BITÁCORA CULTURAL: Bellas Artes, un calificativo que agoniza

30 enero 2025 10:25 pm

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Samaria Márquez Jaramillo

Cuando frente a cualquier manifestación de arte contemporáneo hay observadores, ocurre casi siempre que aparecen más miradas de incomprensión y signos de duda que manifestaciones de admiración. ¿Esto es arte? Es la pregunta escuchada repetidamente.

En 1917, cuando Estados Unidos estaba a punto de entrar en la Primera Guerra Mundial un asunto diferente ocupó los comentarios de la pequeña escena artística modernista de Nueva York. Se había organizado una exposición en la que cualquiera podía mostrar su arte a cambio de una pequeña tarifa, pero alguien había enviado un urinario para su exhibición. Esto iba en contra del gusto más vanguardista de los organizadores de la exposición. El urinario, enviado de forma anónima, sin título y firmado únicamente con el enigmático «R. Mutt», desapareció rápidamente de la vista. Solo queda una foto del urinario.

Pero ¿qué fue lo que ocurrió? Se cuenta que, en 1917, en Nueva York, el artista francés Marcel Duchamp, compró un urinario estándar en la tienda JL Mott Iron Works. Al llegar a su taller, lo puso boca abajo, le escribió con pintura negra un nombre ficticio y lo envío de forma anónima con el título “Fuente” a la muestra anual de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York.

El comité que seleccionaba las obras la rechazó rotundamente por considerarla inmoral, obscena, impúdica y en absoluto algo que pudiese tener relación con una obra de arte. Ahora, en el siglo XXI hay obras que despiertan críticas y burlas, pero que se venden por grandes cifras. El concepto de bellas artes parece haber quedado en la historia. ¿Por qué sucede? Porque en Arte se modificaron infinidad de circunstancias. Por ejemplo, el cambio de soporte en el que se asienta la obra también es otro de los puntos fundamentales para empezar a entender el arte de nuestros días. Ya no son necesarios el bastidor o el mármol (por nombrar solo algunos) para que el artista exprese su visión del mundo. Existen una serie de claves que ayudan a abordar este tipo de objetos artísticos y que son necesarias para así evitar juicios apresurados. Es importante entender que el arte ya no debe encajar en los vetustos y canónicos parámetros de belleza. Quizás el término Bellas Artes sea ya una forma demasiado enraizada en el pasado.

El historiador de arte Ernst Gombrich, uno de los principales precursores de la desmitificación del arte, afirmó que no existe el arte si no los artistas y que son éstos los encargados de dar por tierra los cimientos sobre los que la idea de arte se asentó cómoda a lo largo de los años. También acusa a los museos como los responsables de imprimir ese halo sacro a las obras: sogas o marcas en el piso que rodean pinturas y esculturas para su protección, el silencio reinante en las salas, las vallas, los guardias de mirada inquisidora, los vidrios como escudos, la severidad de las cámaras de vigilancia.

Y llegó el arte conceptual a silenciar peroratas, se abandonaron las reglas milenarias de la noche a la mañana y con ello ya no se supo qué decir, ya no hubo criterios para comprender y mucho menos para juzgar. Se trata ya no de belleza, ya no de representaciones de la realidad, el arte se siguió llamando arte porque se sigue presentando en el circuito de siempre, en las galerías, los museos, pero se trata ya de otra cosa. La discusión ahora no es una discusión entre qué es bello y qué no es bello, sino qué es significativo y qué es posible”, afirma Cuauhtemoc Medina: Y, ¿qué es posible? Todo lo que no es imposible…

Javier Aranda Luna, periodista colaborador de Televisa Canal 22. La Jornada, la Cultura en México de Carlos Monsiváis. Editor de la revista Vuelta de Octavio Paz.

Avelina Lésper (5 de mayo de 1973) es una escritora, historiadora, columnista y crítica de arte mexicana. Es autora del libro El fraude del arte …

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