungía como expresidente para ese tipo de gestiones. Cosas y casos tiene la historia no de Boyacá sino de toda la humanidad. 

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