La semana anterior el periodista Néstor Morales de Blu radio que pertenece a Caracol, se atrevió a decir que los restos encontrados en La Escombrera en Medellín, podrían haber sido depositados allí por sus familiares, lo que causó una ola de indignación nacional.
Lo hizo en medio de un debate suscitado por la decisión del Alcalde de Medellín de mandar borrar los murales pintados con arte como memoria histórica de la Operación Orión, realizada en la comuna 13 (barrios estratos 1 y 2) de Medellín en octubre de 2002; en una alianza ilícita entre el gobierno nacional, local, el ejército, la policía y el Bloque narcoparamilitar Cacique Nutibara de las AUC, con el propósito de hacer una limpieza social en ese deprimido sector, donde suponían habían milicias de las guerrillas.
Esta operación fue realizada con gravísimas violaciones a los derechos humanos a la vida y al derecho a la defensa, y dejó como cruento resultado 90 asesinados, 80 heridos, decenas de torturados, 370 detenidos arbitrariamente y 502 desaparecidos. Estos espantosos hechos fueron reconocidos por Álvaro Uribe entonces presidente, que afirmó que dio la orden. Y por los narcoparamilitares Diego Fernando Murillo Bejarano alias “Don Berna”, Juan Carlos Villada alias “móvil 8” y Jorge Enrique Aguilar alias “Aguilar”, quienes aseguraron que en la Escombrera fueron tiradas las víctimas, e incluso señalaron varios sitios donde estarían sepultados por los escombros.
Por las desapariciones en Operación Orión, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Colombia. Sin embargo, el negacionismo del establecimiento para ocultar la verdad y desmentir estos injustificables hechos, que demuestran represión, fascismo y terrorismo de Estado, es amplificado y aupado por periodistas sin ética, ni moral, como Néstor Morales.
Lo que dijo este sujeto de marras en la radio es un acto miserable que demuestra el odio y desprecio por los pobres. Evidencian su insania, deshumanización, ruindad y bajeza. La canallada, la bellaquería de insinuar que las madres sepultaron a sus hijos en La Escombrera, denotan su baja condición humana. ¿Acaso, cree que su madre sería capaz de semejante horror? Seguramente dirá que no, porque ellos pertenecen a otra clase social.
Como es arribista, clasista, sectario y racista, con sus ofensivas opiniones, pisotea a las víctimas y subestima su dolor. Pero, nada diferente se puede esperar de quien es pagado para defender los victimarios, los intereses de los poderosos, en especial Álvaro Uribe, a quien le debe estar muy agradecido por haber hecho elegir como presidente al inepto títere de su cuñado.
Durante su carrera en la locución ha sido arrodillado, lamezuelas y defensor incondicional de los gobiernos de derecha; solo ahora es opositor radical e intenso del gobierno progresista, al que no le ve nada bueno. Todos los días miente diciendo que Petro está destruyendo el país.
El periodismo mezquino, parcializado y perverso que practica también queda reflejado en su burla al Yipao que es patrimonio cultural de la nación, porque el gobierno lo llevó para decorar un stand en una feria de turismo internacional. Que insulta a Buenaventura porque él cree que nadie va a pasar vacaciones allí, que prefieren irse para Nueva York. Que discrimina a la vicepresidenta Francia Márquez porque es negra y pobre.
Que condenó el derribamiento de la estatua del invasor Sebastián de Belalcázar, que colonizó con violencia y muerte; porque los indígenas utilizaron la violencia y no el diálogo. Que dicen en sus programas radiales para justificar el genocidio palestino, que en el antiguo testamento consideraban la venganza un valor. Y que eso es lo que hace Israel en Gaza y Cisjordania.
Que se burla de los influencers y los medios alternativos porque son unos nichitos, unas bodegas de petristas sin audiencia, que solo se escuchan entre ellos. Olvidando que tienen miles de seguidores, porque se cansaron de las mentiras, la desinformación, la manipulación e ideologización de los medios tradicionales. Que propusieron bloquear las redes sociales e incluso internet, para impedir la protesta social en el nefasto gobierno de su cuñado.
La decadencia del periodismo empezó cuando se politizó y perdió la independencia, la imparcialidad y la objetividad. Cuando se dedicó a ocultar la verdad, por eso perdieron credibilidad y audiencia. Todo esto llevó al prestigioso y premiado periodista Juan Gossaín a decir que hay un manejo asqueroso del periodismo.
Federico Gutiérrez sin competencia impone la censura y viola el derecho a la libertad de expresión, porque esos murales incomodan a su jefe Álvaro Uribe. Pero no da la orden de borrar los de Pablo Escobar, ni los de Fuera Petro. No son el expresidente, el alcalde o el periodista lacayo, que practican sin autoridad la censura, los que nos van a imponer su versión sobre los hechos, ni los que nos van a decir cuál es la verdad. Es la justicia autónoma e independiente la que debe establecer después de 23 años, cual es la verdad de esa execrable matanza.
Los autores intelectuales y materiales de esta masacre no han sido condenados, porque desde esa fecha hasta hoy han contado con fiscales prevaricadores, que engavetaron el proceso y no tomaron medidas cautelares sobre la Escombrera, para impedir alterar las pruebas. Solo 16 años después la JEP lo hizo. Esta masacre no puede quedar en la impunidad. Debe haber justicia por estos delitos de lesa humanidad. Álvaro Uribe Vélez, Marta Lucia Ramírez, los exgenerales Mario Montoya y Leonardo Gallego y Don Berna y demás paramilitares que participaron, incluidos los antes mencionados, deben ser investigados y condenados por estos crímenes.
Y Néstor Morales si tuviera dignidad, valor civil y entereza, debería reconocer su craso error y pedir perdón a las madres que perdieron a sus hijos en la dictadura de Uribe, no solo en la operación Orión, sino también a los 6.402 inocentes ejecutados y presentados como guerrilleros en combate; y a los demás ofendidos con sus irrespetuosas y perversas aseveraciones.