Ella lo ve en un bosque, caminando y en una sensación de inmensa paz. A veces lo ve en el campo, porque a Robinson Rendón Londoño le encantaba el campo. Caminarlo, recorrerlo, sentirlo en sus formas y olores. Así es como recuerda Luz Helena Ocampo Martínez los sueños que ha tenido con su esposo en los último 10 años, desde que lo desaparecieron el 26 de septiembre del año 2015, cuando viajaba de Caicedonia a Barragán, entre el Valle y el Quindío.
Tenía 53 años. Su profesión era Promotor en Salud y para el momento de su desaparición trabajaba en el hospital de Sevilla. Como un hombre dado al servicio, el respeto por los derechos laborales y la dignidad de los demás, perteneció a la lucha obrera y al sindicato de Clínicas y Hospitales en Colombia, ANTHOC.
La investigadora
Desde el primer momento en el que Robinson no regresó a su casa, Luz Helena se dio a la tarea de buscarlo dejando a un lado el trabajo como Enfermera Jefe en el hospital de Sevilla y convirtiéndose en una detective empírica pero con mucho coraje. Comenzó a trazar un mapa de las posibles rutas que hizo su esposo el día de la desaparición y los días antes, para así poder tener un rastro seguro y claro. Conversó con quienes lo vieron en ese trayecto por última vez. Preguntó y obtuvo algunas respuestas que le daban esperanza.
Con la información recopilada en 10 días intensos de investigación, sin horarios, sin descanso y cargada de una profunda angustia en su alma, se fue a la Fiscalía donde ya había hecho la denuncia por la desaparición de Robinson Rendón Londoño, y se la pasó a los detectives de CTI.
Con esos datos y el trabajo de inteligencia hecho por los funcionarios, dos años después fueron capturados tres hombres responsables de la desaparición. Posteriormente los llevaron a juicio donde los condenaron, y aunque la Fiscalía les ofreció una rebaja de penas si decían dónde habían dejado el cuerpo de su víctima, nada les hizo confesar el lugar en el que estaba.
“Ustedes nunca lo van a encontrar”, fue lo único que dijo uno de delincuentes en las audiencias a la justicia colombiana. Eso es lo que recuerda Luz Helena, aún con la mirada cargada por la ausencia del hombre con el que estuvo casada 26 años y con quien tuvo un hijo, que al momento de la desaparición de su papá tenía 22 años y se encontraba haciendo los estudios universitarios en Canadá.
“Gracias a la investigación que hizo su mamá durante esos primeros días y que nos entregó, fue que pudimos dar con los culpables de la desaparición de su papá”, le dijo la Fiscal que llevaba el caso al joven, que tuvo que estar en terapia con sicólogo durante varios años.
Una verdad a medias
“Entonces tuvimos una verdad a medias”, dice Luz Helena, «porque se encontraron a los culpables, se condenaron, pero no hubo un cuerpo para nosotros al cual hacerle un duelo». La razón de la desaparición, asegura ella, «no fue por robarlo», más bien pudieron estar relacionadas con la labor que Robinson tenía como sindicalista. En varias ocasiones recibió amenazas y tuvo que desplazarse con su esposa e hijo a otra ciudad. Luego, cuando el tema se hizo más difícil y sus vidas corrían peligro, les tocó exiliarse en Canadá por 11 años.
Al regreso a Armenia reiniciaron una vez más sus vidas profesionales y ahí, de nuevo en su labor de la lucha sindical, a Robinson lo desaparecieron. Actualmente a sus 66 años, Luz Helena Ocampo hace parte de FundaManá, una organización quindiana que ayudó a crear y en la que estuvo como presidenta por tres años, hasta que llegó el cáncer y entonces se dedicó a combatirlo. De momento ella es una sobreviviente de esta enfermedad y espera que no regrese para poder seguir haciendo el trabajo de ayudar a otros a que encuentren a sus seres queridos. Una labor que le reconforta el alma.
La lucha y la satisfacción
“Cuando encontraron los restos del hermano de Libia y se los entregaron, yo sentí que eran los de mi Robinson los que había encontrado y me dio mucha satisfacción”, dice Luz Helena, e inevitablemente llora. Se queda por un instante en silencio y luego le sale una voz entrecortada y agrega; “Lo importante es hacer la tarea. Que donde estén espiritualmente, ellos sepan que los estamos buscando. Que valió la pena nuestro trabajo. Por eso la invitación que les hacemos desde FundaManá a todas las personas que tienen familiares desaparecidos, es a que no se queden esperando a que los busque el estado. Somos capaces y tenemos que hacerlo nosotros”.
La historia de Luz Helena Ocampo Martínez es una de las miles que se suman a la causa de las mujeres en Colombia que son madres, hijas, esposas, o familiares de los que hoy están desaparecidos por razones que se desconocen, pero a quienes ellas con su valor y entrega incondicional, seguirán buscando hasta su último aliento de vida.
Las cuchas tienen razón
Y es a ellas, a las cuchas, como cariñosamente se les dice en Colombia, a quienes en varias ciudades se les viene rindiendo un homenaje artístico por medio de murales con la frase, “Las cuchas tienen razón”. En Armenia el mural fue pintado este domingo 26 de enero en una jornada que comenzó a las 8:00 a.m y terminó ya llegando la noche. Se encuentra ubicado diagonal a la antigua estación del tren, en la vía que conduce al barrio Miraflores y a Montenegro. Allí, en una pared de 70 metros de largo, quedó plasmada la frase que se ha hecho icónica en nuestro país como sinónimo de lucha, como grito de justicia.
A su alrededor fueron pintados los rostros de algunas mujeres en el Quindío que han encontrado los restos de sus seres queridos o que siguen en la búsqueda, pero que no se detienen, entre ellos el de Luz Helena Ocampo y Robinson Rendón Londoño.
A ellas va dirigido este homenaje hecho por colectivos artísticos, pintores, grafiteros, muralistas, y activistas, todos del Quindío. Almas sensibles, espíritus creativos que se unen también para honrar la memoria de los desaparecidos. Porque si ellas no se detienen en su búsqueda, ellos tampoco. Porque las cuchas siempre tuvieron razón.

