Graduada del Centro de Atención Tutorial de Buenaventura de la Universidad del Quindío
Invéntame olas
de luces coloridas,
de espumas saladas,
de largas estelas;
cúbreme de algas
en un remanso de estrellas
cuando haya encallado
en la empinada ruta
de tu océano.
El Pacífico: su mar, su gente, el cuerpo, sus instrumentos, sus creencias palpitan en la poesía y el canto de María Elcina Valencia Córdoba. Su cuna está a dos horas en lancha rápida desde Buenaventura: la vereda San José del corregimiento de Puerto Merizalde (en Buenaventura). “Eso es hacia el sur, a la orilla del río Naya, que limita con el Valle y el Valle del Cauca”, dice. María Elcina es poeta y cantante, graduada del pregrado de Licenciatura en Educación Básica Primaria del Centro de Atención Tutorial de Buenaventura de la Universidad del Quindío.
Tiene una camisa amarilla que resalta en su piel negra y sus más de 1.80 centímetros. En sus manos sostiene, como una biblia, su libro: Pentagrama de pasión. Aunque hace piruetas entre el olvido y la memoria, es generosa con las palabras que dibujan las coordenadas de su vida. A lo largo de la entrevista canta y declama versos que marcaron su infancia y adolescencia.
Nació en 1963 y, en aquella comunidad, creció con sus hermanos, una familia de 13 hijos. “Dos hermanos murieron antes de mi nacimiento. Mi hermano mayor murió quemado porque según las creencias le mandaron un brujo a mi papá y el niño estaba en el toldillo”, cuenta. Sus padres se dedicaban a trabajar la tierra y a pescar. Cultivaban piña, plátano, papa china, caña, borojó, naranjas, coco y limones. La primaria la cursó allí y aproximadamente en 1972, llegó a Cali para estudiar modistería, también pasó un periodo estudiando comercio.
“Conseguí un cupo para estudiar en el colegio San Vicente, allí estuve solo un año, a la espera de que se me abrieran las puertas de la Normal Juan Ladrilleros de Buenaventura, en donde yo quería ingresar”. Se graduó en 1982 como maestra de bachiller.
He viajado todo el tiempo:
por el mar, por los ríos,
por las nubes,
por los bosques y quebradas,
por rieles y carreteras;
he viajado también por los andenes,
entre túnicas, camisas y calzones;
he viajado entre medias y zapatos;
en corpiños, también en pantalones.
De niña veía que su prima cantaba en las clausuras, funerales y eventos cívicos, la admiración fue tan grande que soñó ser como ella. Quiso cantar para acompañar a sus difuntos, celebrar su gente y hablar de su cultura. Así empezó, sin saberlo, en el arte de las letras y del canto. Un camino que ha andado desde entonces y que continúa hasta ahora. “Desde el colegio, siempre me conocieron por el canto y la poesía, así seguí la vida artística, fue un compromiso que hice con la comunidad”, cuenta.

En el Instituto Matías Molumba hizo sus primeras millas como docente en procesos de promoción cultural, alfabetización de adultos, modistería, entre otros. “En ese momento conocí que la Universidad del Quindío había abierto sede acá. Me matriculé en la segunda cohorte del pregrado de Licenciatura en Educación Básica Primaria. Terminé en 1989”.
Actualmente, María Elcina es directora del Núcleo del Desarrollo Educativo de Buenaventura de la secretaría de Etnoeducación. Se tituló como especialista en planeamiento educativo de la Universidad Católica y como magíster en Educación de la misma institución. También, recibió grado como Especialista en Pedagogía del Folclor de la Universidad Santo Tomás en el año 2000 y especialista en Lúdica y Recreación de la Universidad Los Libertadores. Con la Universidad Católica de Manizales hizo estudios de posgrado.
Ha publicado libros como Todos somos culpables; Rutas de autonomía y caminos de identidad; Susurros de palmeras; Analogías y anhelos y Pentagrama de pasión. Asimismo, ha grabado algunas de sus canciones: Rompamos el silencio; Rumbas y arrullos de manglar; La palmera y Cantos a capella. “He sido una abanderada de nuestra cultura en la zona rural y urbana. Es fundamental trabajar con las comunidades y las instituciones educativas para fortalecer los patrimonios que tenemos desde lo oral, musical y literario. Si no se vivencia la cultura, se muere, desaparece”, afirma.
Bongó, bongó, bongó tambora
Bombo guasá tumbadora
Tu tam tam me suena a ritmo
Tu bom bom bom me enamora.
El bembé sale de tu alma
De tu risa la guaracha
Omelenko del quejido
De tus cueros la charanga.
A lo largo de su trayectoria, ha recibido múltiples distinciones que destacan su labor poética, cultural y de liderazgo social. En el marco del XXIII Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas, fue galardonada con el título de almanegra, que se otorga a las poetas colombianas que han alcanzado la excelencia en su obra. De igual manera, obtuvo el primer puesto en el Festival Distrital de la Canción Colombiana en 1982, la Bandeja de Plata de la Alcaldía de Buenaventura en 1991 por su trabajo en favor de la mujer y el Premio Nacional de Poesía Erótica en 1992.
En 2003, la Universidad del Valle le otorgó una placa en reconocimiento a su labor poética, y en 2007, en el mismo encuentro de mujeres poetas, recibió la designación de almanegra por la excelencia de su obra. Su impacto ha sido tan significativo que en 2010 fue reconocida como una de las 100 mujeres destacadas del siglo XX en el Valle del Cauca.